viernes, 28 de diciembre de 2012

Recuerdos


Qué noche tan calurosa la de aquel día de julio cuando nos conocimos en una cena en casa de unos amigos en la calle de Espronceda; estaba dicharachero, daba un montón de detalles sobre la cita en la galería Peironcely, se habían interesado por mi trabajo,  yo estaba pletórico de alegría; poco después me dedicarían una exposición individual, "Veraneo en Madrid"; trabajé en dicha galería  hasta que la cerraron por jubilación. ¡Ay Madrid, qué recuerdos!

¿Te acuerdas cuando eramos vecinos en Malasaña? Cruzaba la calle cada tarde  para invitarte a ver la puesta de sol, en el Templo de Devod, vestidos como si  estuviéramos al borde del mar, en  un lugar donde éste, no se concibe.

Una vez subimos a la azotea de la torre de Madrid, acompañados por el conserje, gozando de la vista a nuestros pies, de la ciudad esparcida  hacía la Mancha y al norte las brumosas nubes parecían comerse a la sierra. Al poco tiempo desde la escalera interior de dicha torre me puse a pintar y a la vez  imaginar  un cartel de fiesta que por fortuna sería el elegido para anunciarlas en julio del mismo año.

Lo mejor de la buhardilla era subirme al tejado con el pretexto de limpiar los cristales de las claraboyas,  para obtener mayor claridad; me sentaba sobre las tejas y el cielo encapotado de naranjas, malvas, rosas..., se recortaba por encima de la cúpula de San Cayetano y de un sinfín de antenas sobre las casas.

Los domingos, solíamos bajar a la plaza del Campillo, repleta de trastos y antigüedades que vendían los gitanos. ¡Nos encantaba!, con el tiempo conseguimos comprar alguna que otra  pieza, además de traérnoslas hasta casa, pues Ricardo,  un gitano de ley y vendedor, le pillaba de camino hacía su pueblo.

Otra delicia de la que disfrutábamos, era tomar cañas de cerveza y raciones de oreja con tu padre, en un bar de la calle de Embajadores, sin olvidar las verbenas al aire libre durante las fiestas de San Lorenzo, estando ya embarazada de Andrés.

Lavapiés era nuestro barrio, lo recuerdo chispeante  y popular. No tenía precio ver a la señora de enfrente pasear a su pato  y sus perros  por la calle o como disfrutaban una familia de gitanos cenando en una mesa larga a lo largo de la acera. Como olvidar las  trufas de la calle Mesón de Paredes, la señora  y sobre tod0 el solado de plaquetas hidraúlicas, que de golpe y porrazo un día desapareció junto a la pastelería, claro, y se convirtió en un establecimiento chino.

Imposible olvidar el nacimiento de  Andrés, el sol majestuoso se ponía aquella tarde de un frío enero,  tres años más tarde la mirada pizpireta de Isabel, hizó que el nacimiento de mi hijo lo  recordara más somnoliento, de cualquier modo los dos son lo más maravilloso que me ha sucedido hasta la fecha.

Recuerdo en una noche sofocante de verano, como nos volvimos locos recogiendo cilindros de cartón desechados de una tienda de tejidos, creyendo que me servirían para enrollar telas pintadas por mi. Nos gustaba mucho pasear por la Gran Vía a cualquier hora, de vez en cuando, siendo ya mayorcitos los niños, comíamos en la cafetería del Corte Inglés, en la planta octava; pedíamos la mesa que justo daba frente al edificio Capitol, al fondo como punto de fuga, la torre de Madrid y más al  fondo las montañas descollando entre los edificios y debajo el bullicio de los coches y las aceras atestadas de gente.

Era agradable y lo sigue siendo ir al Círculo de Bellas Artes a tomar un café en un marco decadente y señorial a la vez o subir a la azotea desde donde se ve coronando todo el centro de la ciudad, el espléndido cielo de  Madrid en cualquier época del año. Son muchos los recuerdos que atesora mi memoria, sería arduo repasarlos todos; ahora cuando vuelvo, es curioso, me convierto en  un turista que regresa  a su ciudad y necesita verlo todo para saber que está donde lo  dejó, de esta manera sigo fabricando más recuerdos.

Gregorio Gigorro
GREGORIO GIGORRO
"Gran Vía"
Tinta y óleo sobre lienzo
Firmado y fechado en 2.011
Medidas: 46,5 x 33,5


Aranjuez, 28 de diciembre de 2.012







jueves, 20 de diciembre de 2012

La estrella



En una noche de frío invierno, grandes y pequeños salieron a la calle, poseídos por una fiebre calenturienta, encaramándose los unos sobre los otros, esperando alcanzar aquella luz cegadora, haciendo palidecer al resto de los demás astros que poblaban el firmamento; como si se tratara de la nueva Jerusalém  celeste descendiendo sobre nosotros. "A su luz caminarán las naciones y los reyes de la tierra irán a llevar su esplendor",  según se describe en el libro del Apocalipsis.

Ojalá está luz inunde nuestros corazones de esperanza porque si no existe ésta, de poco sirve la vida, y  la alegría rebosante llene  hasta el último rincón del planeta.

En nombre de mi familia  y en el mio propio os deseamos una feliz navidad y esperamos que el próximo año venga cargado de ilusiones.


Gregorio Gigorro
GREGORIO GIGORRO
"La estrella"
Acrílico y tinta sobre lienzo
Firmado y fechado en 2.012
Medidas: 25 x 25 cm

En Aranjuez a 21 de diciembre de 2.012
                                       





domingo, 16 de diciembre de 2012

A correr


No pierdas tiempo, es urgente que no dejes escapar un solo segundo. ¡Hay una verdadera conspiración contra la vida!, y ésta es lo único que tenemos, por eso no debemos desperdiciarla por menos de nada. Existen multitud de cosas placenteras que se te escapan sin darte cuenta, que están ahí, al alcance de tus manos, de tus ojos...

Nadie puede impedir que veas el rocío en una hoja de hiedra, el sol en tu cara al atardecer, el gusto del agua sobre tus pies, en un ir y venir de las olas del mar; las miradas que se cruzan con otras  miradas, llenas de chispa y complicidad, siempre diferentes; el fuerte abrazo y el apretón de manos que son más que un documento notarial. Miles de pequeñas cosas  que importan mucho para que vivir sea más agradable, te están esperando.

