Se acercó a la barra y pidió un trago, mirando distraídamente la ristra de marcas de bebidas, para intentar olvidar; alguien le dio un golpecito, se volvió y era ella, que sin querer se le había caído un guante, parte del atrezzo, sus miradas recíprocamente se clavaron, la sed de él se derramaba en las cicatrices de los ojos de ella.
¡Qué bien cantas!, estoy verdaderamente asombrado, que fuerza contenida, que cadencia tan sutil, mezcla entre lo latino y lo caribeño..., para, para, no hay que exagerar -dijo Linda- cualquiera diría que eres un representante artístico; bueno a fin de cuentas ninguno sabe de la vida del otro, terció él, repuesto del contratiempo del hombre de color; me ha gustado mucho la actuación, de verdad; gracias le dijo ella. ¿Quieres beber algo?, agua, mucho agua, por favor, lo necesita mi garganta; y así comenzaron a charlar sin parar. Ella le contó entre otras cosas que en su país había dejado a sus dos hijas al cuidado de sus padres, que se había marchado para intentar triunfar como modelo y que a la vista estaba como se ganaba la vida, en un bar de alterne; cuando libraba allí, venia aquí a cantar, pues había estudiado entre otras cosas canto e interpretación, de esa forma podía sostener a su familia.
Diego, por su parte le contó que era un jubilado, su trabajo había sido jefe de iluminación y efectos especiales para eventos de todo tipo, incluso conciertos y representaciones de teatro, por lo cual tenía un profundo conocimiento de ese mundillo.
Como dos exilados de mundos distintos, solitarios y desarraigados bajaron la calle, sorteando a las mangueras de riego que ponían la nota fresca a aquella noche tan calurosa. Me recuerda esto a los juegos en el barrio donde nací en Sao Paulo cuando era niña, mientras navegaba en las ciénagas de su pasado; pues a mi, decía él, me recuerda al rio grande de la ciudad que dejé. Bajo sus pies las baldosas relucían mojadas por el agua, así fueron caminando por las callejuelas añejas del barrio hasta llegar a una boca de metro.
Se despidieron con un beso apresurado, cuando el día comenzaba a clarear y la ciudad empezaba a desperezarse; sobre las aceras la gente iba y venia, unos esperando el autobús, otros para tomar un taxi...,
To be continued......
GREGORIO GIGORRO "El salto" Acrylic and ink on board Signed and dated in 2014 Dimensions: 37 x 23 cm Aranjuez a 21 de agosto de 2014 |