miércoles, 20 de noviembre de 2013

El encuentro diario



Como todos los días, él celebraba la vida como el más hermoso regalo, se levantaba muy temprano, el sol seguía acostado; prefería esperarle sentado en un banco, viendo pasar a los demás, observando sus movimientos, sus caras, sus andares... Cualquier esquina, plaza o edificio, hasta el más escondido rincón de un jardín, no importaba lo que fuese, se convertía en objetivo de sus ojos, que examinaban, analizaban y diseccionaban todo lo que le ofrecía la ciudad para ser disfrutado, sin olvidarse nunca de llevar sus bártulos; en cualquier lugar podía saltar la liebre y no quería que se le escapara.
Como cada día, anhelaba que llegara cada tarde, como todas las tardes en las que se encontraba con ella, sí solo y solamente con ella y con sus ojos.
Como siempre, salía con el tiempo pegado a sus talones, para llegar a la hora señalada, le encantaba ir corriendo aunque el estudio no quedaba precisamente a tiro de piedra del trabajo de ella, en el barrio financiero de la ciudad; pero él no se paraba en mientes y corría sin parar en pantalón corto sin tener en cuenta la estación del año; para él siempre era primavera. Sorteaba con agilidad el ruido ensordecedor de los endiablados coches, los semáforos que le obligaban a pararse en rojo y los numerosos viandantes que a veces abarrotaban las calles, éstas con sus edificios decimonónicos acompañados de otros con menos solera, las iglesias, las acacias alineadas sobre las aceras; el paisaje urbano iba mudándose por otros inmuebles mucho más altos, más modernos y más sosos, a medida que se acercaba a su meta, lo único que continuaba igual era el tráfico.
-Corre, corre, tú puedes- se decía; pensaba que la pintura y un corredor de fondo se parecían en eso: entrenarse sin prisa pero sin pausa para conseguir sus deseos sin importar el tiempo invertido.
Hasta que por fin, la vió enfrente, al otro lado de la avenida; el  semáforo seguía en verde, pero justo cuando estaba a punto de cruzar, ella le gritó alzando las manos, de pronto un cochazo con prisa se saltó el semáforo; sin duda tenía la misma premura que él por llegar a su destino. Él se quedó lívido, pálido, chorreando de sudor y al poco felizmente quedó entre sus brazos apretándole sin parar, alejando poco a poco el susto y dejándose acariciar por sus ojos y todo su ser.
Como siempre, en demasiadas ocasiones en la ciudad, aquel encuentro podía haberse malogrado y todo porque un conductor no quiso o no supo pararse a tiempo.
GREGORIO GIGORRO
GREGORIO GIGORRO
"Una pareja particular"
Tinta y acrílico sobre cartón
Firmado y fechado en 2013
Medidas: 49 x 35 cm



Aranjuez a 20 de noviembre de 2013

miércoles, 6 de noviembre de 2013

Pobre infante don Pedro


Detrás quedaba el luminoso claustro, a un costado de éste se encontraba la capilla de Santa Catalina, de soberbia factura gótica, bajo la rotunda bóveda de crucería se exponían un rosario de piezas religiosas de buena orfebrería; su mirada fue tranquilamente recorriendo la sala, hasta que se acercó a  un sepulcro pequeño, situado en el centro de la misma, era un niño ataviado como un caballero, con su trajecito, sosteniendo la espada con ambas manos, aislado del resto del mundo por una recia reja que daba fe del nombre  y estirpe del yacente durmiendo el sueño eterno.
 
Pobre Infante don Pedro, pensaba él, viendo la sepultura de frío mármol aunque policromado; no dejaba de inspirarle una sincera ternura, una inmensa soledad. El personaje en cuestión, fue hijo natural del rey Enrique II de Trastámara, reconocido por éste como su retoño al igual que sus demás vástagos. Murió accidentalmente a muy temprana edad, dejando repentinamente una vida llena de privilegios por un fatal destino.
 
Un día soleado en la sala de los reyes del Alcázar de Segovia junto a otras personas de la corte, su  aya lo sostenía en los brazos; quizá al asomarse ésta desde  uno de los balcones, para disfrutar de algún desfile militar probablemente, ella se distrajera, mirando el espectáculo; absorta ante la gallardía de algún soldado conocido por la sirvienta, el caso es que de golpe y porrazo el niño se le fue de los brazos cayendo al enorme precipicio sobre el que se asienta el edificio,  muriendo inevitablemente, fue una tremenda sacudida para todos los presentes.
 
El aya que tanto mimo había prodigado al niño, que no había escatimado ni  tiempo ni cariño para ello, vió que su vida se iba al traste, ¿qué se le pasaría en un segundo por su cabeza?, sin duda el castigo sería ejemplar; no le quedó otra salida que la del infante.
 