¡Párate y disfruta!, cada instante es único e irrepetible, no pretendas agarrar una pompa de jabón, pues sería en vano. Si te caes cien veces, levántate otras tantas con más fuerza, si vas hacia atrás, es para tomar carrerilla; pero pase lo que pase, no dejes de sonreir nunca. No es un valor que cotice en bolsa,  pero es la mejor arma para dejar sin recursos al otro.

Los mejores momentos de mi existencia han sido gratis, nunca gratuitos.


Gregorio Gigorro
GREGORIO GIGORRO
"A correr"
Óleo sobre lienzo
Firmado y fechado en 2.012
Medidas: 19 x 61,5 cm


Aranjuez, 16 de diciembre de 2.012

P.D: ¿Te has fijado alguna vez en los paseo nerviosos de las hormigas? Inténtalo, ellas también viven bajo el sol.


jueves, 13 de diciembre de 2012

Una tienda particular


De un tiempo a esta parte se oye con frecuencia decir: "Me duele la cabeza o qué mala cabeza tengo, voy de cabeza..."; medio mundo anda desquiciado, basta con dar un paseo a pie o en cualquier medio de locomoción  para comprobar lo que os digo. Las personas deambulan sin verse, con la mirada perdida, absortos en sus cuitas, la gente está crispada; se usa el claxon a la primera de cambio, se grita mucho; mucho ruido y pocas nueces es la tónica reinante por estos lares.

Las buenas formas se encuentran de capa caída, demasiadas personas se extrañan si les saludas  por la calle o  pides algo por favor... Actualmente puedes tener miles de amigos virtuales y sin embargo no conocer al vecino del piso de arriba. El número de niños de padres separados es grande teniendo en cuenta la escasa natalidad, y es que casi nadie aguanta a nadie. La autoridad de los padres brilla por su ausencia en favor de niños consentidos y poco preparados para llevar algún día las riendas de sus vidas; vivimos en un mundo al revés.

Pensando en emprender un negocio, me devané los sesos, a punto estuvo mi "azotea" de salir echando humo, cuando por fin, di con la tecla.  Yo ofrecería algo distinto a los demás: ¡Abriría una tienda de cabezas, sí, como lo oís! Examinada la situación, viendo este mundo resquebrajarse, lleno de prisas, donde no se sabe si se va o si se viene, se sube o se baja; en definitiva sin norte alguno, lo mismo que se cambia de casa o de coche, ¿porqué no cambiar de cabeza?, para mejorar, claro.

Habría que hacer una limpieza exclusiva a cada cliente para que éste encontrara el mejor modelo de  testa; al mismo tiempo montar un gabinete para recuperar el sentido común, el más común de los sentidos brilla por su ausencia; deberíamos reinstalar de una vez por todas los principios que han regido nuestra vida, dando importancia al esfuerzo, a la voluntad, al riesgo, a la ilusión y a la creatividad.  A ser menos individuos y más personas, nos necesitamos los unos a los otros, porque todos estamos condenados a entendernos desde el respeto.

Por supuesto, para iniciar un  negocio sea el que sea, se necesita solventar muchos trámites: la elección de un lugar idóneo, bien situado, una llamativa publicidad, un capital...¡Qué sé yo!, un sinfín de vericuetos que hay que sortear para llegar a buen puerto y en eso estamos.

Verdaderamente que razón tenía Ortega cuando decía: " Lo que nos pasa es que no sabemos lo que nos pasa, por eso nos pasa lo que nos pasa".


Gregorio Gigorro
GREGORIO GIGORRO
"A borbotones"
Tinta china y acrílico sobre cartón
Firmado y fechado en 2.012
Medidas: 37,5 x 26,2


En Aranjuez, a 12 de diciembre de 2.012.




domingo, 2 de diciembre de 2012

Cosas que nunca te dije



Ya no estás entre nosotros, te has marchado definitivamente; pero yo, tu sobrino, te recordaré siempre porque desde muy pequeño estuve con vosotros, contigo y con el tío. Como mis padres tenían que trabajar les ayudabais a cuidar de su primer retoño, así empezasteis a ser un poco padres conmigo siendo aún novios.

¡Qué guapos estabais el día de vuestra boda, camino de la iglesia! Tú esbelta, sonreían tímidamente tus ojos verdes bajo el moño recogido en una diadema, él apuesto y sobrio como siempre fué. El evento quedó deslucido por la muerte de tu suegra, por ello en casa de los abuelos obsequiasteis a los pocos invitados a tomar limonada y pastas; sobraron muchas que se guardaron en la bodega, mis viajes a ésta se prodigaron bajo la mirada pintada del caballo de cartón fallero y las enormes tinajas que parecían vigilar mis visitas para endulzarme con los borrachos, pastel delicioso, muy pero que muy dulce. Cada vez que me como uno de ellos, me acuerdo de aquel día todavía.

Recuerdo tus regañinas porque no quería echarme la siesta, también cuando nació mi hermana mientras estábamos en casa de los abuelos en aquella blanca y fría mañana de enero.

Cómo olvidar  aquellas nochebuenas, comiendo el pavo recién cocinado, criado por la abuela, habiéndole visto antes desangrarse sobre el barreño de barro salpicado de humeante sangre; también cuando íbamos al campo a recoger la aceituna o la uva, todos juntos y contentos. Aquellas vacaciones en la Casilla donde vivíais cerca de Aranjuez, a la que he vuelto muchas veces, tú lo sabías; ahora ahogada por una fría y rápida autopista. En ese mismo lugar, siendo yo un niño, había un vivero repleto de magnolios y un sinfín de plantas, un arroyo justo al ladito donde nos bañabamos y un lilo aún costado de la casa y sobre todo mucho silencio.

Cómo olvidar los paseos en la Vespa del tío, tomando la curva de la calle de San Antonio, bajo los tilos. Me acostumbré al olor de la gasolina, a los umbrosos paseos, a los arroyos que discurrían bajo los centenarios plátanos, al perfume de los magnolios... Aquellas comidas en familia, a la sombra de las moreras todos juntos cuando aún vivía el abuelo, son inolvidables. 

En aquella época, todo, todo era más intenso: el olor a tomate recién cortado, el calor de una tarde de verano, el barro cuando llovía, el aroma del aceite sobre un trozo de pan, tus ojos verdes, tu risa, tu voz. Ahora todo eso se ha apagado; me fui a despedir de ti, a uno de esos sitios horrendos, tan a la moda en nuestro tiempo, donde se pierde toda intimidad y recogimiento.

