Bailaban ellos solamente, desplazándose en círculos sobre la pista, el resto les miraba; hacían buena pareja, a pesar de todo sonreían a la vida. En otras ocasiones iban al mismo lugar a darse un chapuzón, nadar y ver a través de las cristaleras el centro de la ciudad desde arriba, les encantaba.
Estos y otros recuerdos enternecían a su memoria; al cabo del tiempo el Hotel Plaza sito en la de España, se cerró a cal y canto, esperando de pie al mejor postor.
El imponente edificio junto con la Torre de Madrid, con preciosas vistas desde su azotea, forman un conjunto, levantado por los Otamendi, en los años cuarenta, en el último tramo de la Gran Vía; de clara inspiración americana aunque les salió más chatos que los modelos mencionados, hasta su nombre nos habla de Nueva York, ¿quién no recuerda el reencuentro entre Barbra Streisand y Robert Redford a la puerta del Plaza neoyorquino.
La combinación entre la piedra y el ladrillo además de incorporar elementos decorativos del lejano barroco, le dan un aire más madrileño y le quitan pesanted. Los nuevos dueños han decidido su transformación total dejándole en cueros al igual que se hizo con el Español de Crédito para convertirlo en hotel de lujo; ambos edificios estaban protegidos y clasificados, eso no les ha impedido lo que están llevando a cabo sin importarles las protestas de arquitectos y decoradores mayormente.
Extraña forma de preservar el patrimonio de un lugar, dejándole sin sentido, sin gracia, simplemente una fachada.
De entrada se pretende preservar el exterior, aunque se rumorea que aumentará considerablemente la altura del inmueble. El perfil del barrio cambiará, actualmente desde la Plaza de la Armería del Palacio Real se ve el sombrero de la torre susodicha sobre la residencia regia, subiendo más plantas será más ostensible la presencia del nuevo edificio.
Siempre se habla de puestos de trabajo, importantísimo, pero también de sostenibilidad; de armonía con el entorno, a la luz de los acontecimientos no tanto. ¿Dónde se encuentra la medida de las cosas?, estará muy escondida, por lo que se ve.
La avidez humana no tiene techo ni parangón; si para conseguir los fines hay que cambiar lo que haga falta invalidando o distorsionando lo anterior, hay personas que no se paran mientes.
Sería deseable cambiar de sones, que los hay, no se debe decir donde digo Diego, dije digo, o algo así.
GREGORIO GIGORRO "La plaza de Callao" Óleo sobre madera Firmado y fechado en 1999 Medidas: 30 x 58,50 cm En Aranjuez a 2 de agosto de 2015 |