viernes, 30 de diciembre de 2016

Narciso


Desde el mostrador del bar veía pasar la vida, cada mañana, muy temprano abría el establecimiento, colocaba las mesas, servía los cafés a los obreros antes de marcharse a la fábrica, más tarde llegaban las amas de casas madrugadoras; también veía a los abuelos reprendiendo a los nietecillos juguetones camino del colegio, llegar al repartidor de bebida atravesando la plaza, presidida por la misma estatua de siempre, al vendedor de lotería apostado siempre en el mismo sitio, a las mismas personas esperando el autobús en la misma esquina, al señor de gafas negras sentado bajo los tilos, al reloj de palacio dar las horas solemnemente,

A la misma gente de siempre, donde siempre, como siempre, sin la más mínima variación.

Creyó que hacerse cargo del bar de su padre sería cuestión de meses, hasta que pudiera venderlo o traspasarlo; solucionado el asunto, Narciso se  iría de allí sin volver la cara, daría rienda suelta a sus ganas de vivir, lejos de aquel pueblo rancio y de su familia.

Aquellos meses se convirtieron en años, treinta años largos; le dio tiempo a encontrar esposa e hijos, a enterrarla, a que sus retoños hicieran su vida lejos de él, y a comenzar a enterrar también todas sus ilusiones. Lo que al principio fue divertido como todo lo nuevo, se convirtió poco a poco en rutinario, llegando a confundir un día con otro, pues se parecían demasiado; paulatinamente se marchitaba, sin llegar a resignarse totalmente, "no hay mal que cien años dure, cuando menos me lo espere sucederá algo inesperado".

Era una mañana luminosa de primavera, se encontraba colocando las botellas de licor en la estantería, cuando un buenos días dicho de un modo claro  y sonoro le hizo darse la vuelta, descubrió una cara risueña, una figura menuda, vestida de vivos colores y dueña de unos ojos avispados, se quedó gratamente sorprendido, no obstante, acertó a decirle: ¿Qué desea señorita?, Un café por favor; Narciso, solícito le relató la retahila de sus especialidades en este sentido, Margarita, así se llamaba, después de escucharle con atención le preguntó: ¿Usted cuál me aconseja?, se quedó pensativo y le respondió sonriendo: Un café vienes con picatostes, le gustará.

GREGORIO GIGORRO
GREGORIO GIGORRO
"Dame limosna, mujer"
Tinta y acrílico sobre papel
Firmado y fechado en ángulo inferior izquierdo
Medidas: 11 x 20 cm

En Aranjuez a 30 de diciembre de 2016


martes, 1 de noviembre de 2016

Calma


Al final sobra todo y falta calma.

Calma para levantarse después de cualquier naufragio por pequeño que sea.

Calma para agacharse hasta donde sea necesario para llegar al otro.

Calma para disfrutar con cualquier cosa sin poner peros ni pedir peras a un olmo.

La calma mecía las olas perezosas que llegaban al borde de la tierra,

tus pies dejaban su huella en la orilla,

el niño paseaba de la mano con su padre,

ellos parecían mirar hacia lo mismo con distintos ojos;

ella adormecida dejaba que el sol la mimara,

abandonada al silencio monótono y sugestivo del mar,

las palmeras se cimbreaban como juncos enormes,

los niños juguetones parecían absortos trasteando en sus castillos efímeros,

olvidándose de gritar.

Todo era calma, que adormece, que te hace abandonarte a la somnolencia cálida y dulce,

vecina de la paz, donde reina la luz, donde desaparecen los agobios, las prisas

y el tiempo es eterno.

GREGORIO GIGORRO
GREGORIO GIGORRO
"Calma"
Óleo sobre lienzo
Firmado y fechado en 2016
38 x 46 cm


En Aranjuez a 1 de noviembre de 2016

domingo, 23 de octubre de 2016


Dormías de pie porque naciste de esta manera, estabas guardada en el desván, escondida, olvidada; pero a veces el orden pone las cosas en su sitio, por eso te encontré, de pronto rememoré aquella luminosa mañana de junio.
 
Tú, subida en el pedestal, flanqueada por los surtidores ruidosos, tirada por leones y arropada por angelotes desnudos y juguetones.
 
Tú, que simbolizas la madre tierra, estás casada con el agua para fertilizarla.
 
