Rojo, como la fuente de barro repleta de tomates recién cortados de la mata del cercano huerto.
Rojo, como los geranios reventones dentro de sus macetas.
Rojo, como el clavel oloroso, colocado en la solapa del traje o coronando el moño de aquella gitana arropada por un enjambre de flores en la calle.
Como el mantón de manila, rojo sobre fondo negro, una ristra de color desplegada sobre un balcón cualquiera.
Rojo, como la sangre del toro derramada sobre el albero en aquella tarde taurina.
Rojo, como los ojos conmovidos escuchando una música sublime.
Rojo, como tus labios que al besarlos tiñen los míos también del mismo color.
Rojo, como los esplendidos atardeceres escoltados por los últimos arreboles del ocaso.
¡Rojo, rojo, rojo!
GREGORIO GIGORRO En Aranjuez a 25 de mayo de 2015 |