domingo, 27 de mayo de 2012

De donde venimos


Ahora que la primavera se ha instalado entre nosotros, con su exuberante verdor, el mes de Mayo hace honor a su nombre y las fiestas de San Fernando comienzan su andadura. Ahora recuerdo al rey Fernando VI y su esposa Bárbara de Braganza deslizándose en falúa sobre el manso Tajo, mientras Farinelli deleitaba con su canto el paseo.

Ahora se me viene a la cabeza, ¡cuánto lujo desplegado por unos días!, para una esposa a la que amaba ciegamente; ella murió en Aranjuez en 1.758 y él en Villaviciosa de Odón un año después, aquejado de melancolía.

En aquellos días, Aranjuez era la cita obligada de personajes de alto copete y artistas de fuste, organizadores de los eventos llevados a cabo. Aquella pareja junto con sus ministros propulsaron muchas reformas en todos los campos, sin olvidar la cultura, no es casualidad que la Real Academia de Bellas Artes se llame de San Fernando, como no lo es que dicho rey, muerto en 1.252 en Sevilla fuera un gran defensor de las artes como posteriormente reconoció su hijo Alfonso X el Sabio.

Cuánto ha llovido desde aquel tiempo, pero el transcurrir no ha borrado aquel esplendor. Aquellos lodos trajeron estos barros, basta darse una vuelta por la calle de la Reina, un día después de una larga noche de fiesta, comprobando como la basura se acumula bajo la hilera de las interminables piñas de piedra que bordean el jardín, imaginaba al rey Felipe II, gran amante del arte acompañado por sus cortesanos paseando a caballo desde el palacio hasta el río bajo la frondosidad de los árboles recorriendo la inmensa calle mandada proyectar por él.

La fiesta es una celebración suprema de la vida; la herencia recibida debe ser no solo conservada sino acrecentada como un bien único reconocido para disfrute de todo un pueblo, con la prestancia de una ciudad barroca.


GREGORIO GIGORRO
GREGORIO GIGORRO
"El embarcadero"
Acrílico sobre papel
Firmado y fechado en 2.000
Medidas: 49,5 X 35 cm


Aranjuez, domingo 27 de Mayo de 2.012