domingo, 17 de marzo de 2019

Luis García-Ochoa

Qué estás en los cielos, estoy seguro, mirando desde arriba el disparate sin freno que sufrimos aquí abajo. A ti que no se te reconoció en vida tu grandeza como pintor, ahora te encontrarás rodeado de nubes de tamaños y formas caprichosas, vestidas de colores para todos los gustos.

Tú que me decías que el gran error fue la entrada en los museos de historiadores en vez de artistas, sabedores en profundidad en la  comprensión de todo arte para gestionar estas entidades culturales.

Sigue en boga el cuento del rey desnudo paseándose por la calle sin parar sus súbditos de agasajar la magnífica indumentaria del monarca.

Ahora cualquier asunto se disfraza, se retuerce, no se habla llanamente; casi todo es un despropósito orquestado por unos pocos, que resulta hueco, carente de sentido, una especie de circo soso, repleto de variopintos payasos bailando al sol marcado.

Ojalá tu figura como la de otros compañeros, se revitalice pronto, ocupe el puesto justo en la historia de la pintura, heredera de la mejor tradición española entroncada con la europea.

Sin referencias somos seres desarraigados, huérfanos de cultura, por ello la tradición es importante, pero hay que renovarla según el tiempo que nos toque.

Mientras los acontecimientos estén por encima de la vida, estamos apañados, es más hay una conspiración contra esta, todo es más sencillo de lo que nos dicen que es.

A los que te admiramos y queremos nos queda el recuerdo de las charlas, las exposiciones, la escuela de El Escorial, y por supuesto tu obra, de la que nos seguimos nutriendo.

¿Qué importantes son los años, verdad? -Le dije yo-

El, con mucha calma me respondió: -Gregorio la persona si es tonta, lo es siempre aunque llegue a viejo.

Y seguimos paseando tan telendos por la calle Floridablanca como tantas tardes de aquellos sábados deliciosos, allá por el año 1995.

GREGORIO GIGORRO
Hasta siempre maestro.



En Aranjuez, a 17 de marzo de 2019