Tú, que nunca se te conoció marido te colocaron a un compañero, Neptuno, para paliar acaso la soledad, o tal vez para equilibrar armónicamente el salón diocechesco del Prado; de cualquier manera para mi eres la novia de todos en cada estación del año.
 
Tú, por la que no pasa día, siempre impoluta, elegante y vigilante de la vida que te rodea, te sigo encontrando como aquella mañana de 1994, en la que Madrid tenía el guapo subido sobre todo en esa plaza que lleva tu nombre y a mi me sonreía la vida.
 
GREGORIO GIGORRO
GREGORIO GIGORRO
"La novia de todos en primavera"
Óleo sobre lienzo
Firmado y fechado en 1994
Medidas: 89 x 116 cm
Imagen publicada en Enciclopedia de pintores y escultores del Siglo XX
Editorial Fórum Artis 1995
@GREGORIOGIGORRO.COM
www,gregoriogigorro.com
 
En Aranjuez a 23 de octubre de 2016

domingo, 9 de octubre de 2016

La maleta


¡Qué pobre eres querido!
 
¿Porqué abuela?, pues porque cuando uno se va de viaje lo principal lo lleva puesto, lo útil cabe en una simple bolsa; a medida que avance el camino se verá la necesidad o no de adquirir algo más grande.
 
Debieron de quedar bien relajados después de aquel baño en aquellas aguas quietas, escoltadas por rechonchas palmeras desperdigadas al tontún sobre el verde inmaculado.
 
Cuando abrieron la parte trasera del coche, bebieron agua para calmar al solitrón, ninguno echó en falta nada.
 
Carretera derecha de vuelta, llegó la noche y al parar a repostar, volvieron a abrir la puerta de atrás; ella le dijo: "¿Y la maleta?", los tres cayeron en la cuenta de donde la habían dejado, telefonearon excusándose por el despiste, pues estaban a dos pasos de casa como quien dice.
 
No habían olvidado nada importante pues lo esencial lo llevaban consigo mismo.
 
"Bueno, como ha sido agradable la estancia, volveremos a por ella, sin prisa, uno de estos días".
 
Perder depende de qué, puede ser grave, muy grave, pero perderse por nada y encima no encontrarse, no tiene precio.
 
GREGORIO GIGORRO
GREGORIO GIGORRO
"Volando"
Acrílico sobre cartón
Medidas: 35 x 50 cm
Firmado y fechado en 2012


En Aranjuez a 9 de octubre de 2016
 

domingo, 25 de septiembre de 2016

21 de septiembre


Los cocineros seguían realizando el menú que se serviría al otro día, mientras los pasteleros coronaban la tarta con la pareja de los recién casados; había mucho ajetreo en la enorme cocina donde circulaban, ruido de platos, de grifos, de gente sin parar para que todo estuviera en su punto, mientras la lluvia rabiosa golpeaba los cristales sin descanso.
 
Aquel mes de septiembre fue muy lluvioso, sobre todo los días antes de su boda, se decía recorriendo los llorosos ventanales de su cocina, distraídamente en su ojos resonaban: "No te preocupes, dejará de llover y el sol lucirá, sino, yo te pintaré uno grande, resplandeciente", le decía su novio; lo cierto es que cesó la lluvia y brilló el sol, así que pudieron celebrar el enlace como quisieron, no exento de algún que otro contratiempo. Veinte años habían transcurrido de aquella fecha en que despedían al verano mientras el otoño apuntaba maneras, ellos iniciaban su particular camino, juntos.
 
Veinte años no es nada, es una frase manida y socorrida a la vez; la verdad es que no tenía la sensación de haberse aburrido, le había sucedido de todo, seguía viva a pesar de los golpes, de los momentos altos y bajos acaecidos, continuaba esperando pues lo bueno está aún por llegar. Miraba la luz del horno y veía como el bizcocho subía esponjoso, sobresaliendo del molde.
 
Lo suyo parecía una espera lenta sin saber a ciencia cierta lo que era realmente; tras el cristal los gatos miraban no se sabía a qué, ella les observaba, de fondo la hiedra reluciente golpeada por el viento impertinente; había llegado otro otoño más.
 
GREGORIO GIGORRO
Pilar Cuns
Campos del Paraíso
24 de septiembre de 2016
 

jueves, 8 de septiembre de 2016

María


Después de tantas idas y venidas para acudir a los ensayos, de pasar mucho calor, nervios, risas, alguna lagrimilla...

