sábado, 6 de septiembre de 2014

La mar de bien


El sol no tiene prisa por marcharse mientras nos regala sus reflejos en las aguas de la laguna; el agua se ha convertido por obra y gracia de la luz del atardecer en un inmenso lugar de color oro, rasgado interminablemente por las olitas que dejan ver el rastro dejado por los ánades; las mariposas ya se han marchado a dormir, pronto todo el campo se llenará con los zumbidos de los grillos. Los juncos rodean el espacio, salpicado de trecho en trecho por los cañaverales, por encima de éstos, se extienden las encinas y cultivos ahora abandonados.
 
Sentados en la orilla, sienten que los atardeceres del mar están tan lejos como ellos lo deseen; al fin y al cabo se encuentran en el mar de Ontígola, obra hidráulica, llevada a cabo en el siglo XVI debido al capricho del rey Felipe II, quien quería recoger las aguas que venían del arroyo situado más arriba para regar las huertas y jardines reales más abajo; así mandó construir dicha obra, quiso que estuviese enteramente solada con piedra de Colmenar, para mejor aprovechamiento de todos los acuíferos del terreno.
 
Mucho ha llovido desde entonces y la presa sigue estando ahí, cumpliendo el objetivo para la que fue  creada por el mismísimo Herrera, arquitecto del rey, venido de Roma cuando éste y otros menesteres le requerían.
 
Es interesante saber los datos, pero la verdad es que no se disfruta más de las cosas por mucho que se conozcan, pero si de otra manera.
 
Ellos recordaban a aquella princesita que vivía en su palacio. ¿Y dónde está tu palacio? - le preguntó el príncipe, pues donde yo esté -le respondió ella.
 
Por eso aquella tarde, ellos se sentían la mar de bien, como si fueran príncipes.
 
Gregorio Gigorro
GREGORIO GIGORRO
"Tan ricamente"
Tinta y acrílico sobre cartón
Firmado y fechado en 2014
Medidas: 24 x 33 cm




En Aranjuez a 6 de septiembre de 2014