El Café Central cerrará sus puertas a principios de octubre, un café con sabor de otro tiempo, de otra vida, un lugar de tertulias, citas, conciertos de música..., que proliferaron en Madrid en el siglo XIX y continuaron en el siglo XX para más tarde convertirse en otros negocios.
Situado en el corazón de Madrid es uno más del montón de establecimientos que están desapareciendo, el fenómeno no es nuevo ni mucho menos; viviendo en Lavapiés en los años 90, vimos pasar a mejor vida una pastelería que tenía un solado de plaqueta hidraúlica, unas trufas suculentas y una dependienta lustrosa, de la noche a la mañana abrieron un almacén chino, en el mismo barrio la tienda de ultramarinos de la calle Embajadores siguió el mismo camino pero podría citar una floristería o una cacharrería que vendía fruta en la calle Monteleón, una tienda de ropa o una galería de arte, la lista sería larguísima.
Si tomamos el caso de Toledo o de cualquier otra ciudad turística ocurre tres cuartas partes de los mismo, las tiendas casi brillan por su ausencia dominando las más variadas franquicias de bares, restaurantes y demás, todo ello es extrapolable a cualquier otra ciudad sobre todo las más turísticas donde éstos campeán de un lado para otro sin más interés en muchos casos de hacer y hacerse fotos; hay en estos lugares algo muy parecido a los llamados parques temáticos, pues la vida de sus habitantes, su ambiente, su ritmo tienden a desaparecer dejando paso a la hostelería y a los apartamentos turísticos lo que conlleva el aumento del precio de la vivienda por lo que para ellos los de siempre se ven abocados a buscar otros barrios más asequibles.
De un tiempo a esta parte los centros comerciales te dan la bienvenida a la entrada y a la salida de muchísimas poblaciones donde puedes encontrar de todo, como contrapartida cuando los turistas se marchan el centro histórico es un desierto, ahora si eres curioso y no te gusta el bullicio el paseo solitario está garantizado.
No obstante volvamos al principio, todos esos negocios a los que he hecho mención esconden miles de historias de familias que vivían de otra manera, que proporcionaban trabajo, no solo a sus empleados sino a todos aquellos proveedores que también contribuían a esa forma de ver la vida, el adelgazamiento de esa clase pone en peligro en mi opinión una estructura social, un cambio de paradigma en el consumo por no hablar de la importancia de la calle, el paseo era un pretexto para salir, para verse, para disfrutar de los escaparates, ¿Cómo voy a olvidar la vitrina de la joyería Alexandre que después se convirtió en una hamburguesería, o la de Choren, tienda de moda, ambas en Gran Vía?
Cuando tú te das una vuelta por cualquier pueblo de España sin tener en cuenta la estación del año sientes que no hay un alma por la calle en muchos casos, la gente está encerrada en sus casas, la oferta de canales de televisión ayuda sin olvidar el mencionado centro comercial, insisto el cambio está servido y además sin dar ninguna voz.
Se cierra otro café pero se cierra con mayúscula una forma de vida, se impone una vulgarización que impregna todos los estadios de nuestra existencia convirtiéndola en algo frío, insulso.
Es necesario ayudar, el hecho de consumir toma un cariz social porque el no hacerlo insisto pone en peligro la vida, la ilusión de personas que prefieren trabajar para sí mismos y que su existencia es importante para equilibrar el tejido social por no hablar que si apostamos por el turismo además de patrimonio considero que debemos ofrecer excelencia, es decir tendría que haber un ten con ten entre lo que nos legaron otros a la vez que adquirimos los productos actuales que por supuesto no tienen porqué ser feos y baratos.
La pregunta es: ¿Qué puedeo hacer por mejorar mi país?, yo creo que hace más el que quiere que el que puede.
GREGORIO GIGORRO
Boceto para Gourmet
Acrílico sobre papel
15 x 24 cm
1999
En Aranjuez a 19 de agosto de 2025