Habrá que acostumbrarse a tu ausencia, ya no volveré a escucharte, a besarte, tu forma áspera y sincera de contar las cosas ha cesado. Pero yo te llevaré conmigo mientras viva, porque tú, me enseñaste mucho cuando era un niño. La infancia es el saldo de mi vida, y eso, no es moco de pavo.

A mi tía Alicia. 


Gregorio Gigorro
GREGORIO GIGORRO
"El paseo"
Tinta y acrílico sobre papel
Firmado y fechado en 2.012
Medidas; 42 x 29,5cm

Aranjuez, 2 de diciembre de 2.012

domingo, 25 de noviembre de 2012

Empaque


El viajero se detuvo frente a una fachada elegante y sobria de color hueso bajo el balcón central, la enorme  puerta entreabierta le invitó a entrar, descubrió un gran zaguán dividido en tres espacios, el más ancho que le hablaba de tiempos lejanos; sin duda  era el paso de carruajes, -¡cuántos habrían surcado esas losas desgastadas, esos vehículos repletos de equipajes llegados hasta aquí!- Más adelante, un arco de medio punto rebajado enmarcaba una fuente bien labrada en piedra con varias pilas decrecientes, situada en un patio cuadrado, donde convivían aparatos de aire acondicionado, tenderetes de ropa, persianas de diferentes colores...

A la izquierda del zaguán, nacía una ancha escalera con marchas que hacían cómoda la subida bajo arcos airosos, dejando entrar la luz plomiza de aquella mañana lluviosa, así llegó al piso noble que a través de una balconada alrededor del patio se asomaba a éste y permitía disfrutar de la cornisa rotunda de casetones que lo rodeaba. Pensaba, -¡qué hermoso debió de ser todo esto!-, ahora con desconchados en las paredes descoloridas, los ventanales maltrechos y tantos otros desperfectos.

Sentía de golpe ecos venidos de lejos, cuando el palacio estaba en su apogeo y se celebraban las fiestas a la luz de multitud de velas, la música, el baile, las risas de los invitados, el ir y venir de los lacayos; cuando en primavera se festejaban en Aranjuez las Jornadas Reales y los Duques de Medinaceli, dueños de este palacio acudían con los de Alba, Oñate, Osuna y otros, para disfrutar de los eventos preparados para su solaz.

Aranjuez, cada mes de marzo era una fiesta y una cita ineludible para la aristocracia española, donde compartían mesa y mantel los nobles con los artistas, la sociedad más refinada de la época al servicio de sus majestades no podía faltar y debía estar a la altura de su rango, para lo cual el despliegue de medios era todo un espectáculo; un verdadero ejercito de servidores, de proveedores se desplazaba para suministrar todo tipo de mercancias a tal efecto. 

Con el paso del tiempo las velas se apagaron, cesaron las risas y los conciertos con los mejores cantantes de ópera, se acabaron los paseos por el Tajo a bordo de lujosas falúas y también toda aquella llegada de mercancías para disfrute de unos pocos. Todo aquel lujo desapareció y aquellos edificios se fueron transformando en casas de vecinos como éste, otros se convirtieron en establecimientos de hostelería y alguno cuesta creer lo que en su día fueron. Con todo, uno puede adivinar lo que debieron de ser a juzgar por el empaque que aún conservan a pesar de la decadencia actual. Es una verdadera pena comprobarlo, se echa de menos una mínima sensibilidad hacia un patrimonio único que debería preservarse, pues estamos hablando de un lugar que nada tenía que envidiar a Versalles como centro de belleza y poder, que bien conservado sería un reclamo de visita obligada para aquellos que valoramos la hermosura en sentido más amplio.

Gregorio Gigorro
GREGORIO GIGORRO
"Globos sobre Aranjuez"
Tinta sobre lienzo
Firmado y fechado en 2.010
Medidas: 30 x 60 cm



Aranjuez, 25 de noviembre de 2.012

viernes, 16 de noviembre de 2012

A la vera del Divino Morales



El viajero se sentó rodeado de hermosura, colgado de las paredes se encontraba el esplendor del renacimiento español pintado: obras de Correa de Vivar, Juan de Juanes y Luis de Morales llamado el Divino con toda justicia debido a sus obras de asunto religioso.

Muy poco le importaban las influencias flamencas e italianas que le hablaban de la impronta de Sebastiano del Piombo, Cesare da Sesto o Fra Bartolomeo..., de su formación sevillana; no hay que olvidar que Sevilla era una ciudad rica en el sentido más amplio, a ella llegaban tanto el oro de América como poderosos banqueros y comerciantes así como un nutrido grupo de variopintos artistas para trabajar en dicha urbe. Como tampoco se debe olvidar la difusión de los grabados y dibujos de Alberto Durero, ni la obra de Pedro Berruguete, impregnada de la corte de Urbino y la llegada de artistas como Paolo de San Claudio a Valencia, traído de la mano de Rodrigo Borja, después convertido en papa con el nombre de Alejandro VI.

Todo eso, quedaba lejos para él, aislado en una isla de la belleza, sabiéndose solitario, rodeado del ajetreo propio de la ciudad, transtornada por una jornada de huelga general. Sin embargo, viendo detenidamente la obra de Luis de Morales, le venía el recuerdo de aquel día en que una amiga, le mostró en su casa una anunciación del autor; quedó fascinado por la sencillez, la dulzura y el equilibrio a un palmo de sus ojos. Aquella imagen le obsesionó y aunque con posterioridad había disfrutado de un montón de maternidades, siempre volvía a aquel cuadro, "La virgen con el niño", era un derroche de ternura, de paz y de equilibrio; ahora solo y solamente con los ojos del alma se deleitaba ante aquella obra maestra que el paso de los años no había logrado pasar por alto, al contrario le seguía atrayendo como un imán sobre el resto, y hacer esto en el Museo del Prado le parecía una absoluta incosciencia; sobre todo sabiendo que estaba detenido frente a una obra de un pintor que nunca fue considerado de primera fila según los eruditos, pues le adjudicaron el calificativo de "manierista".

El sentía que los datos era conveniente saberlos pero a la postre no importan demasiado, cuando lo fundamental es el placer de gozar de algo sencillamente hermoso.

