Las flores necesitan agua y estiércol para vivir, lo
mismo que un coche precisa de combustible para arrancar; nosotros necesitamos
alimentos que nos nutran, preferentemente por la mañana para encarar mejor el
día, probablemente un gran día, a lo mejor el último.
Dichos alimentos deben ser saludables, de esos que
saben, huelen, te sientan bien, sin necesidad de leer en un envase el sabor que
contienen, si te sientas a degustarlos es bien distinto que, si vas como loco,
las prisas no son buenas y el estómago al final se resiente.
Me pregunto que toman muchas personas cuando
desayunan; no sé, no sé, pero lo que sí sé, es que les sientan fatal, sobre
todo a tenor de los acontecimientos porque se toman decisiones carentes de toda
lógica y sentido común, quizá haya cierta relación entre lo que se come, se
piensa y se siente. Si una persona duerme mal al otro día se levanta de mal
humor y lo paga con el otro, si ocurre lo contrario se lo suele guardar en vez
de alegrar la vida al prójimo, es recurrente lo de... ¡Qué buen día va a hacer
hoy!, no te preocupes le responde el otro, seguro que viene alguien y lo jode.
A la vez se habla mucho de la ayuda, de la implicación
social, de la solidaridad y demás temas candentes mientras somos peor educados,
más malhumorados que nunca y más desquiciados.
Y es que el ser humano quiere a sus semejantes, pero los
quiere cuanto más lejos mejor.
GREGORIO GIGORRO Bodegón |
En Aranjuez a 14 de octubre de 2020