Mirando al mar, probablemente a Colón se le ocurrió la idea de atajar el camino hacia las Indias, quizá por eso le colocaron sobre una magnífica columna clásica, coronando así el fondo de la Rambla.
Recuerdo el paseo sobre el puerto a ciento y pico metros disfrutando la vista de multitud de veleros, buques y dependencias sobre el azul quieto e intenso del mar. El recorrido terminaba en Miramar, el nombre lo dice todo, cerca la Fundación Joan Miró, enfrente la ciudad, rodeada de montes de espaldas al Mediterráneo.
Después bajaba la calle Poeta Cabañes en el Poble Sec, donde vivía de vez en cuando en una casa encantada, continuaba en el Paralelo, paseo lleno de teatros con espectáculos variopintos y excitantes; olía a otro aire, más europeo, aquella Barcelona del los años setenta.
Descubrir el delicioso románico de San Pablo del Campo, el interior sobrio y elegante de Santa María del Mar, Del Pino, la recoleta plaza de San Felipe Neri o el refinamiento del maravilloso Eixample......
Y la Rambla, serpenteando hasta la Puerta de la Paz, se muestra unas veces colorista por las flores, cantarina por los pájaros, variopinta por la multitud de personas de toda raza y condición, pero siempre animada a cualquier hora.
Para mi, Barcelona es un verano caluroso, ¡Qué rica la paella en la Barceloneta!, oler a sal, a pescado, sentir el mar cercano que hace la ciudad más amable. Los recuerdos empañan el cristal de la memoria haciéndola más placentera, cuando ha transcurrido el tiempo; yo tenía diecinueve años.
GREGORIO GIGORRO "Colón" Acrílico sobre papel Firmado y fechado en 2.000 Medidas: 50 x 30 cm Aranjuez, 28 de abril de 2.012 |