No es de extrañar que un monarca como Felipe II heredero del Concilio de Trento entre otros muchos legados quisiera conocer a este artista cuyo trabajo le venía como anillo al dedo para despertar la devoción que preconizaba la contrareforma, comenzada por su padre el emperador.

GREGORIO GIGORRO
GREGORIO GIGORRO
Boceto para plato
Acrílico sobre papel de embalar
Firmado y fechado en 2.012



Aranjuez,  17 de noviembre de 2.012

domingo, 28 de octubre de 2012

La rata Tata en el museo


A punto estuvo de reventar Tata, después de darse aquella gran comilona, por fin se había zampado aquel cuadrito; se trataba nada menos que de un retrato de una princesa, de esos que encargaban cuando se iniciaban los tratos de matrimonio entre príncipes de otras épocas.

Nuestro animalillo peludo se quedó prendado de aquella belleza risueña, desde que la descubrió en el desván del museo, donde tantos otros cuadros esperaban para ser limpiados. Ella se quedó bizca, ¡qué retrato tan lindo! "Se decía", ¡qué cuello tan esbelto!, ¡qué primor! Su mirada parecía perseguirla, "Me la comería enterita"; ¡oye, dicho y hecho! Era un decir, porque como es lógico, se tomó su tiempo. 

Poco después de nacer nuestra ratita, toda su familia se había mudado al museo, para tener otro "aire", decía el padre, aconsejado por la otra parte de dicha familia que vivía muy cerca en otro edificio de mucho postín. En el Museo se podrían empapar tanto de cultura como de comida ya que contaba con una amplia cafetería frecuentada diariamente por una caterva de turistas. Lo cierto es que Tata se encontraba en su salsa, desde muy pronto mostró una gran atracción por la actividad artística y enseguida averiguó todos los vericuetos de aquel templo de la belleza.

Nunca pensó que esa atracción se convertiría en su auténtica obsesión, sobre todo cuando descubrió en el taller de restauración el retrato que quiso hacer suyo, sólo suyo; después de ver todas las obras colgadas de los muros desde su mirada a ras del suelo, toda vez que el museo quedaba desierto, no había duda, la elegida era la mejor, parecía olvidada, sola y desvalida; nadie la echaría en falta.

Noche tras noche, la empezó a echar el diente, roe que te roe, y poco a poco veía como aquella princesita paulatinamente iba desapareciendo, primero por el fondo, después por los trozos del vestido, los rizos, continuando por los párpados, la mirada chispeante... 

Todo aquel ser representado viviría dentro de un animal peludo tras el largo invierno. Así el marco construido por dos columnas clásicas a ambos lados, coronado por un frontón, todo ello dorado al agua,  quedó como único testigo de lo que un día enmarcó: ese instante pintado que parecía eterno. Quizá algún día alguien se devanaría los sesos pensando que pudo albergar aquello.

No sé, no sé... La vida frecuentemente nos sobrepasa; Las andanzas de aquella ratita incansable a lo mejor, sólo acababan de comenzar.



GREGORIO GIGORRO
GREGORIO GIGORRO
"Veo, veo"
Tinta china y acrílico sobre cartón
Firmado y fechado en 2.012
Medidas: 35 x 25 cm

Aranjuez,  28 de octubre de 2.012




sábado, 13 de octubre de 2012

El sueño de la princesita



Desde su más tierna infancia,  Eva creció entre algodones y sedas, teniendo a todo el mundo a sus pies, prodigándole su más ferviente devoción, pues era la princesa, llamada a regir el destino de su pueblo, del cual estaba totalmente apartada; su vida trascurría en un ir y venir a los palacios de sus padres, a cual más hermoso; aunque de todos ellos la niña prefería con diferencia uno situado al borde de un río caudaloso, cuyas orillas estaban pobladas por recios árboles y bellísimos jardines repletos de paseos, con un sinfín de flores y fuentes monumentales. La llevaban a montar a caballo bajo la sombra de los plátanos, a navegar en falúa escuchando los solos del mejor cantante de opera del momento; todo para suavizar la férrea educación a la que estaba sometida la princesa, pues algún día se convertiría en reina. Sus viejos padres con frecuencia le decían: "Tú, tendrás que lidiar con una herencia portentosa".

La niña, de todo esto no comprendía nada, sin hermanos con los que jugar, se entretenía con las muñecas o con hacer volar a las cometas o hacer navegar a los barquitos en los estanques; pero nunca dejaba de soñar con volar a otros lugares, pues intuía la existencia de otros mundos, más allá de los confines de una vida demasiado encorsetada en palacio. Cada vez que abría el balcón de su habitación, sobre todo en primavera, le alegraba el gorjeo de los pájaros y se decía: "Vuelan, no paran de hacerlo y parecen contentos". Cuando paseaba con su dama, de entre las flores salían a su paso multitud de mariposas de colores, le llamaban la atención las de color naranja especialmente. Cada noche, le perseguía hasta conciliar el sueño, el vuelo de aquellos insectos y una vez dormida empezaba a correr, correr sola detrás de las mariposas hasta volver a la realidad a la mañana siguiente.

Así fue trancurriendo el tiempo que no mermó ni un ápice su obsesión por el mismo sueño, aquel que con insistencia se repetía, independientemente del lugar donde se encontrará. De poco servían las visitas de otros príncipes, de las fiestas, de los fastos, de toda la pompa que conllevaba su posición; su alteza sólo tenía una idea: "Volar sin parar".

Una buena mañana, habiendo preparado todo, salió de puntillas, sabiendo el lugar por donde pasaría inadvertida y de golpe y porrazo se dijó: "Pies para que os quiero", y corrió, corrió ... no sé cuanto, pero sí hasta que el cansancio la derrotó; extenuada se desplomó sobre la hierba a los pies de un gran plátano de sombra y se durmió como una piedra.

Llamaron  a  la puerta, al despertar la mostraron un vestido anaranjado, cubierto por montones de mariposas que recorrían volando toda la primososa prenda; se lo habían confeccionado para la cena de aquella noche, pues era su cumpleaños. Eva acababa de estrenar doce años, y sonrió.