Se marchó, pero sus lamentos a buen seguro que llenaron todos los rincones del Alcázar en busca de consuelo; de igual manera que rebosaron de júbilo cuando se celebraron fiestas o tuvieron lugar intrigas cortesanas o pavorosos incendios.
 
Las piedras siguen en pie, las puedes tocar, pero el alma que albergan estos lugares tan añejos, tan vividos solo se pueden llegar a acariciar con la imaginación.
 
A veces la vida sin avisar, te estrecha el camino, hasta el punto de nuestra nodriza: huyó para no volver, igual que los personajes de la película Thelma y Louise, en la cual la historia se enreda de tal manera que lo único que les queda a las protagonistas es lanzarse al  precipicio.
 
Después de todo, la vida es esa obra que interpreta cada cual  y que hagas lo que hagas siempre termina mal, por lo que no merece la pena, tomársela en serio.
 
 

GREGORIO GIGORRO
"Boceto para un sueño"
Óleo sobre lienzo
Firmado  y  fechado en 2013
Medidas: 54 x 81 cm



En Aranjuez a 6 de noviembre de 2013



jueves, 31 de octubre de 2013

Duerme




Duérmete contando estrellas, es mejor que hacerlo con ovejas, siempre se corre el riesgo de que sean muchas y se despierten balando, todas a la vez.
En el otro caso, aunque el firmamento esté preñado de ellas, son más discretas e iluminan la negra noche si no hay luna, además es mucho más sugestivo sentir sobre tu cabeza millones y millones de mundos lejanos y relucientes imposibles de alcanzar.
Duérmete contado estrellas, desde el silencio inmenso que da esas horas, puedes llenarlo con un montón de historias de seres ajenos a ti, o cercanos según se vea, a veces los humanos, no todos son agraciados al nacer con la caída de algún astro en su vida, de una buena estrella; no es lo mismo tener a la susodicha que estar estrellado, por ello con cierta frecuencia esos mundos fantásticos se encuentran más cerca de lo que pensamos; probablemente alguien con chispa, con estrella, se haya sentado en el autobús, te haya sonreído o te haya hecho algún favor..., mil cosas, pero quizá no te has dado cuenta. Claro, pensarás, ellas están allí en lo alto, suspendidas, ingrávidas, ausentes.
¿Cómo voy a disfrutar de una de ellas, aquí abajo?
GREGORIO GIGORRO
GREGORIO GIGORRO
"Nosotros en un interior"
Óleo sobre lienzo
Firmado y fechado en 1997
Medidas: 1,30 x 60 cm

Felices sueños.

Aranjuez a 29 de octubre de 2013

viernes, 25 de octubre de 2013

Pequeños placeres


 


Qué gusto sentir los rayos del sol, cuando se abren camino entre las hojas carnosas de la parra, sentado en la hamaca arropado por su sombra verdosa, a  esas horas del domingo cuando las chicharras aún duermen; mientras los gatos se empeñan en trepar por el granado.
Qué gusto da ver al saltamontes despistado sobre la santolina, al pensamiento amarillo resistiéndose a marchitarse después de  tanta sequía.
Qué espectáculo, es comprobar que los ramilletes de la glicinia siguen floreciendo aunque la primavera se haya marchado.
Qué alegría escuchar el saludo sonoro del canario y el periquito.
Qué bien ver sobre el alfeizar de la ventana al gato con su mirada verde pidiendo su comida mañanera.
Qué delicia ver las caricias sin fin que prodiga a sus pequeños.
Qué refrescante relajo nadar solo en una piscina azul como el mar, mientras los otros comen a esas horas decentes.
La verdad, es que no hay nada mejor que ir al revés del mundo.
¿Pero dónde te habías metido? -Pues estaba aquí, debajo de la sombrilla de paja, esperándote-
Y se marcharon a comer al borde del río tan fresquitos.
 
 
GREGORIO GIGORRO
"Los piragüistas"
Óleo sobre lienzo
Firmado y fechado en 1999
19 x 33 cm



