jueves, 30 de enero de 2014

La princesita


Ella, como el resto de los niños, esperaba su turno en la  sala de espera y como los demás, se hallaba acompañada de sus padres, de ojos cansados y resignados a esperar la esperanza de los labios del facultativo de turno.
Los niños de ojos tristes y pelo ralo aunque en algunos casos, con ausencia total de cabello, se entretenían mientras tanto mirando al  televisor y en otros, jugando con los juguetes desperdigados por el suelo.
En medio de todo ello, Azucena, correteaba  por allí, riéndose sin parar de hablar atropelladamente, cuando lo hacia se ponía a hojear los cuentos que había traído, que siempre trataban sobre historias de princesas, porque ella, era una muy particular y según decía, vivía en un palacio encantado, muy, muy bonito.
De  pronto uno de los padres que la observaba sin perder ripio, le dijo: "Así que eres una princesa", -Si, le respondió-, con su boquita de  fresa, sus chispeantes ojillos azules, rodeados de una melena llena de bucles; -¿Y cómo es tu palacio?- -Pues es muy grande, lleno de habitaciones y escaleras, muchas escaleras- ¿Y dónde está?, le dijo,  y ella contestó: "Pues donde yo quiero, donde yo estoy".
Así pues sigue así  princesita, le respondió.
El padre siguió esperando su  turno, después de que la enfermera llamara a Azucena García , su madre la cogió de la mano y las dos se marcharon lanzándole una tierna sonrisa como despedida.



GREGORIO GIGORRO
GREGORIO GIGORRO
"La muñeca y el caballo"
Acrílico sobre cartón
Firmado y fechado en 2013
Medidas: 35 x 50 cm



En Aranjuez a 30 de enero de 2014

domingo, 26 de enero de 2014

La Trouvaille


Aquella tarde de agosto hacía un calor sofocante que anunciaba una tormenta de verano. Habían ido a aquel pueblo de la Mancha, cercano a su casa, para celebrar el cumpleaños de él y aunque la familia se encontraba "amputada" de un miembro, ellos no se paraban en mientes pues le sobraban motivos para festejar la vida.
Después de la comida, decidieron dar una vuelta por el lugar, donde a esas horas de la siesta, no había  un alma por las calles, ¡ni  los gatos les habían ido a recibir!; a ellos les daba igual.
Pero mire usted por donde que paseando por una calle jalonada de blancas y sobrias casas frente a una iglesia, se encontraron con un hombre de tez morena; intercambiaron unas miradas-¿Les gusta el pueblo?- a lo que él respondió- Me gustan los despojos de éste- El señor de la tez morena les dijo-¿Quieren ver cosas bonitas?-, se miraron y respondieron que sí, encantados.
Él sacó del bolsillo un manojo de llaves y abrió la puerta de la casa de enfrente, tras cruzar el umbral, el interior estaba atiborrado de antigüedades; no sabían adonde dirigir sus ávidas miradas. ¡Tanta hermosura había en tan poco sitio!; y no satisfecho con lo que les mostraba les llevó hasta otra casa cercana, allí los trastos aumentaron en variedad y cantidad, pero de todo ello, clavaron sus ojos en un niño desnudo bendiciendo desde lo alto de su pedestal; era la viva imagen de lo frágil, de lo puro y de lo virginal. Se interesaron pero se callaron.
Y paso el verano, el otoño y un día lluvioso de enero volvieron a dar una vuelta después de comer, a esas horas decentes cuando el resto está a buen recaudo en sus casas. Andando por una calle flanqueada de casas nobles y sobrias se encontraba Él parado, parecía estar esperándoles, se saludaron y se encaminaron a la segunda casa; jamás habían olvidado aquella escultura en madera de aquel niño; inconscientemente les hacía recordar a su retoño. Cayeron irremediablemente en la tentación y se fueron con el niño debajo del brazo; y es que siempre te arrepientes de lo que no has comprado, era su obsesión poseer la belleza o en su defecto disfrutarla al menos.
¿Quién les iba a decir lo que se guardaba detrás de aquellas modestas paredes?; aunque bien mirado una villa como la de Ocaña, donde se concertó el matrimonio de Isabel la Católica con Fernando de Aragón, donde vivió Juana de Castilla o estudió Lope de Vega, por citar algunos ejemplos señeros; poseedora de una plaza mayor excepcional, una fuente grande cuya construcción se adjudica a Juan de Herrera, además de conservarse palacios como el de Cárdenas, casas nobles y conventos y a pesar de haber desaparecido gracias a la piqueta, un nada desdeñable patrimonio arquitectónico; no es de extrañar con todo que los despojos que han quedado sigan siendo reseñables.
Y es que, quien tuvo, retuvo.

GREGORIO GIGORRO
"Pepi"
Acrílico sobre papel
Firmado y fechado en 2013
Medidas: 60 x 40 cm


