Melocotones más sabrosos, con un aroma penetrante y una verdadera frescura que te lleva hasta la infancia, ninguno como los de La Puebla de Montalbán, de cerca quedan los de La Vera, es cierto.
No digo que sean mejores ni peores, pero a mi los primeros me sentaron tan bien que claro, repetimos.
Es un pueblo situado camino de Talavera desde Toledo, la carretera flanqueada por un polígono como cualquier otro, no da motivos para pararse, pero un alto chapitel de pizarra como los de la Plaza Mayor o el actual Ministerio de Asuntos Exteriores de Madrid, hizo que nos miráramos y sin hablar dijimos, porqué no; luego resultó una iglesia de un barroco sobrio por fuera y por dentro con una decoración desbordante que llena todo el templo, cuajado de una pintura decorativa sorprendente y unas tallas estupendas.
A pie bajo los rigores de agosto, con escaso arbolado, nos adentramos dejando a la derecha un convento soberbio, del mismo estilo que el anterior, hasta llegar a la plaza, porticada, de proporciones modestas, adornada con una farola importante en el centro, preparada para la celebración de una corrida y presidida por la fachada de la iglesia y el palacio de los Alba, con acceso directo al anterior mediante un arco airoso, de medio punto. Sentados en el templo sientes el fresco y el silencio contemplando el retablo mayor del siglo XVIII sin policromar.
Bajo el arco antes mencionado encontramos una calle que baja donde se levanta un hospital antiguo al cual le antecede un jardín primorosamente cuidado; la iglesia está decorada con buenos cuadros y rejería, también barrocos, es otro lugar de calma.
Subiendo la cuesta detrás de la Parroquia nos topamos con el Convento de monjas, construcción sobria y renaciente deudora del hospital Tavera en la capital, hasta llegar a la Torre de San Miguel ahora desangelada, en un extremo del jardín, desde este altozano se domina todo el pueblo y la campiña sembrada de vides y frutales.
Pero La Puebla es mucho más que lo que os he relatado, Fernando de Rojas nació aquí, si, el autor de la Celestina; precisamente mientras comíamos nos enteramos del festival que se le dedica cada verano rememorando en distintos puntos del lugar la obra del escritor; muchos de sus habitantes participan de esta fiesta además de los profesionales organizadores y protagonistas de dicho evento. Aparte existe un Museo dedicado a su obra, visitable por supuesto.
Me parece una iniciativa loable, pues no todos los lugares pueden presumir de haber contado entre sus vecinos con un autor de su talla; hace años asistí a una representación de la Celestina en el Odeón de París y sin embargo nunca había estado en su patria chica.
La comarca da para mucho, al igual que muchísimas otras de nuestro país; dejamos atrás la blancura de sus casas, el regusto de sus embutidos, frutas y la tranquilidad hallada y nos encaminamos hacia el sur, a los Montes de Toledo, dejando a un lado Santa Maria de Melque y enfrente el Castillo de San Martin de Montalban, muy ligado a la Orden del Temple sin dejar de pasar a saludar al Padre Manuel de San Martín.
Así continuaremos perdiéndonos y encontrándonos en lugares que no son evidentes ni rutilantes, pero que rezuman otro sabor.
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GREGORIO GIGORRO
"Boceto taurino"
Tinta sobre papel
Firmado y fechado en 2015
Medidas: 30 x 41 cm
En Aranjuez a 26 de junio de 2015 |