Igual que vino se fue,
mientras disfrutamos de su plumaje azul, de sus picotazos traviesos y de sus sonoros trinos.
Una mañana su desvencijada jaula,
le permitió salir, voló de un jardín al otro, sin querer regresar.
Le esperaron todo el día, pero no volvió.
Fue un regalo que duró hasta que se desvaneció entre sus manos como si fuera arena.
GREGORIO GIGORRO "Pintando" En Aranjuez a 10 de junio de 2015 |