Después de preparar concienzudamente tu papel, sin escatimar ni esfuerzos, ni tiempo; llegó la noche esperada, cuajada de estrellas, con el palacio como telón de fondo, a la sazón iluminado con acierto, cambiando las imágenes según lo requería cada escena. Te subiste al escenario pisando firme y con soltura, desgranando desparpajo; dueña de ti, te convertiste en María, acompañada por tu pareja en la ficción, sin que él te fuera a la zaga.
 
Estuviste sencillamente estupenda, y no exagero, aunque cualquier padre que lo hubiera hecho estaría totalmente justificado; pero no voy a enumerar por no redundar, los apelativos que te podría dedicar.
 
Al final la plaza de Parejas  inmensa, se llenó de un aplauso gigante e incesante, después los saludos, las pruebas de cariño hacia toda la compañía que había trabajado incansablemente para representar el Motín de Aranjuez, celebración anual a veces controvertida, que habiendo estrenado nuevo libreto en este año, ha ganado en dinamismo, debido al hecho de ensartar una escena con la otra siendo distintas entre si, como si se tratara de un encaje de bolillos, sin olvidar la gracia y la frescura de sus intérpretes.
 
Felicidades a ti y a todo el elenco que ha hecho posible esta representación.
 
Si alguien a tu edad representa su papel con tanto garbo y seguridad, qué no podrá hacer dentro de un tiempo. Has arrancado bien, con buenos bríos, sin embargo en esta carrera tendrás que sortear muchos obstáculos, sabrás salvarlos con tu tenacidad, ya sabes, somos lo que nos proponemos, adelante Isabel, sigue con tu camino.
 
María
 

jueves, 18 de agosto de 2016

El pozo amargo



 
"Cuántas lágrimas hay que derramar para que un pozo se convierta en amargo habiendo sido dulce su caudal".
 

Miraba distraídamente el brocal, rodeado de rosas, aspiraba su perfume.
 
Hacia tiempo que sus ojos se habían secado, recluida en el convento había encontrado la paz, la plenitud que tanto había buscado la descubrió en aquella isla rodeada de altos muros.
 
Cerca de allí seguía la oquedad donde se marchitaron sus anhelos, truncados de un tajo cuando su padre, mandó segar la vida de su amado, un joven cristiano, precisamente por serlo y no ser judío como ella.
 
Desde aquel día, fue presa de la desesperación, se rompieron sus sueños, el camino que hubiera deseado andar juntos.
 
Le resonaba en su cabeza, la esperanza nunca se puede perder pase lo que pase, siempre le decía su enamorado.
 
Deambulando sin rumbo, llegó a las puertas de Santa Isabel, para romper con todo, recorrer otras veredas, dando la espalda al mundo y sirviendo a un amo que siempre estaría vivo.

GREGORIO GIGORRO
Fragmento del retablo de la capilla de La Asunión
Villaescusa de Haro
Cuenca
España
 

sábado, 13 de agosto de 2016

Cerca de ti



Un conjunto imponente en medio del campo sembrado de girasoles sonrientes bajo el cielo añil de agosto.
 
Una fachada orgullosa y mesurada a la vez, aunque su portada sea deliberadamente barroca, mira de frente a la rotunda torre medieval; el monasterio de Uclés edificado sobre un promontorio descolla soberbiamente sobre el exiguo caserío.
 
Una carretera que se retuerce suavemente dejando a la izquierda las ruinas solemnes de la romana Segóvriga.
 
Un castillo que abraza al pueblo de Belmonte a lo largo de su muralla; la inmensa llanura de vides que aparece salpicada de casas para solaz de sus habitantes, perdiéndose hasta Mota de Cuervo con sus molinos.
 
Una capilla del último gótico presidida por un retablo gigante del XVI, donde trabajaron artistas como Francisco de Colonia, Felipe Vigarny y Francisco de Salamanca. La luz se filtra por el ventanal dando justo en la cara de la Virgen, rodeada de ángeles, dotándola por arte de magia de una sonrisa vivaz, como si acabara de ser pintada; emociona y sobrecoge la capilla de la Asunción en Villaescusa de Haro.
 
Una potente luz sobre los campos desiertos donde campan a lo largo y ancho girasoles y más girasoles, y vas y te sumerges en este mar de miles de tortas amarillas y verdes, mientras la chicharra no para de cantar y de vez en cuando pasa algún coche despistado por la vecina carretera.
 