GREGORIO GIGORRO
GREGORIO GIGORRO
"la niña  y la cometa"
Tinta china y acrílico sobre papel
Firmado y fechado en 2.011
Medidas: 35 x 50 cm



Aranjuez, 13 de octubre de 2.012

sábado, 6 de octubre de 2012

La faena



Redondo como el sol radiante, como la pelota que rueda, como las ruedas de los coches con los que juegas; redondos son los ojos con los que miras al cielo que también es redondo como la Tierra que habitas. Redonda, como la mesa redonda dispuesta para la fiesta, que si sale bien, será también redonda, como los buenos negocios y las estupendas faenas libradas en la plaza redonda.

Redondo como un tondo, un reloj, un ojo de buey, un arco de un puente... Todo lo que es redondo me gusta porque me envuelve, me atrae.

Dios, debe ser redondo porque cabe todo, no tiene esquinas; ¡Qué rico estaba el arroz cocinado en la paellera! ¡Y qué hermosa estaba la luna llena aquella noche sobre el firmamento! Y qué decir de la tarta redonda que está esperándote para festejar el mejor día de tu vida, el que tienes para disfrutar, pues no hay otro hoy por hoy. ¡Felicidades!


GREGORIO GIGORRO
"la faena"
Óleo sobre lienzo
Firmado y fechado en 2.010
Medidas: 60 x 60 cm


Aranjuez, 5 dc octubre de 2.012

miércoles, 26 de septiembre de 2012

Septiembre



Sobre los cipreses jóvenes y los pinos centenarios, como sombrillas gigantes, se extendía la llanura de tonos rosáceos, entre los azules suaves, formando surcos interminables, parecía una inmensa tierra de cereales en el firmamento. Se va acercando la mañana, el sol se va demorando para lucir en lo alto, los días se van acortando; las gentes, pasado el tedio del largo verano, parecen cansadas. Las calles se llenan de niños gritones y alegres que vuelven al colegio; en el campo comienza la vendimia. ¡Qué delicia, ver los racimos de uvas blancas y negras entre los pámpanos de las cepas a lo largo de los surcos! Podrían decorar las estancias celestiales al igual que las zarzamoras y la madreselva con ese perfume, impregnando todo lo que rodea en las noches de verano.

Los pueblos huelen a uva recién pisada, los huertos dan la mejor cosecha, aquella que sabe a gloria. Las mariposas se van marchando, las rosas y otras flores se han ido marchitando; la parra, aún frondosa va dejando caer las hojas secas que tapizarán el suelo, la hamaca a la que mi hijo habría pedido en matrimonio, pues le encantaba reposar sobre ella, espera que alguien se siente a que lleguen los atardeceres, ahora más tempranos, quizá más luminosos. Los barrenderos no sufren de melancolía precisamente ya que los paseos y avenidas van cubriéndose de un manto ocre. El olor a hierba recién cortada me trae a la primavera, el de la uva en los lagares al otoño.

Todo comienza a mudar su envoltura verde, para trocarla por los ocres, anaranjados, rojizos... Otra vez todo vuelve a empezar.

Gregorio Gigorro
GREGORIO GIGORRO
"Bajo la parra rojiza"
Tinta china y acrílico sobre papel
Firmado y fechado en 2.012
Medidas: 29,5 x 40,5 cm



Aranjuez, 21 de septiembre de 2.012



martes, 18 de septiembre de 2012

Una plaza "redonda"



¡Qué suerte!, estar colocada en su trono, tirado por dos leones, viendo la vida pasar, sin decir ni "mu...". La situaron en el centro de la plaza como si se tratara de una tarta, coronada por ella y rodeada de dos velas que son los surtidores de agua que la flanquean. ¡Qué maravilla!, poder disfrutar desde allí de todas las puestas de sol sobre los edificios y qué bien librarse de ver la torre de Valencia, ese copete tan desafortunado sobre la puerta de Alcalá. Como nunca ha tenido marido le añadieron en el siglo XIX  en la parte trasera, dos angelotes que no cesan de jugar con el agua.

"Cibeles", la diosa frígia que representa la fertilidad, la tierra..., junto con Neptuno, dios del mar, al que nunca se ha dignado a mirar, componen con Apolo, dios de la belleza y la música, la tríada del paseo mandado proyectar por Carlos III en el siglo XVIII. La plaza es una tarjeta postal de Madrid, capital de las Españas, a sus pies bulle un ir y venir frenético de coches y personas. ¡Cuántas ilusiones, cuántos sinsabores pasaran cada día por este lugar! Tantos proyectos frustrados y deseos conseguidos en una ciudad donde había sitio para todo el mundo sin importar de donde viniera; es un lugar de celebraciones, de encuentros, de manifestaciones, rodeada por edificios señeros del paisaje urbano, como el Ayuntamiento, la sede del Instituto Cervantes, el Banco de España y la Casa de América, por cierto uno siente una emoción especial cuando estando en Ciudad de México comprueba que existe una réplica de la fuente, muy lejos de aquí. ¡Por algo será...!

Siempre está adornada con los mejores parterres de flores para realzar su belleza, para conseguir que la novia de todos aunque sola y sin marido esté contenta, como decía la canción: "A la sombra de un león". Si no es un remedio, siempre es un consuelo que hay que agradecer.


Gregorio Gigorro
GREGORIO GIGORRO
"Una plaza redonda"
Óleo sobre lienzo
Firmado y fechado en 2.012
Medidas: 46 x 55 cm

Aranjuez, 15 de septiembre de 2.012

sábado, 15 de septiembre de 2012

Una noche mágica




Dándole en la cara, el pálido sol de la mañana, recordaba aquella noche calurosa y lejana del mes de julio, cuando se decidió a tomar un autobús hasta Córdoba. El calor ascendía desde el asfalto de la calzada, las aceras estaban pringosas y él chorreaba de sudor hasta que dió con el andén desde donde partiría.

Seguro que enseguida, se quedó dormido, como cuando era pequeño y le mecían en su cuna. Debían de ser alrededor de las cinco de la madrugada, cuando llegó a su destino; dejando la avenida donde paró su autobús, se internó en la maraña de callejuelas tortuosas. Solamente la noche estrellada le acompañaba y él solo se sentía bien.

La ciudad desierta desplegaba todo su perfume en los recoletos jardines, donde sobresalían las altaneras palmeras; se acordaba de aquel árabe venido de Oriente, en el siglo VIII d.C. "Abderraman I", sobreviviente a la matanza de su familia, desde Siria trajo hasta aquí aquel árbol exótico; por el contrario las columnas esbeltas de orden corintio del templo en la calle de Claudio Marcelo al igual que los capiteles, frisos y otros despojos carcomidos por el tiempo, esparcidos sobre la plaza del Museo Arqueológico; le hablaban de su pasado romano.