Aranjuez a 24 de octubre de 2013























sábado, 28 de septiembre de 2013

La bola de cristal



       El ruido del despertador, le alertó de la llegada del nuevo día, seguido de un estruendo sobre el suelo de mármol y entonces, sí que abrió los ojos como platos, ¡no lo podía creer!, al intentar silenciar esa máquina inmunda, medidora implacable del tiempo y de sus obligaciones desde muy temprano, descubrió que se había hecho trizas la bola de cristal que él le había regalado durante aquel viaje a la playa, al poco tiempo de conocerse; por el suelo, desparramados yacían los cachitos de aquel paisaje urbano  y diminuto, plagado de rascacielos sobre el que nevaba y nevaba.
De repente a Violeta se le agolpó todo lo vivido con él en veinte años; le resonaba en su cabeza, "Me voy", seguido de un portazo; y vaya que si se fue, poniendo un mar de por medio. Era como si los despojos de su existencia en pareja se hubieran desmenuzado en cientos de instantes de vida en forma de pedacitos tirados por el suelo.
Empezó a llorar sin parar de forma nerviosa, muy nerviosa, entre gritos y lágrimas se decidió a recoger los instantes de su vida hechos añicos, cada  trozo era mágico, soñado e irrepetible, y había muchos. Cuando hicieron aquel viaje al sur, ella quedó cautivada por el embrujo de aquella ciudad, por sus atardeceres; su primera noche de amor, aunque hubo sexo por supuesto, las cañas que tomaban al fresco, las noches estrelladas, el color de los mercados, su pasión por las antigüedades, las siestas, sus despertares...Después de que se vive una experiencia en no importa en qué lugar  y en qué circunstancias,  si ha sido placentera se establece una relación entrañable entre las cosas, que cobran otro valor para sus protagonistas. El sonido del órgano en aquella catedral, el olor a café caliente en cierto bar donde había actuaciones de jazz o la fuerza de su mano junto  la suya paseando descalzos por la arena; eran muchos, pero muchos cachitos imposibles de pegar. Aunque ella seguía recordando a la vez que recogía su pasado o lo que quedaba de él, poco a poco los lloros fueron bajando de tono para dar paso a los suspiros y a los hipos,  así las aguas volvieron a su cauce.
Y esta vez sonó el  teléfono impertinente, sin embargo lo agarró de un salto. "Dígame", una voz cálida en perfecto castellano le dijo: "Violeta i Olé", por favor; "Sí, soy yo, por fuerza más que nada"; la voz masculina continuó: "Señorita, hemos examinado detenidamente su dossier, su trayectoria y hemos valorado afirmativamente incluirla como colaboradora diaria en nuestra revista. Se quedó boquiabierta, pero enseguida dijo: "Perdone, yo he enviado muchas propuestas a diferentes medios de comunicación, y claro, podría decirme para cual sería", él le respondió: "Para locas por el vicio", a lo que ella contestó: "Qué bien, me parece muy propio". La única condición le dijo su interlocutor sería venir aquí, a New York dentro de una semana, para conocerla personalmente y despachar los detalles laborales pertinentes, "¿Qué le parece?", "Estupendo", dijo Violeta i Olé.
Corrió a mirarse al cuarto de baño, milagrosamente se le había iluminado la cara, habían desaparecido tantas lágrimas y su piel lucía más brillante que antes; lo que no sabía era con quien se iba a encontrar como director de aquella publicación, to be continued....
GREGORIO GIGORRO
GREGORIO GIGORRO
"Ella"
Acrílico y tinta sobre lienzo
Fimado bajo al lado izquierdo y fechado en 2013
Medidas: 40 x 40 cm


Aranjuez a 28 de septiembre de 2013

jueves, 12 de septiembre de 2013

Toledo de noche


Todavía guardaba en su memoria, el recuerdo fresco de aquella noche de agosto en Toledo. La cita fue a las diez y  llegaron por los pelos, quedaron en Zocodover,  donde él tantas veces desde mocito había estado con su padre, mientras éste hacía sus tratos con otros ganaderos, se daba un garbeo por la ciudad que desde siempre le  había fascinado.

El grupo escuchaba ensimismado las explicaciones del guía, muy ameno y versado en las historias de la ciudad que había sido el centro neurálgico en el siglo XVI, en aquella plaza modesta en dimensiones a la sombra del  palacio real, actual alcázar, se cocía de todo, se rumoreaba, se esperaba a ser recibido por el emperador, se ajusticiaba a los reos y  un sinfín de manifestaciones sociales de aquel tiempo.

Con el alumbrado tenue de los faroles, bajo un cielo negro sin luna se adentraron por la calle de la Sillería, empezando a descubrir portadas sobrias de marchitos palacios, historias de un hotel que hospedó a lo más granado que venía a conocer el lugar desde Ava Gadner, Rilke, Welles, tantos y tantos atraídos por esta urbe tan pequeña en dimensiones como majestuosa por su historia; el establecimiento hotelero ocupaba el solar de un convento ya desaparecido. Se pararon en la primera iglesia de todo el orbe católico dedicada a San José y adosada a un palacio aún habitado por sus nobles propietarios, donde vivió Santa Teresa y se refugió San Juan de la Cruz antes de ser encarcelado. Dicho palacio miraba a otro que albergó la Ceca, fabrica de moneda, de ahí viene el dicho de la Ceca a la Meca y llegaron a Santo Domingo el Real, de soberbio pórtico renacentista donde nos contaba nuestro Cicerone, jugaba al fútbol de pequeño;  es un lugar recoleto, donde afloran los recuerdos de Bécquer y Valeriano su hermano que vivieron cerca de aquí.

