sábado, 28 de septiembre de 2013

La bola de cristal



       El ruido del despertador, le alertó de la llegada del nuevo día, seguido de un estruendo sobre el suelo de mármol y entonces, sí que abrió los ojos como platos, ¡no lo podía creer!, al intentar silenciar esa máquina inmunda, medidora implacable del tiempo y de sus obligaciones desde muy temprano, descubrió que se había hecho trizas la bola de cristal que él le había regalado durante aquel viaje a la playa, al poco tiempo de conocerse; por el suelo, desparramados yacían los cachitos de aquel paisaje urbano  y diminuto, plagado de rascacielos sobre el que nevaba y nevaba.
De repente a Violeta se le agolpó todo lo vivido con él en veinte años; le resonaba en su cabeza, "Me voy", seguido de un portazo; y vaya que si se fue, poniendo un mar de por medio. Era como si los despojos de su existencia en pareja se hubieran desmenuzado en cientos de instantes de vida en forma de pedacitos tirados por el suelo.
Empezó a llorar sin parar de forma nerviosa, muy nerviosa, entre gritos y lágrimas se decidió a recoger los instantes de su vida hechos añicos, cada  trozo era mágico, soñado e irrepetible, y había muchos. Cuando hicieron aquel viaje al sur, ella quedó cautivada por el embrujo de aquella ciudad, por sus atardeceres; su primera noche de amor, aunque hubo sexo por supuesto, las cañas que tomaban al fresco, las noches estrelladas, el color de los mercados, su pasión por las antigüedades, las siestas, sus despertares...Después de que se vive una experiencia en no importa en qué lugar  y en qué circunstancias,  si ha sido placentera se establece una relación entrañable entre las cosas, que cobran otro valor para sus protagonistas. El sonido del órgano en aquella catedral, el olor a café caliente en cierto bar donde había actuaciones de jazz o la fuerza de su mano junto  la suya paseando descalzos por la arena; eran muchos, pero muchos cachitos imposibles de pegar. Aunque ella seguía recordando a la vez que recogía su pasado o lo que quedaba de él, poco a poco los lloros fueron bajando de tono para dar paso a los suspiros y a los hipos,  así las aguas volvieron a su cauce.
Y esta vez sonó el  teléfono impertinente, sin embargo lo agarró de un salto. "Dígame", una voz cálida en perfecto castellano le dijo: "Violeta i Olé", por favor; "Sí, soy yo, por fuerza más que nada"; la voz masculina continuó: "Señorita, hemos examinado detenidamente su dossier, su trayectoria y hemos valorado afirmativamente incluirla como colaboradora diaria en nuestra revista. Se quedó boquiabierta, pero enseguida dijo: "Perdone, yo he enviado muchas propuestas a diferentes medios de comunicación, y claro, podría decirme para cual sería", él le respondió: "Para locas por el vicio", a lo que ella contestó: "Qué bien, me parece muy propio". La única condición le dijo su interlocutor sería venir aquí, a New York dentro de una semana, para conocerla personalmente y despachar los detalles laborales pertinentes, "¿Qué le parece?", "Estupendo", dijo Violeta i Olé.
Corrió a mirarse al cuarto de baño, milagrosamente se le había iluminado la cara, habían desaparecido tantas lágrimas y su piel lucía más brillante que antes; lo que no sabía era con quien se iba a encontrar como director de aquella publicación, to be continued....
GREGORIO GIGORRO
GREGORIO GIGORRO
"Ella"
Acrílico y tinta sobre lienzo
Fimado bajo al lado izquierdo y fechado en 2013
Medidas: 40 x 40 cm


Aranjuez a 28 de septiembre de 2013

jueves, 12 de septiembre de 2013

Toledo de noche


Todavía guardaba en su memoria, el recuerdo fresco de aquella noche de agosto en Toledo. La cita fue a las diez y  llegaron por los pelos, quedaron en Zocodover,  donde él tantas veces desde mocito había estado con su padre, mientras éste hacía sus tratos con otros ganaderos, se daba un garbeo por la ciudad que desde siempre le  había fascinado.

El grupo escuchaba ensimismado las explicaciones del guía, muy ameno y versado en las historias de la ciudad que había sido el centro neurálgico en el siglo XVI, en aquella plaza modesta en dimensiones a la sombra del  palacio real, actual alcázar, se cocía de todo, se rumoreaba, se esperaba a ser recibido por el emperador, se ajusticiaba a los reos y  un sinfín de manifestaciones sociales de aquel tiempo.

