La locomotora de un tren antiguo sobre la mesa baja del luminoso salón, parecía mirar al caballo de cartón fallero, que se encontraba sobre una alfombra esparcida por el suelo, se diría un jardín multicolor y geométrico, pletórico de flores encendidas entre los arriates rectilíneos, dando el contrapunto al piso de color madera, mientras el ojo ciego de la televisión vigilaba la escena; sobre todo ello un ventanal dejaba ver un paisaje urbano presidido por una cúpula, se trataba de un interior. Ella había recorrido con su mirada cada detalle del cuadro, después de un rato, exclamó: "¿Desde tu casa se ve una cúpula?", él se sorprendió por la pregunta y enseguida le respondió: " No, pero se verá".
Pasaron tres años pintando y viviendo; ahora desde su casa se veían no una, sino tres cúpulas, rodeadas de un inmenso jardín que se prolongaba en el campo haciéndolo aún más grande.
Es curioso, porque el tren que pintó tampoco existía en aquel momento, pero si es verdad, que al poco tiempo su cuñada le regaló a su hijo el mismo; de igual manera sucedió con el caballo, él creía recordar que de pequeño había uno en casa de sus abuelos maternos con el que jugaba, en todo caso quedaba muy bien haberlo incluido en la composición pictórica, al igual que la cúpula, ya que en aquel barrio del sur, donde habitaba había muchas cosas pero ningún alarde arquitectónico como el retratado.
Sin embargo, lo pintó probablemente porque anhelaba que el sitio donde quería vivir fuera así, de hecho andando el tiempo los elementos pintados tomaron carta de naturaleza; y es que los sueños si los visualizas con toda tu fuerza y con insistente frecuencia, a fuerza de soñarlos pueden adquirir forma real.
Para muestra sirve un botón.
GREGORIO GIGORRO "La bicicleta y el pez" Óleo sobre lienzo Firmado y fechado en 2008 Medidas: 81 x 100 cm En Aranjuez a 18 de de mayo de 2013 |