Nada más abrir la puerta al aproximarme al mostrador, un montón de ojos se clavaban en los míos, sus miradas destilaban candidez, ternura y respeto, ella con su bata impoluta, discreta y eficaz me atendía cuando he ido y sigo yendo para enmarcar cuadros; esta mujer les cuidaba con la profesionalidad que requiere su situación, pues son personas especiales, ochenta tiene a su cargo que comparte con otros empleados que conforman la cuadrilla de Integrandes.
Ahora se ha decidido que son iguales, que esos centros desperdigados por toda España no tienen razón de ser, por lo tanto, esas personas pasarán a engrosar los centros educativos convencionales.
Estos muchachos se perderán porque llevan otro ritmo, porque sus aptitudes, su madurez mental no son las de esos alumnos de dichos centros; se contempla la igualdad cuando no es tal y, sino que tengan en cuenta la opinión de los padres de las criaturas.
Me pregunto muy seriamente si los que toman las decisiones conocen realmente lo que se traen entre manos. Si este problema no se evalúa profundamente muchos se quedarán atrás, aunque otros digan lo contrario.
Por lo que yo sé y nadie me lo ha contado, estos chicos se sienten útiles, integrados en la sociedad al ejercer un trabajo vigilado muy de cerca por personas cualificadas, doy fe de ello.
Imposible olvidar esos ojos, esa actitud servicial no servil; yo me siento bien porque creo que se debe ayudar como buenamente puedas, sobre todo a seres a los que pones cara, que sabes sus necesidades.
Por todo ello Integrandes como otras tantas
iniciativas en ese sentido desarrollan una encomiable labor y sería un craso
error que se malograra, insisto lo he visto y lo he conocido personalmente.
GREGORIO GIGORRO Boceto para abanico 2020 En Aranjuez a 30 de abril de 2020 |