miércoles, 5 de junio de 2013

El volapié


Aquella tarde de mayo acodado en la baranda, al sentir la música de la cercana plaza de toros, los acordes de un pasodoble se elevaron sobre las cúpulas de palacio y de San Antonio, se esparcieron por los jardines llegando hasta los sotos, subiendo hasta la azotea y se dejó llevar, volando hacía otra época, de repente se vio en aquel coso, construido hace más de doscientos años, en un tiempo record para solaz de los regios espectadores y toda su corte.
Goya, que tantas veces había visitado el Real Sitio, requerido por sus majestades, el príncipe de la Paz entre otros nobles; recuérdese que el retrato de la familia de Carlos IV al completo lo pintó aquí, concretamente en el salón Ariadna de palacio; se encontraba junto a Cayetana, duquesa de Alba, disfrutando de la corrida, gozando de la vida que tanto le había costado conseguir; ella, señora distinguida y llana a la vez, se sentía atraída por los toreros y  los saraos populares. A buen seguro que no se perdió aquel día de toros en  Madrid, cuando Barbudo, un toro negro zaino, acabó con la vida del diestro José Delgado, "Pepe-Hillo", inventor del volapié.
Nadie podía imaginar que un año después, a finales de julio de 1.802 doña Maria del Pilar Teresa Cayetana de Silva y Silva, moría inesperadamente sin dejar descendencia,  en ella se extinguió la rama principal de los Alba, pasando el titulo a una rama colateral, a la de Fitz-James Stuart.
Nuestro pintor en seis meses de trabajo en el año 1.798 había decorado la media naranja de San Antonio de la Florida, su obra redonda, pletórica de vida, donde personajes de aquel Madrid se arremolinan ante el milagro del Santo, hecho ocurrido en el siglo XIII pero trasladado al siglo XVIII; poco después sería nombrado el primer pintor de cámara del rey Carlos IV.
Pero mucho antes entre 1.793 y 1.794 al quedar viuda Cayetana, le acompaña a Sanlúcar, serán diez meses de alegría, pintará como un poseso hasta formar el delicioso cuaderno de bocetos. Es fácil imaginar a la pareja pasear al borde de la bahía o por el Coto de Doñana impregnados por la brisa marina y la luz transparente; como tampoco lo es cuando uno se encuentra en el Volapié, un lugar traído del sur hasta Aranjuez, para deleitarnos con los sabores de la buena mesa que huelen y saben a esa tierra tan cálida, en el restaurante de mi amigo Ricardo, no añoras a Cádiz, parece que estás allí. Si Goya viviera a buen seguro que hubiera tomado un refrigerio con Doña Cayetana para seguir recordando aquella temporada pasada; el aroma del sur está a un paso de ti, de igual manera que los lugares frecuentados por personajes como la aristócrata y el artista mencionados, otros como Farinelli, la duquesa de Osuna, Godoy, la condesa de Chinchón..., posteriormente Rusiñol, el maestro Rodrigo y tantos otros que han sido seducidos por este Sitio con mayúscula  y lo han engrandecido.
Muchas veces disponemos de lugares maravillosos y cercanos, sin embargo no somos capaces de verlos.

GREGORIO GIGORRO
GREGORIO GIGORRO
"Globos sobre Aranjuez"
Acrílico sobre papel
Firmado y fechado en 2009
Medidas: 70 x 35 cm




En Aranjuez a 5 de junio de 2013


domingo, 2 de junio de 2013

La vista


Después de haber atravesado el majestuoso puente de Alcántara,  habiendo visto el conjunto apiñado y sobrio bajo el Alcázar,  se internaban a través de una carretera estrecha y zigzagueante, bordeando la escarpada colina, atravesando el arco que un día formó parte del acueducto que abasteció de agua a la ciudad.
Seguían subiendo la cuesta y a la derecha, en lo alto se erguían las numerosas iglesias, palacios, la potente catedral primada con su esbelta torre, San Ildefonso, San Pedro Mártir y otras muchas, recortándose sus perfiles bajo el cielo añil. Para él, era uno de los skyline más soberbios del mundo; a veces se paraban al lado de la virgen del Valle, una ermita deliciosa, desde donde la ciudad se mostraba en toda su magnificencia con el Tajo encajonado a sus pies.
No sabría con que estación quedarse, pues la encontraba hermosa en cualquier época, hiciera frío o calor, fuera de noche o de día, por cierto gracias a la iluminación de la que disfruta, tenía la impresión de estar delante de un lugar anclado en otro tiempo, fuera del actual.
Otras veces llegaban hasta el cerro del Emperador y en la terraza del parador, si hacía bueno, él mientras tomaban un refresco, les iba relatando los nombres de cada monumento; como regresaban de  vez  en cuando, tenía la costumbre de preguntar a sus hijos por aquello que les había enseñado.
Cuántas puestas de sol cegadoras habían visto los cuatro. Al regresar de otros viajes, hacía lo posible para descansar y estirar las piernas, parándose delante de aquel espectáculo, se sentía que estaba en su casa y que desde su balcón justo enfrente, estaba Toledo, ¡Casi na!, deseaba que le quedaran muchas ocasiones para seguir gozando de aquella vista, pues siempre decía: "Si me gusta algo, es para siempre".

GREGORIO GIGORRO
GREGORIO GIGORRO
¡Qué miras, princesa!
Tinta y acrílico sobre cartón
Firmado y fechado en 2013
Medidas:  50 x 35 cm


En Aranjuez a 2 de junio de 2013