sábado, 18 de mayo de 2013

Interior



La locomotora de un tren antiguo sobre la mesa baja del luminoso salón, parecía mirar al caballo de cartón fallero, que se encontraba sobre una alfombra esparcida por el suelo, se diría un jardín multicolor y geométrico, pletórico de flores encendidas entre los arriates rectilíneos, dando el contrapunto al piso de color madera, mientras el ojo ciego de la televisión vigilaba la escena; sobre todo ello un ventanal dejaba ver un paisaje urbano presidido por una cúpula, se trataba de un interior. Ella había recorrido con su mirada cada detalle del cuadro, después de un rato, exclamó: "¿Desde tu casa se ve una cúpula?", él se sorprendió por la  pregunta y enseguida le respondió:  " No, pero se verá".
 
 
Pasaron tres años pintando y viviendo; ahora desde su casa se veían no una, sino tres cúpulas, rodeadas de un inmenso jardín que se prolongaba en el campo haciéndolo aún más grande.
 
 
Es curioso, porque el tren que pintó tampoco existía en aquel momento, pero si es verdad, que al poco tiempo su cuñada le regaló a su  hijo el mismo; de igual manera sucedió con el caballo, él creía recordar  que de pequeño había uno en casa de sus abuelos maternos con el que jugaba, en todo caso quedaba muy bien haberlo incluido en la composición pictórica, al igual que la cúpula, ya que en aquel barrio del sur, donde habitaba había muchas cosas pero  ningún alarde arquitectónico como el retratado.
 
 
Sin embargo, lo pintó probablemente porque anhelaba que el sitio donde quería vivir fuera así, de hecho andando el tiempo los elementos pintados tomaron carta de naturaleza; y es que los sueños si los visualizas con toda tu fuerza y con insistente frecuencia, a fuerza de soñarlos pueden adquirir forma real.
 
 
Para muestra sirve un botón.
 
 
GREGORIO GIGORRO
GREGORIO GIGORRO
"La bicicleta y el pez"
Óleo sobre lienzo
Firmado y fechado en 2008
Medidas: 81 x 100 cm



En Aranjuez a 18 de de mayo de 2013

martes, 30 de abril de 2013

Deseos



Ella, desearía que detrás de las interminables arcadas de la inmensa plaza barroca, desembocaran en un mar azul, que la majestuosa fuente coronada por la diosa Venus, le sonriera. Ella desearía que la esperase delante del palacio, una carroza dorada, tirada por corceles blancos y la diera un paseo bajo los plátanos frondosos de las avenidas, preñadas de alhelíes, jacintos y margaritas, rodeada de  bandadas de golondrinas juguetonas, y mecida por el canto risueño de los mirlos blancos.
 
Ella, desearía escuchar la llamada de un buque sobre ese mar quieto, adornado con barcos de velas multicolores sobre el agua; que los niños de sus ojos crecieran contentos  y siempre la mesa estuviera dispuesta para comer al sol.
 
Ella, desearía que siempre fuese primavera en su jardín,  y  yo poder estar a su lado para  disfrutarlo  juntos.
 
GREGORIO GIGORRO
GREGORIO GIGORRO
"Al sol"
Óleo sobre lienzo
Firmado y fechado en 2010
Medidas: 100 x 100 cm


Madrid, 1 de mayo de 2013
 
¿Y tú, qué deseas?
 

domingo, 28 de abril de 2013

La visita más esperada



¿Quién pudiera guardar el perfume de la glicinia, del espliego..., de miles de fragancias que tanto te gustan y tanto disfrutamos?
 
¿Quién pudiera preservar en la retina, el abanico gigante de tus estampados rabiosos de color  y de frescura?, no importa él que luzcas, da igual si estás en la ciudad o en el campo, todos te sientan estupendamente.
 
¿Quién pudiera poseer ese carácter tan tuyo, tan variable, según sopla el viento; descargas tu fuerza con un chaparrón de agua para después sonreir guiñando el ojo al sol perplejo entre nubes llorosas, desconcertándonos cada día; a veces puedes adelantar tu  llegada, eso se  palpa en el ambiente. En cualquier caso, siempre eres bienvenida pues nos llenas de alegría, de vida, ya que contigo todo vuelve a renacer arrolladoramente.
 
