Entraron en la cafetería, llena a rebosar de gente y ruido, pues coincidían en la misma parada unos cuantos autobuses cargados de personas que volvían a la gran ciudad; había tanta animación que no podían entenderse sino a gritos y no era plan.
Ella, con sus chispeantes ojos, hizo el ademán de salir a tomar el fresco, él, la siguió con una bandeja y dos cafés humeantes.
Cristóbal se estaba despertando a otra realidad; entonces le dijo: "¿Te apetece comer algo?", no gracias, le contestó ella. Se sentaron alrededor de una mesa redonda frente al campo abierto, a lo lejos se veía un pueblo cobijado bajo un castillo, se sentía el sonido intermitente de los coches por la carretera.
Era una situación ridícula, no se conocían absolutamente de nada. Que bonita cazadora, ¿abriga mucho?, si, de todas formas no soy nada friolero, le dijo él, y a continuación le preguntó hasta donde iba; a Madrid, ah igual que yo, contestó Cristóbal. La conversación no parecía prosperar, la verdad es que media hora escasa no daba para intimar.
Antes de subir al vehículo, Ana se compró una revista, de esas donde los personajes son siempre guapos, ricos y famosos; él seguía ensimismado mirándola de reojo sin pronunciar una palabra, pensando en el menudo cuadro que se había encontrado al ir a visitar a su mujer, ¡vaya sorpresa!
La chica ojeaba distraídamente, dedicando poca atención a aquellos seres de papel couché; de vez en cuando sonreía más con los ojos que con otra cosa.
La lluvia suavemente chorreaba por los cristales, al poco rato se adormilaron sin darse cuenta.
GREGORIO GIGORRO "Andrés" Óleo sobre lienzo Firmado y fechado en 1981 Medidas: 27 x 22 cm En Aranjuez a 5 de agosto de 2015 |