domingo, 22 de octubre de 2023

La sierra de Andújar

 Más cerca de lo que imaginamos existen lugares sorprendentes, solo hace falta dejarse llevar, estar bien despiertos ante cualquier sorpresa, siempre sin prejuicios; por eso después de dejar un mar de olivos de los que emergía el blanco de un pueblo que de lejos parecía un cuento tomaron una estrecha carretera que subía y bajaba retorciéndose hasta decir basta.

Los robustos pinos, las gráciles palmeras, las casitas entre la profusa vegetación contribuían a crear un paisaje dulce y delicioso, el sol pegaba de lo lindo pero a causa de la altura del camino el aire era más puro, mecía los árboles suavizando el ambiente.

Hicieron un alto en el viaje, desde el mirador al fondo plantado en lo alto se erguía orgulloso el Santuario de la virgen de la Cabeza, fue necesario dar 365 curvas para llegar hasta él situado sobre una meseta rocosa, el conjunto era sobrio construido en piedra, cobijando a la aldea  extendida en la parte más llana; recuerdo de lejos a la del Rocío, sin embargo de cerca les une la misma devoción que le profesan sus miles de devotos durante todo el año, particularmente durante la romería que se celebra el último domingo de abril, desde allí se divisa en su plenitud toda la sierra de Andújar perteneciente a la provincia de Jaén. Multitud de montes y barrancos cubiertos de tupida vegetación lo rodean, en el cual a pesar del gentío se sienten la paz y el silencio.

Desde 1227 dicho Santuario ha recibido la visita de multitud de peregrinos de toda índole y condición sin embargo ha sufrido los avatares de la historia tal es así que quedó destrozado durante la guerra civil, ni que decir tiene que renació de sus cenizas; un sitio donde ha habido y hay millones de bendiciones no te deja indiferente, cuando sales pareces lleno, más sosegado.

El sol lucía desde arriba, decidieron continuar la carretera en vez de darse la vuelta y continuaron subiendo y bajando por la que de tanto en tanto cruzaba un ciervo o un gamo, desde la que se veían rebaños de vacas y toros y por la que circulaban contados vehículos.

Hasta que llegó un momento en que se encontraban completamente solos, ya en la provincia de Ciudad Real, el trayecto seguía siendo tortuoso pero no les importaba, de pronto bajo sus pies aparecieron colinas suaves, alguna casa desperdigada por aquella inmensidad, el verde impoluto del paisaje, los tonos rosados sobre la tierra y si todo eso era poco, ésta se reflejaba en un embalse de aguas quietas, Montoro era su nombre.

La tarde languidecía cuando divisaron las altas chimeneas humeantes de la parte industrial de Puertollano, que ni es puerto ni es llano.

Estaban fascinados por lo visto, por la calma sentida, por la sencillez y a la vez la grandeza de aquellos parajes que destilaban calma, todo por dejarse llevar sin más.

Es llamativo la cantidad de vivencias que cualquiera puede sentir en tan solo unas horas, un dia quizá, muy cerca de ti.


Foto tomada por Gregorio Gigorro



En Aranjuez a 22 de octubre de 2023