Una visita solamente cada año vale mucho, por eso la guardamos como oro en paño; mil gracias por venir a vernos prima Vera, eres siempre inolvidable; yo te llevo a buen recaudo el resto del año, porque la primavera no es sólo una estación  sino una forma de vivir, como decía Oscar Wilde.
 
Gregorio Gigorro
GREGORIO GIGORRO
"La visita más esperada"
Acrílico y lápices de colores sobre papel
Firmado y fechado en 2009
Medidas: 20 x 30 cm


Aranjuez, 28 de abril de 2013
 
 

lunes, 15 de abril de 2013

Se vende



     Este es el cartel que reza, por cierto de generosas proporciones, sobre la fachada del palacio que perteneció a los duques de Osuna. ¡Cuesta trabajo imaginar como debió de ser aquello en sus momentos de esplendor!, viendo su actual situación de completo abandono, ahora compartimentado por una parte en un restaurante y en unas casas de vecinos por otra.
    La puerta de acceso, aún así nos habla de la prestancia diocechesca del lugar nada más flanquearla, se puede admirar en el apeadero en lo alto y ambos lados de la verja, dos esplendidos jarrones testigos del gusto neoclásico de sus propietarios, los Osuna, que al igual que los Medinaceli, Alba, Oñate y otros, poseían palacios para disfrutar de las estancias de la familia real, cuando ésta se desplazaba hasta Aranjuez cada primavera.
     Aquellos nobles amantes del arte y de la buena vida fueron los responsables de dar cobijo  y sostenimiento a una pléyade de artistas importante,  porque era un deber ensalzar a las Bellas Artes  y a sus autores que venía de lejos, desde el Renacimiento, pues era la mejor manera de propagar su estatus de privilegio y buen nombre de los comitentes en la sociedad de la época.
     La condesa-duquesa de Benavente  y duquesa de Osuna, doña María Josefa Alonso-Pimentel de la Soledad y Téllez-Girón, familia también de la duquesa de Alba, cuya estirpe se remonta a la dinastía de los Trastámara que perduró con los Austrias y que continuó con los Borbones, es un ejemplo señero, no el único de lo apuntado anteriormente; siendo privilegiados supieron privilegiarse enalteciendo al arte. De ahí que creara un retiro cerca de la corte donde todo absolutamente se mimó hasta el más mínimo detalle, ¡vamos un capricho!, así se llamó la quinta donde convivían el paisajismo inglés con el francés,  regado por rías, lagos y estanques con esculturas de dioses vigilantes en sus orillas, con un palacio que atesoraba muebles, pinturas de lo más granado del panorama artístico, todo ello elaborado por los mejores artífices de  cada campo, sin importar la procedencia de éstos. Ella fue la responsable de introducir a Goya en sociedad, de ayudar a Bocherini, a Espinosa y tantos otros. Vivió tiempos convulsos, como también lo son los actuales; la guerra de la Independencia destrozó aquel "capricho", como lo  haría con tantas otras cosas y con miles de vidas perdidas, pero pudo poner en pie todo lo destruido.
     Viendo el cartel que yo vi, seguro que se pondría triste, como  yo lo estoy, percibiendo como el inmenso patrimonio que hemos recibido se deteriora sin que se ponga remedio. El legado artístico  y cultural es la mejor herencia de un pueblo, porque es la memoria de éste; su ignorancia puede llevarnos a fatales consecuencias.


     Doña Josefa sigue viva, mirándonos desde los retratos pintados por Goya,  parece  pasear cada primavera bajo los lilos que tanto le gustaban, en su retiro a las afueras de Madrid, lugar que podemos disfrutar evocando con la imaginación lo que debió de ser, cuando se engalanaba para las celebraciones con las que le gustaba agasajar a sus amigos. No podemos decir lo mismo de la residencia que poseía en Aranjuez, como de tantos otros monumentos de esta ciudad; por lo que se  ve nada es perfecto.