Recorrió la calle de San Fernando, adornada con naranjos hasta desembocar en la plaza de la Corredera, austera y barroca, en cuyo subsuelo resuenan todavía los ecos de los combates entre gladiadores, pues allí estuvo el Circo Romano y mucho después, desde sus balcones se presenciaron todo tipo de celebraciones desde corridas de toros, autos de fé, mercados y hasta concursos de toda índole.

Bajo la luz de las farolas,  el contorno de las cosas se desdibujaba, los recovecos eran más oscuros, más sugerentes; sin nadie por las calles y en penumbra, los colores desaparecían para dejar paso al oído, al tacto, al olfato, para sentir las fragancias de Oriente en un lugar que hace diez siglos fue el ombligo del mundo.

Deambuló por toda la ciudad, se acercó al rio grande al que se asoma desde la torre de la Mezquita-Catedral, las cúpulas barrocas, las espadañas, mientras él discurría ancho y manso bajo los ojos del puente romano entre ruinas de molinos árabes. Cansado de tanta historia, buscó acomodo sobre un banco de piedra a la vera de una fuente que canturreaba levemente, rodeada de naranjos, macizos de flores y majestuosos magnolios; enseguida cayó rendido por el sueño.

El ruido de los pájaros sobre los árboles de la placita donde se encontraba, seguido del tañir de algún cercano campanario, le decía que la mañana, muy luminosa por cierto,  había llegado; con ella, las ganas de descubrir a plena luz todo lo que había vislumbrado durante la noche.


Gregorio Gigorro
Gregorio Gigorro
"En el Jardín de la Isla"
Óleo sobre lienzo
Firmado y fechado en 2.012
Medidas: 33 X 41 cm



Aranjuez, 11 de septiembre de 2.012

jueves, 6 de septiembre de 2012

Segovia



     Se sentó en el rastrojo, sin parpadear, sin articular palabra, sencillamente se quedó boquiabierto. A esa hora, el cielo se cubrió con la mejor paleta de colores pasteles para engalanar aún más la ciudad. El sol poniente, se tomó el placer de fingir un incendio aquella tarde como si se tratara de aquel emperador romano que hizo lo mismo con Roma.

Así, Segovia, encaramada sobre un monte que asemeja un gigantesco barco varado sobre los barrancos verdes que la circundan, cada tarde aparece iluminada, deslumbrante e irreal con el telón de fondo de la montaña. Ante nuestros ojos maravillados, la proa del buque es el gallardo Alcázar, verdadero palacio de cuento de hadas, a continuación la esbelta catedral, después San Esteban, San Andrés..., por encima del abrumado caserío ceñido por las murallas. El paseo continua regresando al Azoguejo, bajo el Acueducto, siguieron conmovidos por tan magnífica obra de ingeniería, tan sólida y delicada a la vez, construida hace ya 2000 años, solamente para abastecer a un puesto militar, no a la ciudad inexistente. La luz del día fue sustituida por la de los focos para realzar los monumentos; la plaza estaba repleta de terrazas, donde los turistas disfutaban de una banda de jazz. Él se acordaba de la "Dolce vita", de Roma, de Fellini.

Subieron por la calle Real, llena de iglesias, palacios y tiendas de todo tipo, que hacen del paseo algo más entretenido, sobre todo para ellas. La Plaza Mayor se le antojó un gran patio de vecinos, diseminados en animada charla bajo las acacias y el templete de la música, la catedral majestuosa y muda se encontraba al fondo frente al teatro. No estaban cansados, continuaron por el barrio de las Canonjías, donde abundan los miradores ajardinados sobre el Eresma; el silencio de la noche lo interrumpían los surtidores tímidos de las fuentes que invitan al sosiego en una noche de verano, nada calurosa. Fueron desgranando iglesias románicas, palacios renacentistas, se toparon con la muralla y desde allí contemplaron los arrabales con las torres iluminadas del Salvador, San Justo y otra vez apareció sesgado el acueducto imponente descollando sobre las apiñadas casas. Se hizo tarde, aunque no más de noche, de esta manera despacio tomaron una carretera cómoda y desierta para volver a casa.

Gregorio Gigorro
GREGORIO GIGORRO
"Cachito de Cielo"
Óleo sobre lienzo
Firmado y fechado en 2.009
Medidas: 91,5 X 53,5 cm


Aranjuez, 6 de septiembre de 2.012




domingo, 2 de septiembre de 2012

El alborozo



¡Ay, ay, qué estruendo! ¿Qué es ese ir y venir de ángeles y caballos alados? Desde aquí abajo, resuenan los relinchos, las voces, las trompetas y todo el cielo está invadido por  una gigantesca ola de truenos, relámpagos, rayos y centellas; será el calor, claro, por eso se está preparando una tormenta importante, para aliviarnos de la canícula reinante a los pobres mortales. Pero no, parece que se prepara algo muy distinto, pues los ángeles andan volando, en busca de toda la Corte celestial. ¡Sí, eso va ser!

De buena tinta me he enterado, que tan altos dignatarios están organizando una reunión del más alto nivel con gran boato y algarabía, para intentar que dicha Corte ponga freno al tamaño desaguisado en el que se ha convertido la tierra. Bueno, pues las divinas intenciones no parecen escatimar, ¡qué haya suerte en tan descomunal empresa!, y toda esta tempestad se apacigüe para llegar a buen puerto.




Gregorio Gigorro
GREGORIO GIGORRO
"El alborozo" (Tapa para una mesa)
Tinta china y acrílico sobre papel de embalar
Firmado y fechado en 2.012
Medidas: 49 x 91, 5 cm



Aranjuez, 31 de agosto de 2.012







lunes, 27 de agosto de 2012

Veo, veo.



Los ojos de un bebé, de un pajarillo, de una lagartija... ¿Las flores tienen ojos? Las vacas sí que los tienen, grandes y redondos; los ojos de un caballo, de un toro, te escrutan firmemente; los de un perro me siguen, como si hubiera sido su dueño. Los de un niño son limpios, te reflejas en su iris virginal, como si fuera un cristal, los de un gato resaltan en la oscuridad de la noche, creando un ambiente inquietante. Hay ojos que chispean de alegría, o de sorpresa, otros se encuentran tristes y melancólicos; abundan los que miran pero no ven. ¿Verán los peces, las serpientes, las tortugas...?, y si lo hicieran, ¿cómo nos verían?. 