Examinaron las portadas con señales de muertes violentas sobre los muros, en forma de cruces tubulares; se asomaron al tercer recinto amurallado que mira al norte, sobre la Antequeruela y la ciudad nueva, sembrada de titilantes colores ámbar y la noche seguía quieta.

Después de atravesar la plaza de San Vicente donde estuvo la prisión de la Inquisición, lugar que actualmente ocupa la Universidad Lorenzana, en cuyo interior se encuentra un patio que nos habla de la magnificencia romana, dejaron a la izquierda Santa Clara, sobre el pedregoso pavimento que requiere calzado cómodo, se internaron de lleno en la parte conventual.

De pronto se pararon a instancias del guía, guardaron silencio y éste le respondió:"Nada", ni un grillo  ni una voz ni un coche, un escenario de otro tiempo sin prisa. Cobijados bajo los cobertizos comenzó la enumeración de conventos, los edificios que antaño fueron palacios árabes  en el siglo XI posteriormente pasaron a serlo cristianos después de la conquista de Toledo en 1.085 y más tarde  se convirtieron en lugares sagrados donde reina la clausura, ahora corren el peligro de ser clausurados pues las vocaciones están de capa caída. Vieron el laurel de la casa que habitaron los hermanos Bécquer y supieron donde supuestamente reposan los restos de El Greco en Santo Domingo el Real el Antiguo; descubrieron la casa que habitó Garcilaso, poeta que ejerció  una gran atracción entre escritores como Alberti; aquí Luis Buñuel fundó una asociación con sus amigos Lorca, Dalí y otros que  ya de jovencitos apuntaban maneras y volvieron a descubrirse ante la delicadísima portada plateresca de San Clemente, convento de fundación real, cuna del mazapán y poseedor de una riqueza artística imponente, de frente al de San  Pedro Mártir de patios interiores que no le van a la zaga. Inolvidable la imagen de Catherine Deneuve en la película de Buñuel rodada en dicho convento.
Como es difícil de olvidar que de aquí salió el mito de don Juan, que vivieron Lope de Vega, Tirso de Molina, Zorrilla, tantos y tantos que  nos han hecho tan grandes. La noche seguía cubriéndonos con su manto  y Garcilaso desde su pedestal daba la espalda al palacio de Mesa, miraba de frente a la cúpula de San Ildefonso, la iglesia jesuítica, a la derecha a San Pedro Mártir cuyo altar estuvo decorado por pinturas de Maino, actualmente expuestas en el Prado, y donde reposan entre otros los restos de un clérigo que voló antes que los hermanos Montgolfier y que sin embargo se le tuvo por loco.
El patrimonio verdaderamente inmenso se mantuvo intacto hasta la guerra de la Independencia donde  gracias a los franceses se perdieron doce grandes  edificios, a pesar de todo sigue sobrecogiendo, pues siempre descubres cosas nuevas porque alguien te las sabe contar y tú disfrutas escuchándolas; hasta la próxima visita se dijeron con los ojos al despedirse en Zocodover, no sin antes sentarse al fresco, tomando  un café en el mirador de San Miguel el Alto frente a San Servando y la Academia militar con el Tajo a sus pies.
GREGORIO GIGORRO
"El gato y el pajarillo"
Acrílico sobre cartón
Firmado y fechado en 2013
Medidas: 25 x 75 cm

En Aranjuez a 12 de septiembre de 2013

jueves, 5 de septiembre de 2013

Ensueño


Cualquier noche de éstas, me meteré en tus sueños, cuando estés abandonada al cansancio, poseída por Morfeo.
 
Cualquier noche, sin que te des cuenta, recorreré las habitaciones y los bosques enmarañados de malezas, las estancias entregadas a la inconsciencia y me sentaré  un rato a ver como miras a las estrellas desde ahí adentro.
 
Cualquier noche, cuando menos te lo esperes, susurraré en tu oído como si fuera una caracola y te hablaré del mar sin palabras; haré que me siga un ejército de caballitos de mar y seguro que sentirás los cantos de las sirenas.
 
Cualquier mañana, antes de lo que te imaginas, verás el mar, sí, el mar turquesa intenso, con su olor a yodo, y estarás en la playa desierta, y llorarás, pero está vez de alegría.
 
Cualquier día...
 
Gregorio Gigorro
GREGORIO GIGORRO
"Descansando"
Acrílico y tinta sobre cartón
Fechado y firmado en 2013
Medidas: 25 x 75 cm


Aranjuez a 5  de septiembre de 2013