Con el alumbrado tenue de los faroles, bajo un cielo negro sin luna se adentraron por la calle de la Sillería, empezando a descubrir portadas sobrias de marchitos palacios, historias de un hotel que hospedó a lo más granado que venía a conocer el lugar desde Ava Gadner, Rilke, Welles, tantos y tantos atraídos por esta urbe tan pequeña en dimensiones como majestuosa por su historia; el establecimiento hotelero ocupaba el solar de un convento ya desaparecido. Se pararon en la primera iglesia de todo el orbe católico dedicada a San José y adosada a un palacio aún habitado por sus nobles propietarios, donde vivió Santa Teresa y se refugió San Juan de la Cruz antes de ser encarcelado. Dicho palacio miraba a otro que albergó la Ceca, fabrica de moneda, de ahí viene el dicho de la Ceca a la Meca y llegaron a Santo Domingo el Real, de soberbio pórtico renacentista donde nos contaba nuestro Cicerone, jugaba al fútbol de pequeño;  es un lugar recoleto, donde afloran los recuerdos de Bécquer y Valeriano su hermano que vivieron cerca de aquí.

Examinaron las portadas con señales de muertes violentas sobre los muros, en forma de cruces tubulares; se asomaron al tercer recinto amurallado que mira al norte, sobre la Antequeruela y la ciudad nueva, sembrada de titilantes colores ámbar y la noche seguía quieta.

Después de atravesar la plaza de San Vicente donde estuvo la prisión de la Inquisición, lugar que actualmente ocupa la Universidad Lorenzana, en cuyo interior se encuentra un patio que nos habla de la magnificencia romana, dejaron a la izquierda Santa Clara, sobre el pedregoso pavimento que requiere calzado cómodo, se internaron de lleno en la parte conventual.

De pronto se pararon a instancias del guía, guardaron silencio y éste le respondió:"Nada", ni un grillo  ni una voz ni un coche, un escenario de otro tiempo sin prisa. Cobijados bajo los cobertizos comenzó la enumeración de conventos, los edificios que antaño fueron palacios árabes  en el siglo XI posteriormente pasaron a serlo cristianos después de la conquista de Toledo en 1.085 y más tarde  se convirtieron en lugares sagrados donde reina la clausura, ahora corren el peligro de ser clausurados pues las vocaciones están de capa caída. Vieron el laurel de la casa que habitaron los hermanos Bécquer y supieron donde supuestamente reposan los restos de El Greco en Santo Domingo el Real el Antiguo; descubrieron la casa que habitó Garcilaso, poeta que ejerció  una gran atracción entre escritores como Alberti; aquí Luis Buñuel fundó una asociación con sus amigos Lorca, Dalí y otros que  ya de jovencitos apuntaban maneras y volvieron a descubrirse ante la delicadísima portada plateresca de San Clemente, convento de fundación real, cuna del mazapán y poseedor de una riqueza artística imponente, de frente al de San  Pedro Mártir de patios interiores que no le van a la zaga. Inolvidable la imagen de Catherine Deneuve en la película de Buñuel rodada en dicho convento.
Como es difícil de olvidar que de aquí salió el mito de don Juan, que vivieron Lope de Vega, Tirso de Molina, Zorrilla, tantos y tantos que  nos han hecho tan grandes. La noche seguía cubriéndonos con su manto  y Garcilaso desde su pedestal daba la espalda al palacio de Mesa, miraba de frente a la cúpula de San Ildefonso, la iglesia jesuítica, a la derecha a San Pedro Mártir cuyo altar estuvo decorado por pinturas de Maino, actualmente expuestas en el Prado, y donde reposan entre otros los restos de un clérigo que voló antes que los hermanos Montgolfier y que sin embargo se le tuvo por loco.
El patrimonio verdaderamente inmenso se mantuvo intacto hasta la guerra de la Independencia donde  gracias a los franceses se perdieron doce grandes  edificios, a pesar de todo sigue sobrecogiendo, pues siempre descubres cosas nuevas porque alguien te las sabe contar y tú disfrutas escuchándolas; hasta la próxima visita se dijeron con los ojos al despedirse en Zocodover, no sin antes sentarse al fresco, tomando  un café en el mirador de San Miguel el Alto frente a San Servando y la Academia militar con el Tajo a sus pies.
GREGORIO GIGORRO
"El gato y el pajarillo"
Acrílico sobre cartón
Firmado y fechado en 2013
Medidas: 25 x 75 cm

En Aranjuez a 12 de septiembre de 2013

jueves, 5 de septiembre de 2013

Ensueño


Cualquier noche de éstas, me meteré en tus sueños, cuando estés abandonada al cansancio, poseída por Morfeo.
 
Cualquier noche, sin que te des cuenta, recorreré las habitaciones y los bosques enmarañados de malezas, las estancias entregadas a la inconsciencia y me sentaré  un rato a ver como miras a las estrellas desde ahí adentro.
 
Cualquier noche, cuando menos te lo esperes, susurraré en tu oído como si fuera una caracola y te hablaré del mar sin palabras; haré que me siga un ejército de caballitos de mar y seguro que sentirás los cantos de las sirenas.
 
Cualquier mañana, antes de lo que te imaginas, verás el mar, sí, el mar turquesa intenso, con su olor a yodo, y estarás en la playa desierta, y llorarás, pero está vez de alegría.
 
Cualquier día...
 
Gregorio Gigorro
GREGORIO GIGORRO
"Descansando"
Acrílico y tinta sobre cartón
Fechado y firmado en 2013
Medidas: 25 x 75 cm


Aranjuez a 5  de septiembre de 2013