GREGORIO GIGORRO
GREGORIO GIGORRO
"Vaya susto"
Boceto para plato
Acrílico sobre papel de embalar
Firmado y fechado en 2013
Medidas: 37 x 37 cm


Aranjuez. 16 de abril de 2013



                                             
     

         

viernes, 5 de abril de 2013

Capricho de cielo


Veo, veo ¿qué ves?, una cosita con la letrita L, pues loro, no, no es un animal, es una cosa, entonces será lucero, no, tiene muchas luces, pero no, eso tampoco es. Entonces ¿qué puede ser?, bueno, te daré unas cuantas pistas; por ejemplo cabe en un bolsillo, nada más abrirlo descubrirás miles de mundos diferentes, cientos de personajes podrás revivir, visitarás países y paisajes fascinantes, el mundo entero lo tendrás a tus pies, sin moverte del sillón. Puede ser muy ameno, educativo, excitante e intrigante, tanto que no pararás hasta terminarlo; puede gustar a niños y a mayores, lo puedes tomar prestado o adquirirlo donde se vende y además siempre es el mejor regalo para quien lo  recibe, ¡quedarás de fábula!

¿Todavía no sabes de  que se trata?


GREGORIO GIGORRO
GREGORIO GIGORRO
"Capricho de cielo"
Tinta y acrílico sobre cartón
Firmado y fechado en 2.013
Medidas: 50 x 35cm




Madrid, 4 de abril de 2.013

jueves, 28 de marzo de 2013

Roma eterna


Después de tanto ir y venir en tren por Europa, hicieron un alto en el camino, descansando unos días en casa de la hermana de su amigo en el sur de Francia, fue una estancia agradable al sol, bañándose en la playa y practicando francés. Su amigo no paraba de darle la tabarra, diciéndole: "Tienes que ir a Roma, a nosotros ya se nos ha terminado el billete"; pues éste, te daba derecho a utilizarle para viajar durante un mes en tren por el viejo continente, al haberse incorporado más tarde, él podría continuar sin ellos.

Su amigo Antonino consiguió que su hermana le prestara el dinero necesario; aunque se encontraba muy a gusto con  ellos, decidió hacer aquel viaje solo.

Viajar en tren, es otra cosa; con poco dinero  y sin ninguna prisa, te vas recreando en los lugares que recorres,  recoges otros acentos, otras miradas; entras en contacto con otras personas como tú, que están deseosas de descubrir otros lugares. A los veinte años el mundo es algo nuevo que quieres indagar y desvelar y eso es tan excitante como divertido. Transcurrieron un montón de horas viajando, llegó por la mañana, por fín constataría lo que había deseado fervientemente.

¡Qué calor hacia en aquel mediodía de agosto, en la estación Termini de Roma!; cargado con su mochila y la ilusión a raudales, llegó a la ciudad soñada, ¡la madre del cordero!, como diría aquel. Al abandonar dicho lugar, descendió hasta las termas Dioclecianas, sobre la plaza había un montón de tenderetes donde vendían todo tipo de comida; se decidió  por una rebanada grande de sandía, aliviándose de la sed que sentía. Tomó la via Nazionale, atravesó los foros de Trajano  hasta el imponente Coliseo, desde allí  subió a  un autobús que le llevaría a San Pedro, se detuvo justo debajo de la columnata de Bernini; el chapoteo de las fuentes, le hacía pensar en una tarta gigante de merengue, sobrecogido por el espectáculo del conjunto, pensó: "Es igual que lo había imaginado".

A la sombra de las columnas descansó un rato, más tarde volvió a internarse en el maremagnum de cúpulas, fuentes, esculturas y palacios, callejeando por las intrincadas calles llegó al Panteón, ¡qué hermosura!

La tarde decaía y el calor también, pero él no cesaba de engullir disfrutando de toda la belleza que un joven era capaz de admirar en una sola tarde y en una ciudad como aquella. Cayó rendido con los pies hechos polvo, dentro de su saco de dormir a la vera de las murallas aurelianas como tantos otros jóvenes que viajaban de la misma manera.