¡Para qué ir más lejos, si aquí se está bien!
 
"Cuenca, ni más ni menos".
 
 
GREGORIO GIGORRO
En Aranjuez a 14 de agosto de 2016
 

domingo, 17 de julio de 2016

Marina


Marina sueña sin saberlo, surca mares tranquilos, hace poco se encontraba en un laguna a sus anchas al abrigo de todo, repleta del calor materno, a salvo de calmas y tempestades; ahora sigue en su mundo, observando, disfrutando, gozando, sintiendo sin pensar; segura, protegida, tan telenda, tan querida como deseada.
 
¿Sueñan los niños pequeños?, se dice que empezamos a recordar algo vivido a partir de los siete años más o menos.
 
Cuando se pierde la frescura, la curiosidad, lo espontaneo; se abandona la infancia definitivamente, le decía mientras ella no quitaba ojo a la criatura.
 
A medida que somos más mayores, nos acordamos de sucesos lejanos nítidamente y sin embargo no recordamos donde hemos puesto las llaves de casa, por ejemplo.
 
Marina seguía durmiendo, sentían su respiración pausada, su olor a agua de colonia fresca, continuaban embobados como si fueran dos niños. Al cabo de un rato, el claxon de un coche repentinamente le hizo abrir los ojos sobresaltados, rompió a llorar, sus brazos se encontraron a los de su madre, aferrándose con fuerza. Se apaciguó, quedándose dormida.
 
Suena el  teléfono, "Papá soy yo, tu hija, voy a llegar tarde, pues me voy con los de la compañía a tomar una copa después de la función, no me esperéis"; "Bueno, ten cuidado, corazón".
 
Se miran los dos y recuerdan cuando aquella niña pizpireta les decía: "Cuando sea mayor, yo, trabajaré en el teatro"; un lagrimón sin freno se desliza por sus mejillas, parece que fue ayer y sin embargo ya han transcurrido veinte años de aquello.
 
GREGORIO GIGORRO
"Marina"
Acrílico sobre cartón
Firmado y fechado en 2016
30 X 40 cm



En Aranjuez a 17 de julio de 2016



 
 

sábado, 18 de junio de 2016

La lectura



Tan ensimismada estaba en su lectura que no se dio cuenta del golpe sobre su cabeza inerte, pero la segunda vez ya se percató;  era rotundo y seco.
 
Miró a través del cristal y vio que al otro lado nada le era familiar; no había rastro del espejo grande sobre el lavabo ni el mueble blanco de cuarterones sobre el cual, descansaba el jarrón de flores secas, tampoco la sonrisa eterna del fauno de arcilla y mucho menos, los trinos del risueño jilguero que madrugaba sin descanso, despertando a los habitantes de aquella casa.
 
Qué extraño, no me suena nada de nada, eso sí, oía conversaciones, trasiego de trastos, de personas que se movían, desembalaban objetos curiosos y distintos para ella; entonces cayó en la cuenta de que sin duda le habían trasladado a otro lugar. A pesar de eso, seguía con su lectura, como siempre; desde los últimos diez o más años, no acertaba a recordar con exactitud.
 
El tiempo transcurría plácidamente, llegó la tarde, los humanos se marcharon y después el silencio de la noche reinó por aquellos lares. De pronto le invadió un olor suave, delicado, seductor que penetraba hasta el más recóndito rincón; tan potente era que le entraron unas ganas irrefrenables de perder los papeles, de salirse de "cuadro", de éste no sería posible escaparse físicamente pero su alma sí lo lograría.
 
Enseguida vagó lentamente, husmeando todo hasta empaparse de la fiesta de fragancias que destilaban la multitud de flores y plantas esparcidas a lo largo de los paseos sinuosos bajo los cipreses, las madreselvas, los naranjos, pinos y palmeras.
 
Llegó a un claro del frondoso jardín, desde allí pudo vislumbrar luces lejanas reflejadas en un inmenso espejo negro, quieto y sin orillas: era el mar, podía sentirlo, pues su brisa llegaba hasta allí. Agotada por aquel garbeo, miró al cielo, ya empezaba a clarear, los cientos de pájaros que poblaban aquel paraíso, no tardarían en despertarse, así que regresó a su lugar de siempre, tumbada sobre la alfombra persa preñada de vivos colores, absorta en el mismo quehacer, vigilada de cerca por el toro de fieltro que tanto le gustaba, como si nada hubiese sucedido.
 
