jueves, 24 de abril de 2014

Ojos para qué os quiero


Pues os tengo para mirar, para ver todo lo que deseo; desde lo alto de su pedestal, montado a lomos de un hermoso corcel, el rey José I, veía todo lo que arribaba al muelle de Autoridades, desde las lejanas Indias, rodeado por esa plaza majestuosa, abierta al estuario del Tajo, que me hace recordar a la de Venecia, dando la bienvenida, arropado por esa elegante y rotunda arquitectura, fruto del impulso del Marqués de Pombal, bajo cuya dirección se reconstruyó la Baixa después del último terremoto, acaecido el 1 de noviembre de 1755.

No en vano, se bautizó como la Plaza del Comercio, allí desembarcaban los barcos cargados de riquezas de toda índole: sedas, piedras preciosas, especias, maderas exóticas..., y sobre todo otras formas de vida venidas de ultramar.

Este país, asomado al océano, se vio volcado a navegar desde hace siglos, llegando a crear un gran imperio, habiendo fenecido éste, sus habitantes se verían obligados a cruzar el charco, en busca de una vida mejor. Vivir para ver.

Ahora este espacio se ve abarrotado por enjambres de turistas que van unos más frenéticos que otros de un lado para otro, disparando sus cámaras de fotos, para luego testimoniar su presencia en estos pagos. Estamos en la civilización del ocio y la moda por la cultura, ese barniz que disfraza la verdadera ignorancia del  hombre moderno; equipado con el plano en la mano, intentando cubrir todos los enclaves turísticos en tiempo record por supuesto; no llegan aquellas mercancías preciadas, pero si otras que se precisan, ahora los transatlánticos desembuchan un tropel de visitantes, ávidos por patear la antigua Olissipo, fundada por Ulises, aunque no es la única leyenda sobre el origen de Lisboa, en cualquier caso es más antigua que Roma.

Pero hoy como ayer, la luz del sur viste de anaranjados  y rosas pálidos a la ciudad blanca, cada tarde, hoy como ayer si logras abstraerte del bullicio  de las gentes,  el sol será generoso contigo, acariciando  tu  cara, mientras las olas lamen tus pies desnudos.

¿Qué no habrás visto tú?, encaramado a tu caballo, engalanado con tus atributos reales desde tu mirada verde; por cierto al inagurarse en 1775, sufrió una ligera variación, al instalarse por impericia de los obreros, hacia el lado izquierdo, lo que provocó una leve asimetría del conjunto, pero la  verdad, esto ni  quita ni pone al encanto de una ciudad  como la que nos ocupa, os lo aseguro.

Gregorio Gigorro
GREGORIO GIGORRO
"Ojos verdes"
Tinta y acrílico sobre cartón
Firmado  y fechado en 2014
Medidas: 35 x 50 cm



En Aranjuez a 24 de abril de 2014

domingo, 6 de abril de 2014

¡Cuánto ruido!


El vaso se rompió en mil pedazos de cristal, sobre el suelo cerámico de la cocina, mientras el café salía a borbotones echando humo de la cafetera; él bajaba las escaleras a toda mecha, sin apagar el despertador.

¡Zas!, de un portazo cerró la puerta y poco después sonoramente hizo lo mismo con la cancela; encendió el motor del coche, marcha atrás y de otro golpazo la puerta del garaje.

Corre que te corre bajó la cuesta, sonidos de claxon y ruido del autobús que ya estaba en marcha. La carretera era un inmenso y largo tapón y las sirenas de las ambulancias, los coches de policía y así hasta llegar al trabajo, sin duda se había producido un accidente. Y otra vez el ruido de los alumnos, el de la música, los balones rodando por el suelo...Y poco más tarde las pancartas de la manifestación, las consignas formaban un griterío que llenaba la avenida, el humo de las pelotas de goma lanzadas por los cuerpos coercitivos y él corriendo, sorteando de todo, las latas sobre la calzada, los cristales rotos, el olor a basura, y él pensando que no llego a buscar a mi hijo.

Sube, baja del autobús, cruza la calle a toda prisa, y pum, el timbre del colegio; él jadeando y chorreando de sudor esperaba la salida de su pequeño.

Por fin se para, bajo la acacia, el cielo azul se recortaba entre los tímidos brotes verdes del árbol, que no hacen ruido pero que darán sombra verde a los viandantes y cobijo a los pájaros, como tampoco lo hacía el perro moviendo su rabo y levantando las orejas al verlo.

¡Ruido, pero cuánto ruido y qué pocas nueces!

Papá, te estaba esperando, ¿Dónde te habías metido?, le dijo sonriendo.

GREGORIO GIGORRO
"Estamos preparados"
Acrílico sobre lienzo
Firmado y fechado en 1996
Medidas: 60 x 81 cm




En Aranjuez a 7 de abril de 2014