Al otro día inició su regreso, tenía la impresión de haber disfrutado mucho en poco tiempo; aquello era un rebosante despliegue de historia desperdigada en tan poco sitio que sentía no haber lugar para un alfiler en aquel museo al aire libre. No supo a ciencia cierta si todo lo visto fue poco o mucho, pero si que le supo a gloria; ni que decir tiene que volvería,  ya no tendría veinte años, ni era el mismo pero la ciudad si era la misma, aunque percibida de otra manera, preñada de hermosura desde sus orígenes hasta nuestros días, siempre eterna.

GREGORIO GIGORRO
GREGORIO GIGORRO
"Vedutta"
Acrílico y tinta sobre cartón
Firmado  y fechado en 2.013
35 x 50 cm





Aranjuez, 28 de marzo de 2.013

domingo, 24 de marzo de 2013

El hallazgo



Se  equivocó el gorrión, no era la primera vez que eso sucedía, mucho antes, fue la paloma como nos contó Alberti; las grullas a veces se retrasan cuando viajan a otras latitudes más cálidas o las cigüeñas adelantan su regreso, quizá porque les despista que el invierno acabe antes. Todo parece estar patas arriba, hasta las jirafas a veces pierden su sentido de la orientación, junto con los elefantes, las gacelas y otros animales de diferentes especies.

La atmósfera está revuelta, el ambiente caldeado; mientras tanto, mi mirada seguía las  evoluciones del pajarillo a través de la inmensa nave de la gran superficie, se diría la de una catedral actual, imponente y desangelada, colocada siempre al final de cada ciudad, llena a  rebosar de todo tipo de artículos para  consumir, para pasear, para mirar y que te miren en cualquier tarde de cualquier domingo gris. Pues el lugar donde se había perdido nuestro gorrión era el centro sociocultural de nuestro tiempo, es decir un centro comercial, de esos que proliferan como setas por doquier; espacios donde los niños juegan o realizan  talleres mientras los padres hacen la compra y en el mejor de los casos se relajan porque un centro como debe ser, además de supermercado, dispone de tiendas de todas clases, también posee gimnasio, cines... hasta en algún caso de librería, os lo aseguro.

Entre tanto el pobre revoloteaba sobre todos los estantes, desde la comida a las plantas pasando por la confección, a la sección del hogar hasta chocar con la inmensa cristalera que daba a la avenida, sin lograr dar con la tecla, quería decir con la salida.

Los hipotéticos clientes deambulaban sin percatarse de la presencia de tan delicado ser y éste seguía planeando sobre todo tipo de bebidas, de enseres de limpieza, fundamental en un mundo tan aséptico como el nuestro; por encima de las vitrinas donde yacían desplumados montones de aves, de pescados vestidos de hielo, pasando sobre miles de caramelos, de tartas, de interminables hileras de ropa y de un sinfín de flores, plantas y macetones, además de utensilios para el jardín, esperando mudos a cambiar de sitio.

El pajarillo, sobre toda esta multitud de cosas de llamativos colores, parecía aturdido, de  vez en cuando piaba pidiendo ayuda sin obtener respuesta; para más inri la nave aparecía  iluminada  por cientos de bombillas, creando en él la ilusión de la luz solar,  despistándole aún más.

Mientras, abajo una pareja paseaba con su retoño, no debía de tener más de tres años, los padres miraban los precios de los productos antes de introducirlos en el carro de la compra; el niño alzando sus ojos descubrió al pajarillo, a estas alturas casi mareado de tantas idas y venidas.

El niño tiraba de la manga del padre, éste tan absorto en su quehacer, no le prestaba atención, sin embargo el gorrión, si que respondió a la llamada de Andrés, asi se llamaba el pequeño pues a pesar  del ruido de la música ambiental distinguió su vocecita aguda y amiga; de repente se posó sobre su cabecita y de ésta saltó a sus manos, con delicadeza le acarició y el pajarillo  respiró por fín tranquilo.

Ufano como estaba le dijó a sus padres: "Mirad lo que tengo", ahora él le prestó atención respondiéndole: "Hijo te he dicho siempre que no se coge nada que no sea tuyo".

GREGORIO GIGORRO
GREGORIO GIGORRO
"La familia"
Acrílico sobre cartón
Firmado y fechado en 2.013
Medidas: 35 x 50 cm



Aranjuez, 24 de marzo de 2.013