Una mirada incisiva al otro lado se clavó en el cuadro: "Parece un cuento", le comentó a su acompañante, esta asintió con una leve sonrisa.
 
GREGORIO GIGORRO
"Pilar y los toros"
Óleo sobre lienzo
Firmado y fechado en 2002
Medidas: 100 x 81 cm



En Aranjuez a 18 de junio de 2016
 

miércoles, 18 de mayo de 2016

La carta


El cartero  ya no trae cartas de Amor, se decía Esperanza que no desesperaba a pesar del transcurrir del tiempo aunque fuera en su contra.

Releía una y otra vez aquella, su primera carta y se le representaba con nitidez las veinticuatro horas sentidas como si se tratara de una vida entera, aquella excursión fue el único viaje; qué bien hizo separándose del grupo, marchándose a tomar algo en un cercano café. Sentada con la mirada perdida, se cruzó con la suya, arrolladora, impactante, así empezó todo hasta caerse rendida en sus brazos atléticos, jóvenes, más que los de ella; no le importaba nada el mundo y todas sus obligaciones se habían desvanecido de pronto.

Poco duró la aventura, según se mire porque ella la vivió y revivió desde ese día, con tal intensidad que eso, solo eso la colmó la existencia.

Sonó el timbre de la puerta, bajo las escaleras, recorriendo el jardín hasta llegar a la entrada, no tan deprisa como hubiese deseado; oyó que se marchaba la moto del cartero, subiendo ya la cuesta. Abrió el buzón y recogió las facturas del banco, la publicidad del supermercado... y más cosas por el estilo; pero ninguna carta.

Desde que se conocieron el mundo había cambiado mucho, ahora las personas se enviaban mensajes de texto, de voz, emails, se felicitaban, se daban el pésame o cualquier noticia de esta manera. ¡Qué lástima pensaba, con lo bonito que es escribir cartas!, enviarlas, esperar la respuesta, contando el tiempo.

Subiendo las escaleras, volvió a decir para sus adentros: "No, el cartero ya no trae cartas de Amor, ni  para mi ni para nadie".

GREGORIO GIGORRO
GREGORIO GIGORRO
Un pedacito de "Sabor a ti"
Acrílico sobre tabla entelada
Firmado  y fechado en 2016
Medidas: 26 x 19 cm


En Aranjuez a 19 de mayo de 2016

lunes, 16 de mayo de 2016

Juegos infantiles


Los niños sonrientes, lanzaban al aire sus cometas multicolores, en aquella mañana ventosa, en la que el sol también resplandecía.
 
Sin dejar de mirarles, la imaginación le envolvió y de pronto, se vio rodeado de parejas ataviadas a la moda de finales del siglo XIX, las damas con atuendos claros, largos y vaporosos, adornadas con sombreros generosos y sombrillas a juego; los caballeros con trajes blancos y canotiers, paseaban bordeando la baranda de la Concha: sinfonía metálica en blanco, una corona de laurel interminable, forjada a fuego y con mucho gusto.
 
Pocos palacetes decimonónicos quedan en pie de aquel tiempo, sustituidos por inmuebles menos agraciados aunque guardando cierta armonía en cuanto a la altura y colores de éstos, sin embargo diseminados por la ciudad podemos disfrutar de las farolas altivas, de los puentes majestuosos, del casino elegante y grande a la vera del mar, con el telón de fondo del Urgull y del casco viejo.
 
Atrás dejó la algarabía infantil y respiró el yodo, la humedad del Cantábrico sentado delante de la balaustrada redonda y decadente dando la espalda al palacio de Miramar, frente a la isla de Santa Clara.
 
A pesar de todo lo desaparecido, la ciudad guarda en la memoria, el sabor de aquel lujo, cuando la realeza y su corte decidió veranear aquí; gracias a este hecho y al buen hacer de gobernantes y poderosos de aquella y otras épocas posteriores, se ha preservado ese aire tan distinguido y señorial que caracteriza a San Sebastián.
 
¿Cualquier tiempo pasado fue mejor?, no lo creo, sólo tengo la certeza de la existencia del actual, es lo que debemos aprovechar, sin olvidar que hubo otros.
 
Somos hijos, herederos del pasado, pero no presos de él.

