sábado, 24 de enero de 2015

El garbeo

El gallo solitario canta, los gorriones se columpian en las ramas del granado, oteando el horizonte, ausente de gatos, éstos dormitan bajo la banca de madera, los capullos de las rosas están a punto de reventar; la mañana se ha despertado cubierta por una densa niebla, que cubre hasta hacer desaparecer casas, calles, campos y parezcan suspendidas las cúpulas y las torres.
 
Sus pisadas resuenan sobre la gravilla al atravesar el callejón , escoltado por una tapia plagada de reluciente hiedra; unos chicos preparan sus bicicletas para dar un paseo, el ruido de los coches, de vidriosos ojos, rompen el silencio. Continua bajando, hasta llegar al paseo, de robustos árboles, con el telón de fondo, también pardo del jardín. El movimiento de autos y personas aumenta, huele a churros, las señoras van y vienen con bolsas de la compra; un grupo de hombres charla animadamente sobre el pavimento brillante de la plaza.
 
El aire fresco le llena los pulmones, la humedad le moja y cala hasta los huesos; el sol no tiene prisa por lucir, pero seguro que lo hará, cuando la niebla desaparezca. Entonces los paseos se llenaran de viandantes buscando el tímido calor, más tarde las sombras irán cubriéndolo todo, se encenderán las farolas y olerá al humo de las chimeneas.
 
Sus pasos volverán a resonar sobre la gravilla, de vuelta a casa; probablemente escuche el maullido de los gatos pidiendo su comida, quizá se siente a descansar con su mirada, recorrerá las cosas como para confirmar que todo esta en su lugar y envuelto en el silencio duerma un ratito, mientras los palos de la chimenea ardan sin prisa.


GREGORIO GIGORRO
GREGORIO GIGORRO
"La parada"
Tinta y acrílico sobre papel kraft
Firmado y fechado en 2014
Medidas: 80 x 120 cm




En Aranjuez a 24 de enero de 20115


 
 

sábado, 10 de enero de 2015

Granada


Bajo la desnuda cúpula, sostenida por elegantes pilares estriados, coronados con capiteles corintios, que recordaban a los de la vecina catedral, resonaban solemnes los acordes del Ave María de Haëndel; su voz era clara y poderosa, su  presencia digna de una soprano. Todos los invitados asistían encopetados al enlace nupcial, tenían el guapo subido aquella luminosa mañana de diciembre, olía bien, se sentía uno a gusto entre toda aquella gente que veía por primera vez;  y en eso estaba, cuando se acordó de su propia boda, en aquella tarde del final de aquel verano lejano; en ambas ocasiones le envolvía la emoción y la nostalgia.
 
El propio marco en este caso más que en el otro, arropaba el acto, dotándolo de una aire intimo sin menoscabo de la grandiosidad que poseía, pues el altar estaba prácticamente en el centro, con lo cual posibilitaba que todos los asistentes se situaran alrededor, quedando los novios expuestos a merced de sus miradas, cariñosas y sonrientes.
 
Después de las manidas fotos, irrumpieron en el quicio del ingreso los recién casados, bajando tranquilamente la escalinata alfombrada de rojo corintio, flanqueada por maceteros de margaritas blancas. De frente les esperaba un coche muy particular, un Ford  descapotable de 1920, color beige, que daba el contrapunto al cortejo, sin parar de lanzar una lluvia de globos, de serpentinas, tirados a través de tubos también multicolores.
 
Era una fiesta en toda regla, que no dejó indiferente a los turistas que pasaban, como tampoco lo fue para las bandadas de palomas que salían despavoridas ante tal alborozo.
 
El cuento que podía continuar mucho más, bien podría haber comenzado así: "Aquella mañana, Granada era una fiesta".
 
GREGORIO GIGORRO
GREGORIO GIGORRO
"Jardines del Partal"
Acrílico sobre papel
Firmado y fechado en 2000
Medidas 72 x 50 cm



En Aranjuez a 10 de enero de 2015