Después
de haber recorrido cada palmo de la calle, después de remirar cada
establecimiento de arriba a abajo, volvió sobre sus pasos hasta ella; parada
frente a la barroca fachada de San Juan de Dios. Para admitir sin más remedio
que el bar que buscaban para desayunar, había sido sustituido por un
supermercado, donde se vende de todo, en los que nada tiene sustancia, de esos
en los que todo es plástico, cosas de usar y tirar, decorado con colores
estridentes, para llamar la atención de cualquier viandante distraído, falto de
una visión adecuada, por eso son descaradamente llamativos.
Ellos
se miraron desconsolados, buscaron otro sitio para tomar un café, aunque no
fuera igual.
Adonde
iban todo tenía sabor, olor; se oía el ruido de las conversaciones mientras que
el sol entraba a raudales por los ventanales, eran asiduos a Los Girasoles, ese
era el nombre de dicho bar. Inolvidable aquel Jueves Santo, aquella cena
después de la procesión porque estaban juntos los cuatro disfrutando de lo
lindo como tantas veces en aquella ciudad que los había visto crecer.
Se
podía ver como los dueños preparaban la comida detrás de la barra mientras
podías tomar una caña siempre con una tapa generosa, los propietarios eran una
familia entrada en años, el tiempo pasó por ellos como para todo el mundo,
faltos de continuadores en el negocio tuvieron que cerrar; la verdad es que se
merecían descansar después de tanto ajetreo y puede que en el cambio ellos
hayan ganado.
En
fin, Los Girasoles era un bar de barrio, eso sí con solera y prestancia en el
cogollo de Granada, con su barra de acero inoxidable, con sillas discretas de
madera, piso de terrazo marrón claro, paredes verde pastel...; puede que la
decoración fuera mejorable aunque lo superaba con creces el ambiente popular de
un lugar que como tantos otros como ultramarinos, pastelerías, zapaterías,
floristerías, van desapareciendo por todos lados, sustituidos por franquicias
con un trato desangelado y unos productos insulsos.
Habrá
un momento en que todo eso permanecerá en el recuerdo enmarañado de nuestras
vidas; otros que vendrán no echarán en falta lo que desapareció por no haberlo
conocido. De cualquier forma, unos y otros no valoraran en su justa medida lo
que tenemos hasta que lo perdemos.
GREGORIO GIGORRO "Por la calle de Alcalá" 1993 36,8 x 32 cm Acrílico sobre papel En Aranjuez a 19 de marzo de 2021 |