GREGORIO GIGORRO
GREGORIO GIGORRO
De Sabor a ti
Acrílico y tinta sobre tabla entelada
Firmado y fechado en 2016
Medidas: 26 x 19 cm


En Aranjuez el 16 de mayo de 2016

domingo, 24 de abril de 2016

Un grano de arena




La ilusión a pesar de todo pervive, el rescoldo de la juventud ya marchita da calor y todavía cuando llega este día y este momento memorable sigo poniéndome nervioso. Estoy vivo, porque continuo emocionándome.

En Aranjuez a 24 de abril de 2016


domingo, 3 de abril de 2016

En septiembre



La tenue lluvia se deslizaba por la hermosa cristalera que daba sobre la avenida, a media tarde comenzaron a llegar hasta la puerta del hotel, coches despampanantes de los que descendían rutilantes estrellas del celuloide internacional; los fotógrafos prestos en su trabajo disparaban a las celebridades y acompañantes que subían la escalinata como Pedro por su casa.
En el interior, el servicio impecablemente uniformado, sonreía sin levantar una ceja, como si les hubieran servido desde siempre. La mesa del vestíbulo se hallaba coronada por un gran centro de liliums blancos, desplegando su perfume daba la bienvenida a tanto lustre y postín.
A la derecha, se encontraba una elegante nave, escoltada por columnas de capiteles jónicos, adornada por palmeras, veladores de luz tamizada y vestida por alfombras de la Granja; era un enorme salón de estar donde los grupos de personas departían tranquilamente ante un café o un té ajenos a tanto ajetreo.
Entre tanto el piano desgranaba las notas sugestivas de un bolero, la voz aterciopelada de una mujer de piel cobriza encandilaba hasta las copas, que parecían vibrar.
Señor, le dio  un golpecito en el hombro el camarero; él, abrió sus ojos saliendo del sueñecito mientras escuchaba la misma canción con la que estaba soñando, sentado en el mismo lugar y teniendo conocimiento del espectáculo de los recién llegados al hotel en aquel cálido mes de septiembre y continuó embelesado esperando su consumición.


GREGORIO GIGORRO
GREGORIO GIGORRO
De la serie "Sabor a ti"
Exposición de pintura y objetos de autor
en Metrópolis Platz
Donosti 2016
Del 9 de abril a fines de mayo

twitter@gregoriogigorro
En Aranjuez  a 3 de abril de 2016

lunes, 28 de marzo de 2016

Sabor a ti



Cuando mojas tus pies en la arena húmeda del Gros, 
bajo la niebla casada con el inmenso mar,
mientras las gaviotas cantarinas,
revolotean en el cielo denso.

Cuando cruzas el puente del Kursaal, sobre el Urumea,
la gente empieza a poblar el bulevar,
y te adentras en el añejo barrio viejo,
cobijado por el Urgull.

Sientes la humedad de las relucientes baldosas,
las campanas de la iglesia del coro,
y vas subiendo por el umbroso y apretado bosque,
coronado por el Cristo protector,
dando la espalda a ese mar bravío que hostiga a veces 
y otras acaricia a la Bella Easo.

Desde arriba, ella se despliega armoniosa en su urbanismo mesurado,
cuando fue solaz de ilustres personajes,
más tarde recorres el Paseo de la Concha,
saboreando esa baranda única, elegante hasta decir basta,
esa sinfonía en blanco de coronas de laurel;
de pronto observas a los surfistas, a las personas que pasean a pie o en bicicleta,
el viento sopla suave, mientras un niño juega a la pelota con su padre al borde el mar.

Te sientas a tomar un café humeante,
viendo a una ciudad que mira al mar desde siempre,
rodeada de montes sinuosos, jugosos,
dando una sensación de sosiego, de calma.

Mil sabores que disfrutar en un lugar inolvidable,
con un montón de rincones que recorrer;
querido por quienes la habitan y gozado por los que la visitan.


GREGORIO GIGORRO
GREGORIO GIGORRO
"Mirando al mar"
Acrílico sobre tabla entelada
Firmado y fechado en 2016
Medidas: 19 x 24 cm


"Sabor a ti"
Una exposición con mis pinturas y objetos de autor,  que tendrá lugar en San Sebastián,
Del 9 de abril al 9 de mayo de 2016.
La inaguración el día 9 a las 13:30.
Todos los lectores de este blog, estáis por supuesto invitados.
Os espero.... en METRÓPOLIS PLATZ

Gregorio Gigorro
Información
943 90 03 72


miércoles, 10 de febrero de 2016

Serenidad



Subieron tantas escaleras que se quedaron sin pisos.

