¡Claro que existe el paraiso!
Cuando la parra desparrama todo su verdor y su sombra sobre nosotros y el sol se tiñe de un naranja intenso inundando todos los rincones como si de un artificio se tratara; cuando las plantas en el tedio fogoso del final de un día se deciden a abrir sus pétalos y tú te desperezas sobre la hamaca medio adormilada.
¡El paraiso existe, no lo dudes!
Existe aquí, existió aquel día que abandonados a un baño de sol en aquel jardín sonreiamos a la vida desnuda, cuando caía la tarde y el perfume del mirto, de los laureles, de los jazmines se unían al murmullo de las fuentes.
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