domingo, 25 de noviembre de 2012

Empaque


El viajero se detuvo frente a una fachada elegante y sobria de color hueso bajo el balcón central, la enorme  puerta entreabierta le invitó a entrar, descubrió un gran zaguán dividido en tres espacios, el más ancho que le hablaba de tiempos lejanos; sin duda  era el paso de carruajes, -¡cuántos habrían surcado esas losas desgastadas, esos vehículos repletos de equipajes llegados hasta aquí!- Más adelante, un arco de medio punto rebajado enmarcaba una fuente bien labrada en piedra con varias pilas decrecientes, situada en un patio cuadrado, donde convivían aparatos de aire acondicionado, tenderetes de ropa, persianas de diferentes colores...

A la izquierda del zaguán, nacía una ancha escalera con marchas que hacían cómoda la subida bajo arcos airosos, dejando entrar la luz plomiza de aquella mañana lluviosa, así llegó al piso noble que a través de una balconada alrededor del patio se asomaba a éste y permitía disfrutar de la cornisa rotunda de casetones que lo rodeaba. Pensaba, -¡qué hermoso debió de ser todo esto!-, ahora con desconchados en las paredes descoloridas, los ventanales maltrechos y tantos otros desperfectos.

Sentía de golpe ecos venidos de lejos, cuando el palacio estaba en su apogeo y se celebraban las fiestas a la luz de multitud de velas, la música, el baile, las risas de los invitados, el ir y venir de los lacayos; cuando en primavera se festejaban en Aranjuez las Jornadas Reales y los Duques de Medinaceli, dueños de este palacio acudían con los de Alba, Oñate, Osuna y otros, para disfrutar de los eventos preparados para su solaz.

Aranjuez, cada mes de marzo era una fiesta y una cita ineludible para la aristocracia española, donde compartían mesa y mantel los nobles con los artistas, la sociedad más refinada de la época al servicio de sus majestades no podía faltar y debía estar a la altura de su rango, para lo cual el despliegue de medios era todo un espectáculo; un verdadero ejercito de servidores, de proveedores se desplazaba para suministrar todo tipo de mercancias a tal efecto. 

Con el paso del tiempo las velas se apagaron, cesaron las risas y los conciertos con los mejores cantantes de ópera, se acabaron los paseos por el Tajo a bordo de lujosas falúas y también toda aquella llegada de mercancías para disfrute de unos pocos. Todo aquel lujo desapareció y aquellos edificios se fueron transformando en casas de vecinos como éste, otros se convirtieron en establecimientos de hostelería y alguno cuesta creer lo que en su día fueron. Con todo, uno puede adivinar lo que debieron de ser a juzgar por el empaque que aún conservan a pesar de la decadencia actual. Es una verdadera pena comprobarlo, se echa de menos una mínima sensibilidad hacia un patrimonio único que debería preservarse, pues estamos hablando de un lugar que nada tenía que envidiar a Versalles como centro de belleza y poder, que bien conservado sería un reclamo de visita obligada para aquellos que valoramos la hermosura en sentido más amplio.

Gregorio Gigorro
GREGORIO GIGORRO
"Globos sobre Aranjuez"
Tinta sobre lienzo
Firmado y fechado en 2.010
Medidas: 30 x 60 cm



Aranjuez, 25 de noviembre de 2.012