Nosotros vemos, ¿nos vemos de verdad? Hay ojos que piden ayuda, perdón, ternura; algunos destilan rabia, ira, desánimo, cansancio, ansiedad, nerviosismo, dulzura, paz...

Los hay azules como el mar azul, verdes como la canción, negros como el cuento, profundos como un pozo hondo. Hay personas que no miran cuando hablan con otras, hay miradas que dan vida, que tocan con el alma y éste no necesita de las palabras.

¿Y tú, qué miras? ¿Qué ves?

Gregorio Gigorro
GREGORIO GIGORRO
"El festín" (boceto para tabla de mesa)
Tinta y acrílico sobre papel de embalar
Firmado  y fechado en 2.012
Medidas: 49 x 91,5 cm


Aranjuez, 27 de agosto de 2.012


jueves, 23 de agosto de 2012

Cambio de aire


Mientras acariciaba la idea de haber nacido en Cádiz, ciudad abrazada por el mar, las manos giraban suavemente el volante por una carretera desierta, rodeada de una llanura rojiza, plagada de olivos polvorientos, entre viñas de uvas negras. Poco después abandonaba dicha ocurrencia y me acordé de una clienta, cuando la comenté acerca del lugar de mi nacimiento, me respondió: "Nada de eso, tú tendrías que haber nacido en Baden-Baden, ciudad famosa por sus balnearios, frecuentados por una selecta clientela, me sonaba a algo exótico y tenía gracia; mientras tanto el camino seguía desierto, ahora habitado por cientos de vacas, toros y caballos, ¡qué ni pintados!

Avanzamos y definitivamente, todo se volvió frondoso, montones de zarzamoras a punto de madurar, se agolpaban al borde de la carretera; mi hija y yo hacíamos "la recolección" de tan dulce fruto; Pilar, mi mujer se acordaba de su infancia en un pueblo de Ávila, donde sus árboles, estanques y huertos se mezclaban con los míos.

Lo más alto del paseo fue la llegada a la cima, a nuestros pies, se extendía la inmensa llanura, salpicada de encinas hasta donde las nubes del cielo encapotado permitían abarcar nuestros ojos; descendimos hasta el valle y avistamos un embalse grande que es el comienzo del parque natural de Cabañeros, ¡qué delicia!, ¡qué derroche de hermosura!, miles de árboles conviven la mar de bien con un montón de animales, hasta pudimos ver un ciervo. La tarde se fue oscureciendo y casi de repente delante de nosotros, apareció un carruaje tirado por dos caballos tordos, desplazándose suavemente sobre el asfalto al son de las campanillas que adornaban sus cabezas, arreados por un cochero paciente. Me acordé de mi abuelo, de sus mulas, de todos aquellos aperos de labranza que yo guardé con celo y que sin embargo, se perdieron tras el derrumbe de la casa, donde se cobijaban. Aquel recuerdo no se había perdido, sigue dentro de mi. 

Y es que cada persona por la razón que sea,  puede decidir nacer donde le dé la gana, pues "Uno no es de donde nace, sino de donde pace". Pero los recuerdos no se pueden cambiar, porque son los que son, quizá se conseguirá maquillarlos un poquito, nada más.

Gregorio Gigorro
GREGORIO GIGORRO
Abanico
Tinta china y acrílico sobre madera
Firmado y fechado en 2.011



Aranjuez, 21 de agosto de 2.012




sábado, 18 de agosto de 2012

El viaje



¡Cómo aquel viaje, ninguno!, sin preparar, sin programar, de golpe y porrazo, él, le dijó: "Vámonos". Le mostró dos billetes de autobús, en su mochila llevaba dos bocadillos, dos trajes de baño y dos jerseys ligeros por si hacía frío; pero su verdadero equipaje, estaba repleto de alegría, de ganas de vivir, de conocerse y conocer juntos otros lugares.

Se marcharon al Sur por la noche,  y a la mañana siguiente estaban frente al mar, se encontraban en un sitio donde la primavera ya se sentía, se olía aunque fuera invierno. Abandonándose a las caricias, a las risas, a los paseos al borde de las olas lamiéndoles los pies; tenía la impresión de estar en un lugar desierto, donde la calma les inundaba los pulmones, los ojos ciegos de las casas asomadas al precipicio y los vaivenes suaves de las palmeras parecían observarles. Al anochecer llegaron a Granada, callejearon por el Albaizyn bajo la luz de las estrellas. ¡Qué noche más hermosa!, ¡Qué mañana tan bonita!, descubrieron juntos la Alhambra: los mil reflejos en el agua de esa arquitectura tan grácil, tan sugestiva, las filigranas de las yeserías; el susurro de las fuentes lo inundaba todo, todo ese perfume provenía de los arriates llenos de flores, de los naranjos...

Bajo el sol de la tarde, uno al lado del otro se adormilaron con una calma risueña en los jardines del Generalife mientras los ojos verdes de un gato gordo no dejaba de mirarles.


Gregorio Gigorro
GREGORIO GIGORRO
"En Toledo había una playa" -Boceto-
Óleo sobre tabla
Firmado y fechado en 2.009
Medidas: 28 x 35 cm


En el Soto de Legamarejo a 18 de Agosto de 2.012



miércoles, 15 de agosto de 2012

Un personaje de cuento



Ella, se alivia de estos calores al borde del mar, de un mar vago sin olas, donde poder sentarse a la orilla y disfrutar de las idas y venidas de esos bichitos de colores, siempre nerviosos y húmedos, moviéndose entre sus pies.

Quizá, esté cuidando de sus nietos, mientras sus padres trabajan o esté sola y sin marido; así soltera en la vida haya venido hasta aquí con unas amigas como ella, para sentirse menos sola o más, según se mire. Pero bien mirada, luce un aspecto estupendo: buen color, una presencia rotunda con su precioso bañador y un moño que no se deshace ni bajo una tempestad.

De cualquier manera, a buen seguro, ella es capaz de hacer un plato de comida rica para sus amigos, gozar de una buena lectura, cuidarse haciendo deporte, correr con su propia Vespa; en fin..., hasta jugar con unas pequeñas criaturas que parecen muñecos o tal vez son los únicos náufragos de un desastre; mientras viajaban en un crucero después de capear un montón de contratiempos, han llegado a un mundo habitado por gigantes. ¡Qué se yo...!

