Bonito es todo aquello que nos agrada, nos gusta, que disfrutamos cada vez que está ante nosotros, lo relacionamos con lo bueno y opuesto a lo feo; también con el concepto de bello aunque en este sentido dicho término lo encontramos digamos más elevado.
Pero también es el nombre de un pescado, el bonito, ni muy grande ni muy chico, de color plateado, recorrido por unas franjas longitudinales, de carne rosada y muy rico cuando se sabe cocinar; en otros idiomas el nombre de dicho pescado no es ni la mitad de bonito, perdón, otra vez por la palabrita.
La lengua de Cervantes posee un montón de sinónimos para designar una misma cosa, objeto o situación cualquiera que sea, lo que la convierte en algo muy sabroso, a la hora de establecer relaciones de toda índole entre los millones y millones de hispanoparlantes en todo el mundo.
Sin duda, la prolífica producción tanto en la literatura, el cine, el teatro, la música hecha en nuestro idioma ha concitado el interés creciente por su aprendizaje en cualquier parte del planeta, sin olvidar los éxitos obtenidos en el deporte así como en la canción, llevados a cabo por profesionales no sólo españoles sino también por iberoamericanos y de otros países.
De cualquier modo hay que considerar que todo vehículo de comunicación creado por el ser humano para entenderse parte de la arbitrariedad, si bien la raíz viene de lejos, es decir nuestras fuentes son griegas y romanas. Por poner unos ejemplos, el museo, lugar donde se guardan obras de arte, se llama así porque en la antigua Grecia, frente a dicho lugar se encontraba la estatua de un héroe llamado Museo, o sea que si su nombre hubiera sido Facundo, pongo por caso, para ver pintura iríamos a un Facundo, así Mecenas, personaje de la antigua Roma, protector de los artistas, si se hubiera llamado Colomino, pues a los personajes que ayudan a los susodichos se les designaría por extensión con dicho vocablo; ni que decir tiene que la enumeración de casos sería interminable.
¿Porqué llamamos mesa a una mesa y no coche y a éste gato y al felino, paraguas y éste corbata y así sucesivamente?, sería un galimatías impresionante.
Ya que nuestro código de relación existe y se fija en la Real Academia de la Lengua, aunque está continuamente en constante evolución como la vida, es de recibo aprenderlo en profundidad y hablarlo con propiedad, en este sentido la lectura y la escritura ayudan considerablemente; por no hablar de la variedad de matices y acentos que aportan todos los países hispanoparlantes, me viene a la memoria la dulzura de los mexicanos al hablar o de los colombianos, todo ello enriquece una barbaridad, además en nuestro caso la cultura árabe entre otras ha enriquecido nuestro vocabulario llenándolo de vocablos sugestivos, como almazara, jazmín, jacaranda...
Las palabras hablan por si solas, cuando se pronuncian en un tono delicado alejado de la sobriedad castellana, destilan calma y música en el oído, son bonitas, perdón.
Para no cansaros más, os diré que cuando uno se encuentra en Iberoamérica, siente que lo hispánico está partido en dos, es decir somos parte de un todo.
Como decía Gabriel García Márquez, "No hay otro mundo al que nos podamos mudar".
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GREGORIO GIGORRO
"Bajo la parra rojiza"
Acrílico sobre papel Arches
Firmado y fechado en 2007
Medidas: 40 x 30 cm
Aranjuez a 11 de junio de 2014 |