Cargaron tantos pianos hasta el último, sin saber que no les abrirían la puerta.

Dejaron tantos abismos que tuvieron que abrazarse con terror para no caer al  vacío.

Soñaron tanto  que se agotaron sus sueños.

Y después de todo descansaron frente al río, bajo el espectacular puente, 

recorriendo vagamente el espejismo  que tanto habían esperado desde siempre,

sentarse tranquilamente sin más, con un perrillo callejero  que les lamiese las manos,

para no tener que decir: "Yo no tengo ni  perro que me ladre".


GREGORIO GIGORRO
GREGORIO GIGORRO
Modelo  para bandeja
Nueva York
Firmado y fechado en 2016
Medidas: 38 x 48 cm
En Aranjuez a 10 de febrero de 2016

martes, 2 de febrero de 2016

Cielo raso


Se abandonaban a los acordes suaves de una melodía dulce, sugestiva, bajo la noche fría y húmeda.

La placita era intima como un patio de vecinos, rota por la rotunda fachada barroca de San Ildefonso a sus espaldas, delante iluminada y  majestuosa se erguía la torre de la catedral.

Dieron las campanadas secas, en el reloj cercano del palacio, la música seguía mientras ellos hablaban.

Él estaba sentado en el suelo como si estuviera al borde de una playa, se acercó un niño de nombre Roque, bailarín incipiente, de risueños mofletes, sin duda atraído por la guitarra del chaval, sin mirarse se acordaron de cuando el suyo, les acompañaba al cantarle boleros.

No se dijeron nada, todo estaba ya dicho.

El músico improvisado también podría ser su  hijo, sobre todo por edad, pues éste hablaba del arte, de la vida, de historias mágicas que ellos escuchaban embelesados, con esa sonoridad deliciosa si se habla portugués siendo brasileño.

Vieron a la luna amarilla, redonda, colgada del cielo raso.

Se marcharon después de despedirse bajando las callejuelas desiertas y aspirando el silencio.

Conducía temprano con tranquilidad mientras la luna protegida por la bruma se retiraba con sigilo, la insolencia del sol se imponía sobre el horizonte de aquel veinticinco de enero que prometía ser muy luminoso.


GREGORIO GIGORRO
(Boceto  para bandeja)
Acrílico sobre cartón
Firmado y fechado en 2016
Medidas: 30 x 40 cm


A Camila, Justo y Matheus.



En Aranjuez a 2 de febrero de 2016





domingo, 10 de enero de 2016

San Sebastián


Bajó a la playa dando la espalda al Kursaal, dejando atrás la avenida Zurriola, poco le importaba la lluvia; lo mismo que a los escasos paseantes con sus perros, las olas rompían sobre el espigón indolente, salpicando a las gaviotas cantarinas.
Subió al monte Urgull, después de recorrer el barrio viejo, zigzagueando hasta los pies del Sagrado Corazón.
Desde lo alto, la ciudad parecía una maqueta, lamida por las olas perezosas de la Concha; el bosque de tanto en tanto se metía en ella, el río la atraviesa surcada de puentes decadentes y elegantes de otra época.
Recorrió la playa, aprovechó para mojarse los pies y disfrutó viendo a los aguerridos surfistas ante las imponentes olas.
Se tomó un café con el fondo multicolor de los reflejos náuticos varados del viejo puerto.
Parecía que el sol entre los nubarrones del cielo encapotado quería brillar sobre las calles señoriales cortadas con escuadra y cartabón, animadas ya a esas horas.
Le entraron ganas de llegar hasta Ondarreta, subir en el funicular a la cima del Igueldo, pues sabía que allí se conservaba un parque de atracciones de los de antes; inevitablemente recordaría las vueltas en el tío vivo cuando era pequeño.
Seguía cayendo el chirimiri sobre la multitud de paraguas que poblaban el bulevar, mientras él apoyado sobre la magnífica baranda de la playa miraba de frente al Cantábrico embravecido, con su presencia aplastante e inmensa, detrás de los ventanales impolutos de aquel hotel.
Gregorio Gigorro
En la playa de la Concha
San Sebastián
1  de enero de 2016