Ahora, sencillamente Pepi está bañándose.

Gregorio Gigorro
GREGORIO GIGORRO
"Pepi bañándose"
Óleo sobre lienzo
Firmado y fechado en 2.012
Medidas: 1,62 x 89 cm



En el Mirador, 15 de agosto de 2.012



sábado, 11 de agosto de 2012

Guadalupe



Después de atravesar el puente del Arzobispo sobre el río Tajo, gótico para más señas, dejaron atrás el valle; el camino se fue haciendo empinado, rodeado de encinas y alcornoques, subiendo y bajando, el paisaje fue cambiando; al poco tiempo se tornó jugoso y amable, entraban en la comarca de las Villuercas, sembrada de bosques y embalses, la carretera se hacía cada vez más tortuosa, todo se convirtió en un cuento y como un cuento apareció Guadalupe, en la ladera de un monte tapizado de verde, sobresalía el monasterio abrazado por el pueblo.

¡Por fín, habían saldado la deuda! Desde que viajaron a México, donde conocieron el santuario del mismo nombre, comprendieron la grandeza de su país, la importancia de lo hispánico, lo mucho que a través de la historia habíamos aportado al otro lado del charco y cuánto habíamos recibido a cambio.

No había nadie por la calle, sólo el calor campeaba a sus anchas. Se encontraron ante el soberbio edificio que se hallaba a medio camino entre una fortaleza, un palacio que le recordaba de lejos al de Urbino en Italia y una iglesia, fueron bordeando el santuario, constatando que la rudeza de la construcción era suavizada por las torres de remates puntiagudos, de color blanco y azul, por las filigranas de los rosetones y gabletes calados, por las diferentes cúpulas y otros elementos arquitectónicos. La mezcla entre lo gótico, mudéjar, renacentista y barroco debido a las sucesivas aportaciones de distintas épocas daba como resultado un conjunto muy armonioso.

En el interior sorprende la calidad de las colecciones que atesora, fruto de las numerosas donaciones por parte de reyes, nobles y prelados; desde el siglo XIV, este lugar se vistió con los más ricos bordados, libros miniados, esculturas, delicada orfebrería..., los muros se cubrieron de las más exquisitas pinturas decorativas, artistas como Zurbarán o Giordano, contribuyeron con su trabajo a embellecer el santuario. Todo para honrar a la virgen, ante la que se han postrado los mas ilustres personajes a través de los tiempos para rendirle pleitesía. La veneración continua, doy fé.

Detrás de las palmeras, los naranjos y las buganvillas, se recortan sobre el cielo cuando el sol va cayendo, las torres, las cúpulas, las almenas. ¿Cómo olvidar una vista que invita a soñar? Imposible olvidar el susurro de la fuente sobre el solado de colores de raigambre árabe en el claustro mudéjar o la escultura en cerámica de la virgen en el gótico; el perfume de los limoneros en el patio del parador y tantos detalles difíciles de retener en tan sólo una visita


Gregorio Gigorro
GREGORIO GIGORRO
"Trocito de jardín"
Tinta china y acrílico sobre madera
Firmado y fechado en 2.011
Medidas: 19 x 50 cm


Aranjuez, 10 de agosto de 2.012

                                         

jueves, 9 de agosto de 2012

De madrugada




A esas horas el mundo duerme, los habitantes de la ciudad siguen con las sábanas pegadas en sus casas. Las calles lucen vacías de coches, no hay un alma, las farolas parecen árboles raquíticos de color ámbar, reflejándose en el suelo mojado. A esas horas, tienes la sensación de que ha ocurrido un desastre y todos han desaparecido, sin hacer ruido, sin dejar rastro. Los jardines están cerrados, las terrazas solitarias, el aire quieto. La ciudad te pertenece porque no tienes que compartirla con nadie, se convierte en un espacio metafísico, ensoñador.



Gregorio Gigorro
GREGORIO GIGORRO
"Un lugar para soñar"
Técnica mixta sobre papel
Firmado y fechado en 2.011
Medidas: 35 x 50 cm

Aranjuez, 8 de agosto de 2.012


A esas horas al cruzar la gran plaza les dieron ganas de apearse del coche y bailar un valls bajo la mirada cómplice de Venus, desde su pedestal de piedra. ¡Pero no puede ser!, porque sabían que estaban colocando el puente de barcas con mucho sigilo para no despertar a la bandada de patos que estaba durmiendo en la isla, cerca de allí. Atravesaron el río y continuaron bajo el paseo oscuro de los árboles, al rato empezó a clarear tímidamente, algunos coches empezaban a aparecer en la carretera, con su ruido, con sus prisas; la luz lo inundó todo, había nacido otra mañana que sin duda les pertenecía.


                               

miércoles, 8 de agosto de 2012

Ayer



Desde la barandilla veía justo debajo, bañarse a los niños, divirtiéndose entre los pedruscos del río que venía de la sierra, otros chapoteaban en el agua helada, más allá tomaban el sol o se dirigían a las sombrillas donde estaban sus padres para darles de merendar; todo frente a la presencia muda de un viejo puente de ojo apuntado que sobresalía de entre los pinos.

Parece que fue ayer, pensaba mientras observaba la escena. Él se veía, bañándose en los estanques del campo antes de que sus dueños los vaciaran para regar los huertos, después se secaban al sol, sin toalla y más tarde volvían a casa en bicicleta.

Parece que fue ayer, cuando subía a las eras donde se trillaba el grano separándolo de la paja, una vez acabada la recolección del cereal; todo era amarillo, seco y el sol te ardía en la cara.

Parece que fue ayer, cuando recogía el espliego para venderlo, todo olía intensamente a esa planta que le sigue gustando tanto como el aroma de un tomate recién cortado de la mata o el sabor del melón recién abierto. Aquellos veranos eran interminables y pegajosos, era obligatorio hacer la siesta, ponerse guapo para ir a misa los domingos o montarse en los caballitos al llegar la fiesta del pueblo.

Parece que fue ayer... 

Gregorio Gigorro
GREGORIO GIGORRO
"Pepi montada en un caballito"
Acrílico sobre papel
Firmado y fechado en 2.002
Medidas: 50 x 35 cm

Aranjuez, 5 de agosto de 2.012