En Aranjuez a 26 de enero de 2014

lunes, 6 de enero de 2014

Savoir faire


Ella sonreía segura de sí misma, dejando entrever una dentadura blanca, blanquísima que podría servir para un anuncio de dentífrico, los focos la iluminaban, y los flashes de las fotos no le iban a la zaga, con multitud de miradas para admirar a la rutilante estrella del firmamento cinematográfico. Embutida en un traje palabra de honor repleto de pájaros exóticos negros sobre fondo blanco, con una silueta de envidia, un tono de piel color miel y su cabello recogido en un moño italiano, captaba toda la expectación del personal, expectante ante tal derroche de "glamour".
Pisaba firme sobre la alfombra naranja ribeteada a ambos lados por una interminable guirnalda verde esmeralda, pensaba que había que derramar mucha sangre para llegar a ser lo que uno se proponía como para que, encima tuviera que recorrerla a pie sobre el rojo pasión; por lo que no paró hasta conseguir que se cambiara el susodicho color, le resultaban mucho más agradables esos tonos que le hablaban del mediterráneo, de las huertas que florecían a su vera cada primavera, cuando sus padres de pequeña junto con sus otros hermanos les llevaban de excursión hasta el mar.
Lejos quedaban los vibrantes ojos cuando se sumergía en las revistas, donde la gente más guapa, rica y famosa plagaba las páginas de esas publicaciones; lejos se encontraban los recuerdos de aquellas noches con la ventana abierta de la peluquería de su madre y con el cielo sembrado de estrellas se decía sin parar: "Yo seré una de ellas"; y lejos de mermar sus ilusiones, su madre se las aupaba, animándola y llevándola a todos los castings para hacer tablas; todo era poco para la niña de sus ojos.
Diana Flores, estaba donde se merecía, era lo que se propuso ser, sin escatimar esfuerzos, trabajando hasta la obsesión, fría, eligiendo lo más conveniente, pesara a quien pesara. Por el camino, lleno de piedras, había dejado atrás un sinfín de zancadillas, de dimes y diretes, de aplausos y sombras tras las candilejas después de cada película; pero todo eso no la desviaba de sus sueños, cuando su tierra se quedó pequeña, no vaciló en embarcarse en la aventura de encontrar mejores oportunidades al otro lado del mar y empezar de nuevo, aprendiendo casi todo, no le importaba perder lo ganado pues lo acrecentaría, siempre se encuentra un cómplice con quien compartir tus anhelos.
Ahora había llegado a la meta, la película de afuera, se continuaba en el interior del palacio de festivales, abarrotado de gente; era el momento del reconocimiento mundial a su trabajo, Diana había dado en el blanco y ella lo sabía, sólo era cuestión de saber esperar y esperó.



GREGORIO GIGORRO
"Pepi drink's a toast for eveyone"
Acrylic on cardboard
Signed and dated in 2013
Dimensions: 60 x 40 cm



En Aranjuez, 6 enero de 2014.

viernes, 3 de enero de 2014

La bola de cristal- segunda parte.


Se puso a dar vueltas por el pequeño apartamento, pensando: "Una semana y estaré de nuevo en Nueva York", su ciudad preferida. Como si se tratara de una mudanza, empezó frenéticamente a sacar prendas y más prendas del armario atestado de ropa, eligiendo a toda prisa, esta sí, esta no; el atuendo tendría que ser invernal, la ciudad de los rascacielos en esa época del año era un heladero, donde los vientos gélidos daban paso a imponentes nevadas.
De pronto, volcó la maleta, a todo esto ya la había llenado con creces y se dijo: "¡Qué tontería"!, habrá rebajas después de las navidades, me lo compraré todo allí, excepto la ropa de dormir y los mejunjes para estar guapa; lo mejor, es ir a la peluquería, me haré hacer unas cuantas sesiones de masajes y un corte de pelo más juvenil, ¡hay que causar buena impresión!. Así después de haber recibido unos relajantes toqueteos en un centro de belleza, llegó al día señalado con una piel más luminosa y una figura estupenda, se enfundó unos tejanos, un jersey rojo bermellón de cuello alto, un abrigo de ante y unas botas y se fue a despedirse al cuarto de baño, la imagen que reflejaba no era la de una mujer pasados los cuarenta, sino la de una chica morena de piel, de grandes ojos negros enmarcados por unas cejas firmes, unas pestañas de cine y  una boca carnosa que sonreía levemente. Cerró la puerta, sin despedirse de nadie, solamente, días antes fue a darse un garbeo por el Museo del Prado, su pinacoteca preferida.
En una mañana luminosa, partió radiante, loca por escribir y vivir de ello; eligió ventanilla, le fascinaba ver esas interminables llanuras de algodón que le recordaban a aquellos dulces que se vendían en las ferias cuando era pequeña, poco a poco iba desgranando recuerdos, vivencias de aquel viaje con él, inolvidable a pesar del tiempo y tiempo tenía para esa tarea, pero todo llega, aterrizó en el Aeropuerto de la Guardia y tomó un taxi hasta la Quinta Avenida con la calle cuarenta y dos, lugar de la entrevista, amenizado  por la charla dicharachera del conductor que por cierto era colombiano.
Descendió del vehículo y aspiró el aire  frio y el frenesí de la gran manzana, se encontraba frente a un gran edificio con portero uniformado en la puerta, le saludó, "Adonde va señorita", -A la vigésima planta-,  le respondió; se sonrieron. El vestíbulo aparecía aún adornado con un majestuoso árbol de navidad, tomó un ascensor y en un  pispas  llegó a su destino, -Buenos días, soy Violeta y Olé, me esperan-le dijo a la recepcionista. Ésta telefoneó y después le dijo en perfecto español: "Acompáñeme, por favor". Después de recorrer un pasillo, atravesar una sala enorme llena de  personas  trabajando en sus mesas junto a otras que iban y venían portando carpetas y publicaciones, con un murmullo de  conversaciones en inglés y en español, desembocaron en una sala cuadrada decorada con cuadros de colores alegres y  una kentia enorme situada frente a un ventanal, entre dos sillas escuetas se enmarcaba la única puerta donde se leía: Director. Su acompañante le dijo después de llamar pase por favor y se despidió, le devolvió una  mirada agradecida y abrió con firme decisión.
Se quedó boquiabierta, no pudo articular palabra, Violeta no daba crédito a quien veían sus ojos. To be continued...

GREGORIO GIGORRO
GREGORIO GIGORRO
"Pepi and the butterflies"
Acrylic on canvas
Signed and dated in 2013
150 x 50 cm




Aranjuez a 3 de enero de 2014