Aquella mañana cuando me desperté el sol seguía dormido, a través de la ventana la niebla se había comido todo, todo completamente había desaparecido pero poco a poco las casas, los campos empezaron a desperezarse hasta recuperar su apariencia habitual; la humedad se mascaba, los villancicos sonaban sin parar en la radio, el pueblo entero se preparaba para la nochebuena.
Días antes yo había puesto el nacimiento en el portalón, recogiendo el musgo sobre el que se situarían las figuritas, el río por el que cruzarían los reyes, los pajes, los pastores, el mismo donde lavarían las mujeres la ropa; cada año nos compraban un personaje que añadir a lo que ahora llamamos belén, eso sí siempre eran de barro pintado, poco después se realizaron en plástico, no era lo mismo.
Para mí recoger el musgo era mancharse las manos de barro, sentir la tierra mojada bajo las botas mientras veías desde arriba el pueblo como un belén en mitad del campo.
Mientras toda la familia trabajaba proporcionando el cordero que criaban en el corral de mis abuelos, toda la casa olía a especias, a la grasa de las morcillas secándose con el fuego de la chimenea de la cocina del patio. La gente entraba y salía con su compra de la carnicería y también de la casa donde esperaban hasta ser atendidos.
Andrés y Antonia eran una pareja muy querida por nosotros como si fueran de la familia, trabajaban para mis padres y me enseñaban todos los quehaceres, eran sencillos, cariñosos y muy cumplidores.
Mi abuela criaba pavos, como otros cerdos, cabras o corderos para consumo doméstico, aquel día se sacrificó uno para la cena, había que ser certero con el cuchillo, al poco la sangre se derramaba en el balde de barro igual se hacía con los cerdos y otros animales; conviví desde temprana edad con la vida y la muerte de una manera natural por demás.
Toda la familia al completo se reunía en casa de mis abuelos maternos, no había ni la mitad de comodidades actuales sin embargo había sitio para todos, te sentías protegido, no había nada que temer; era normal jugar en la calle sin peligro, las puertas no se cerraban con llave excepto por la noche.
Aquella noche era distinta, nos juntábamos porque era nochebuena, se festejaba el nacimiento de Jesús, así que la comida era especial, se tomaba lombarda, besugo al horno, cordero asado, que por cierto todo el pueblo lo llevaba a la panadería para cocinarlo, cuando yo era pequeño dicho horno funcionaba con leña, estaba pegado a nuestra casa, entre las gavillas campaban a sus anchas un montón de gatos; como postre se comía fruta, no tan variada como ahora y también turrones blandos, duros, peladillas y licores para los mayores; recuerdo como mi abuelo cortaba con energía el turrón duro, no he comido otro como aquel después.
Hasta que él murió supo reunir a toda la familia, después poco a poco todo cambió, los tiempos se mudan, las personas también,
La iglesia estaba y continúa próxima a la vivienda familiar, aquella noche era fría y estrellada, la costumbre consistía en encender una hoguera enorme en la portalillo, la plazuela que está delante del templo; era agradable sentir cómo el calor de la lumbre te daba en la cara mientras la espalda seguía fría. Las campanas insistentemente llamaban a la misa del Gallo, todo el mundo acudía, después de la liturgia la celebración continuaba sobre todo en las casas, pues se visitaban familiares y amigos deseándose felices pascuas, se decía entonces.
El tiempo ha transcurrido, nos ha cambiado como ya he dicho, por eso quizá esa telaraña que a través de aquel ha tejido una maraña en nuestra memoría y por eso aquel recuerdo de la nochebuena sea muy grato para guardarlo como oro en paño.
Pero independientemente de la emotividad que destila el hecho, tengo que decir que la fiesta tenía un sentido netamente religioso y familiar a la vez, la gente era más simpática, despreocupada, menos individual en mi opinión, no por esas fechas sino durante todo el año y en cualquier lugar.
Si lo que celebramos ha perdido su sentido, entonces por qué lo hacemos, qué festejamos realmente; hasta el punto que se sustituye felices navidades por felices fiestas con demasiada frecuencia por no hablar de los adornos o decoraciones navideñas donde casi ha desaparecido cualquier alusión religiosa,
El sentido y el sentimiento deben ir de la mano, sino ¿adónde vamos?.
Pues a celebrar la nochebuena como Dios manda.
¿Qué es para ti la navidad?
Gregorio Gigorro "La luz del mundo" Bolígrafo y tinta sobre papel Firmado y fechado en 2022 Medidas: 21 X 15 cm En Aranjuez a 18 de diciembre de 2022 |