Cierra los ojos irremediablemente por la negrura de sus noches, donde discurren los fantasmas sin parar de arrastrar sonoras cadenas, llamando una y otra vez sin descanso, gritando sin dar tregua. Ella se afana en agarrar al pequeño que inexplicablemente se escapa desapareciendo de su vista.
Vuelve a aparecer de pronto, cuando menos le esperaba y vuelve a escaparse una vez más sin dejar rastro. Así han transcurrido más de cuatro años y todas o casi todas las noches agotándose entre tanto llanto y tan poco consuelo.
Suena el teléfono, él lo descuelga, - Dígame- al otro lado una voz adusta le dice bruscamente, ¿Quién es?, a lo que él responde: "Tendría que ser usted quien me lo dijera"; de repente se da cuenta con quién está hablando, si ello se pudiera considerar así y le dice como si tal cosa, ¿Qué tal estás?, y cosas por el estilo recogidas en un segundo no más. Nos vemos, se despide el otro.
Un sudor frío le sube hasta la cabeza, mira al granado del cual pende la única pieza, pues este año se ha portado como un fenómeno el arbolito, desgranando a mansalva sus frutos sabrosos; y recuerda: "Este año comeremos granadas, ¿A qué sí papá?. Continua el sudor en la cabeza y el rubor de las mejillas, mientras una lagrima se escapa de sus ojos.
GREGORIO GIGORRO "La granada" (fragmento) Óleo sobre lienzo Firmado y fechado en 2015 Medidas: 61 x 19 cm En Aranjuez a 25 de noviembre de 2015 |