Mientras miraba a través de la ventana la cortina de agua pertinaz, sin moverse como obnubilada, en el cristal veía aquella muchacha joven, tomando un avión con su hijito rumbo a hacer las Españas, huyendo de si misma, debiendo el boleto para hacer posible tala aventura.
Soñaba con ser actriz, ni físico ni tampoco cualidades le faltaban,se movió sin cesar mas que una noria, con el tiempo consiguió trabajar haciendo bolos en el teatro,después como limpiadora, cuidadora de ancianos, con todo eso no lograba sus fines y los gastos iban casi a la par con los ingresos. Más tarde empezó a trabajar de bailarina en esos bares en los que el alma cabe en un vaso de whisky y la clientela va a hacer de todo excepto disfrutar del baile, el espectáculo no está a la vista de todos.
Se vio envuelta en trapicheos, en maneras turbias de conseguir la plata que necesitaba para costear el colegio de su hijo, pues para ella la educación era fundamental, así lo aprendió de sus papás.
El caso es que una noche se le acercó después de la actuación un señor asiático, muy delgado y más alto de lo habitual en esa raza, le acompañaban otros dos que se quedaron mas atrás del primero; se aproximó y en un perfecto castellano le dijo manteniendo la mirada -No echarás de menos el mar con esos ojos tan preciosos- Después de este encuentro fortuito vino la primera copa, la primera cita, el primer paseo...
-Perdone, señorita soy Arturo Menéndez, el abogado de oficio.-Le dijo con suavidad.
Ella de pronto regresó de donde estaba y un poco atontada, acertó a responder -Ah, si gracias, por venir tan pronto, soy Jessica Benavides.
GREGORIO GIGORRO "LA CITA" En Aranjuez a 17 de febrero de 2020 |