Cuantas personas de tantas caras distintas habrá visto, de diferentes atuendos habrá mirado, desde su alto trono tirado por leones; con sus ojos pétreos que ahora no dejan de ver cada tarde el ocaso bajo un cielo límpido, otras nublado, a veces rabioso de tonos anaranjados...
Desde hace más de doscientos años largos, la Diosa Frigia, sentada en majestad, ha sido el centro de esa plaza hermosa del mismo nombre, asistiendo muda al multitudinario desfile de la historia, no solo de la ciudad sino del país, desde ese lugar privilegiado ha visto sentada pasar manifestaciones de toda condición, cabalgatas navideñas, bodas reales, sepelios muy llorados; ha sentido el pulso frenético de la capital, celebrado en sus propias carnes los triunfos del Real Madrid, ha puesto el fondo de millones de fotografías de turistas deseosos de constatar y grabar en papel ese instante de su paso por la ciudad.
Vecina de toda la vida de Neptuno, la otra fuente monumental del paseo del Prado, nunca se digno a mirarle; quizá porque ella representa la tierra, la fertilidad, opuesta al mar que encarna dicho Dios pagano. Nunca se le conoció marido o acompañante como ahora se dice, puede que por eso le colocaron a sus espaldas unos angelotes para que no olvidara que es la madre, la más grande.
Neptuno nunca gozó de tanto predicamento y popularidad, tanto que a ella la llaman frecuentemente "La Cibeles" como si de la vecina del cuarto se tratase, pero ambos comparten un espacio armonioso, poblado por insignes pinacotecas e importantes edificios públicos rodeados por la umbría de los plátanos del paseo proyectado bajo el reinado de Carlos III.
Es importante saber la historia, porque si ésta se desconoce, estamos condenados a repetirla y de eso, si las piedras hablaran y quedan muchas de pie en nuestro país nos dejarían mudos y boquiabiertos.
GREGORIO GIGORRO "La novia en primavera" Acrílico sobre papel Firmado en margen inferior derecho y fechado en 2000 Medidas 54 x 42 cm En Madrid a 4 noviembre de 2015 |