No era difícil imaginarse una representación teatral, sentado en aquel lugar magnífico, dos mil años atrás; sobre todo siguiendo las amenas explicaciones de la guía, que si no le gustaba el trabajo representaba estupendamente su papel.
El público engalanado para la ocasión se acomodaba según su posición social: las autoridades se situaban cerca de la escena, los solteros separados de los casados, los más pudientes vestidos de blanco, los niños acompañados por sus pedagogos y las mujeres a otro lado, así hasta completar el aforo.
Ha llovido mucho desde los tiempos de Augusto, pero el hecho, es que sigue siendo el escenario perfecto, cada verano y desde hace mucho tiempo, para celebrar el Festival de teatro clásico en la antigua Emérita Augusta.
La acústica es maravillosa, lo pude comprobar escuchando a un coro, que nos sobrecogió, sus voces dulces y rotundas resonaron bajo la imponente columnata, bellísima por cierto, de clara raigambre helenística; su forma longitudinal se contrapone al enorme graderío semicircular, justo en el centro de ésta se abre un eje perpendicular ocupado por un jardín florido bajo arquerías, por el que es fácil imaginar a los "escogidos" paseando al finalizar cada función. Ni que decir tiene que no siempre estaban presentes los autores clásicos, como Sófocles o Eurípides; cuando el público era el pueblo se representaban piezas que rayaban en lo soez; de cualquier forma desde los griegos, los dramaturgos se ocuparon de hablar de los sentimientos más importantes, como el amor, los celos, el odio, el poder, la gloria..., y estos no han cambiado a grandes rasgos a lo largo del tiempo,por eso nos siguen importando tanto. Por otra parte, el teatro no era puro "teatro", como decía el bolero; era el centro cultural de la época, al igual que el anfiteatro vecino de aquel. Era el lugar donde se expresaban los ideales del Imperio; en muchos casos los espectáculos eran pagados por una persona solvente (Auditor) que tenía otras miras más altas, por ejemplo, el hecho de subvencionar, hablaba de su buen nombre y le allanaba el camino para conseguir sus fines. Trajano, antes de llegar a ser emperador, llevó a cabo una serie de actuaciones públicas que mejoraron su imagen de cara a la plebe.
Roma supo extender su mejoras en todos los territorios conquistados, desde la red viaria pasando por las relaciones comerciales, la ingeniería, el arte, sin olvidar el Derecho, que sigue siendo primordial para nuestra sociedad. Pero el tiempo lo muda casi todo, hasta hacerlo poco reconocible; aquella esplendida ciudad como tantas otras, quedó sepultada permaneciendo dormida, hasta que en 1910 comenzaron las excavaciones, sacando a la luz el anfiteatro, el teatro, el templo de Diana y numerosos vestigios de aquel pasado.
En los años 80 del siglo XX se procedió a construir el Museo de Arte Romano, de soberbia factura y con un importantísimo contenido en cuanto a las piezas custodiadas; pues bien al comenzar los trabajos de cimentación descubrieron una porción de un barrio de época augustea, con sus calles, casas, pavimentos, columnas...; imagínense que hubieran encontrado de haber continuado. Y es que Mérida está por descubrir, si vienes a verla, te deslumbrará, hasta tal punto que los desmanes cometidos con posterioridad quedan empequeñecidos ante la grandeza de los restos hallados. Sin ir más lejos, el embalse de Proserpina construido en aquel tiempo sigue abasteciendo de agua a la ciudad.
Como dice el dicho: "Quien tuvo retuvo"
GREGORIO GIGORRO "Boceto para un foulard" Acrílico, tinta sobre cartón Firmado y fechado en 2014 Medidas: 75 x 25 cm En Aranjuez a 10 de mayo de 2014 |