Marina sueña sin saberlo, surca mares tranquilos, hace poco se encontraba en un laguna a sus anchas al abrigo de todo, repleta del calor materno, a salvo de calmas y tempestades; ahora sigue en su mundo, observando, disfrutando, gozando, sintiendo sin pensar; segura, protegida, tan telenda, tan querida como deseada.
¿Sueñan los niños pequeños?, se dice que empezamos a recordar algo vivido a partir de los siete años más o menos.
Cuando se pierde la frescura, la curiosidad, lo espontaneo; se abandona la infancia definitivamente, le decía mientras ella no quitaba ojo a la criatura.
A medida que somos más mayores, nos acordamos de sucesos lejanos nítidamente y sin embargo no recordamos donde hemos puesto las llaves de casa, por ejemplo.
Marina seguía durmiendo, sentían su respiración pausada, su olor a agua de colonia fresca, continuaban embobados como si fueran dos niños. Al cabo de un rato, el claxon de un coche repentinamente le hizo abrir los ojos sobresaltados, rompió a llorar, sus brazos se encontraron a los de su madre, aferrándose con fuerza. Se apaciguó, quedándose dormida.
Suena el teléfono, "Papá soy yo, tu hija, voy a llegar tarde, pues me voy con los de la compañía a tomar una copa después de la función, no me esperéis"; "Bueno, ten cuidado, corazón".
Se miran los dos y recuerdan cuando aquella niña pizpireta les decía: "Cuando sea mayor, yo, trabajaré en el teatro"; un lagrimón sin freno se desliza por sus mejillas, parece que fue ayer y sin embargo ya han transcurrido veinte años de aquello.
GREGORIO GIGORRO "Marina" Acrílico sobre cartón Firmado y fechado en 2016 30 X 40 cm En Aranjuez a 17 de julio de 2016 |