sábado, 17 de mayo de 2014

Celebración


Se encontraban sentados a la mesa preparada para la ocasión, mientras se agarraban con mimo las manos hablándose con ojos tiernos.
 
Abajo la plaza redonda les envolvía, ellos comenzaron a desmenuzar sabrosos recuerdos, entretanto las sombras cubrieron todo de ensueño, la noche se puso íntima como un patio de vecinos. El silencio campaba a sus anchas, solamente roto por el chorro monótono de la fuente y por el canto de algún grillo despistado. La luna, como una guadaña, rasgaba el firmamento y un montón de estrellas se desparramaron por doquier.
 
¿Qué quieres tomar? -El fresco-, le respondió ella.
 
 
GREGORIO GIGORRO
"Pilar"
Tinta y Acrílico sobre lino
Firmado y fechado en 2014
Medidas: 40 x 40 cm





Aranjuez, 17 de mayo de 2014
 
 

domingo, 11 de mayo de 2014

Teatro


No era difícil imaginarse una representación teatral, sentado en aquel lugar magnífico, dos mil años atrás; sobre todo siguiendo las amenas explicaciones de la guía, que si no le gustaba el trabajo representaba estupendamente su papel.
 
El público engalanado para la ocasión se acomodaba según su posición social: las autoridades se situaban cerca de la escena, los solteros separados de los casados, los más pudientes vestidos de blanco, los niños acompañados por sus pedagogos y las mujeres a otro lado, así hasta completar el aforo.
 
Ha llovido mucho desde los tiempos de Augusto, pero el hecho, es que sigue siendo el escenario perfecto, cada verano y desde hace mucho tiempo, para celebrar el Festival de teatro clásico en la antigua Emérita Augusta.

La acústica es maravillosa, lo pude comprobar escuchando a un coro, que nos sobrecogió, sus voces dulces y rotundas resonaron bajo la imponente columnata, bellísima por cierto, de clara raigambre helenística; su forma longitudinal se contrapone al enorme graderío semicircular, justo en el centro de ésta se abre un eje perpendicular ocupado por un jardín florido bajo arquerías, por el que es fácil imaginar a los "escogidos" paseando al finalizar cada función. Ni que decir tiene que no siempre estaban presentes los autores clásicos, como Sófocles o Eurípides; cuando el público era el pueblo se representaban piezas que rayaban en lo soez; de cualquier forma desde los griegos, los dramaturgos se  ocuparon de hablar de los sentimientos más importantes, como el amor, los celos, el odio, el poder, la gloria..., y estos no han cambiado a grandes rasgos a lo largo del tiempo,por eso nos siguen importando tanto. Por  otra parte, el teatro no era puro "teatro", como decía el bolero; era el centro cultural de la época, al igual que el anfiteatro vecino de aquel. Era el lugar donde se expresaban los ideales del Imperio; en muchos casos los espectáculos eran pagados por una persona solvente (Auditor) que tenía otras miras más altas, por ejemplo, el hecho de subvencionar, hablaba de su buen nombre y le allanaba el camino para conseguir sus fines. Trajano, antes de llegar a ser emperador, llevó a cabo una serie de actuaciones públicas que mejoraron su imagen de cara a la plebe.
 
Roma supo extender su mejoras en todos los territorios conquistados, desde la red viaria pasando por las relaciones comerciales, la ingeniería, el arte, sin olvidar el Derecho, que sigue siendo primordial para nuestra sociedad. Pero el tiempo lo muda casi todo, hasta hacerlo poco reconocible; aquella esplendida ciudad como tantas otras, quedó sepultada permaneciendo dormida, hasta que en 1910 comenzaron las excavaciones, sacando a la luz el anfiteatro, el  teatro, el templo de Diana y numerosos vestigios de aquel pasado.

En los años 80 del siglo XX se procedió a construir el Museo de Arte Romano, de soberbia factura y con un importantísimo contenido en cuanto a las piezas custodiadas; pues bien al comenzar los trabajos de cimentación descubrieron una porción de un barrio de época augustea, con sus calles, casas, pavimentos, columnas...; imagínense que hubieran encontrado de haber continuado. Y es que Mérida está por descubrir, si vienes a verla, te deslumbrará, hasta tal punto que los desmanes cometidos con posterioridad quedan empequeñecidos ante la grandeza de los restos hallados. Sin ir más lejos, el embalse de Proserpina construido en aquel tiempo sigue abasteciendo de agua a la ciudad.
 
Como dice el dicho: "Quien tuvo retuvo"
 
GREGORIO GIGORRO
GREGORIO GIGORRO
"Boceto para un foulard"
Acrílico, tinta sobre cartón
Firmado y fechado en 2014
Medidas: 75 x 25 cm


En Aranjuez a 10 de mayo de 2014

jueves, 24 de abril de 2014

Ojos para qué os quiero


Pues os tengo para mirar, para ver todo lo que deseo; desde lo alto de su pedestal, montado a lomos de un hermoso corcel, el rey José I, veía todo lo que arribaba al muelle de Autoridades, desde las lejanas Indias, rodeado por esa plaza majestuosa, abierta al estuario del Tajo, que me hace recordar a la de Venecia, dando la bienvenida, arropado por esa elegante y rotunda arquitectura, fruto del impulso del Marqués de Pombal, bajo cuya dirección se reconstruyó la Baixa después del último terremoto, acaecido el 1 de noviembre de 1755.

No en vano, se bautizó como la Plaza del Comercio, allí desembarcaban los barcos cargados de riquezas de toda índole: sedas, piedras preciosas, especias, maderas exóticas..., y sobre todo otras formas de vida venidas de ultramar.

Este país, asomado al océano, se vio volcado a navegar desde hace siglos, llegando a crear un gran imperio, habiendo fenecido éste, sus habitantes se verían obligados a cruzar el charco, en busca de una vida mejor. Vivir para ver.

Ahora este espacio se ve abarrotado por enjambres de turistas que van unos más frenéticos que otros de un lado para otro, disparando sus cámaras de fotos, para luego testimoniar su presencia en estos pagos. Estamos en la civilización del ocio y la moda por la cultura, ese barniz que disfraza la verdadera ignorancia del  hombre moderno; equipado con el plano en la mano, intentando cubrir todos los enclaves turísticos en tiempo record por supuesto; no llegan aquellas mercancías preciadas, pero si otras que se precisan, ahora los transatlánticos desembuchan un tropel de visitantes, ávidos por patear la antigua Olissipo, fundada por Ulises, aunque no es la única leyenda sobre el origen de Lisboa, en cualquier caso es más antigua que Roma.

Pero hoy como ayer, la luz del sur viste de anaranjados  y rosas pálidos a la ciudad blanca, cada tarde, hoy como ayer si logras abstraerte del bullicio  de las gentes,  el sol será generoso contigo, acariciando  tu  cara, mientras las olas lamen tus pies desnudos.

¿Qué no habrás visto tú?, encaramado a tu caballo, engalanado con tus atributos reales desde tu mirada verde; por cierto al inagurarse en 1775, sufrió una ligera variación, al instalarse por impericia de los obreros, hacia el lado izquierdo, lo que provocó una leve asimetría del conjunto, pero la  verdad, esto ni  quita ni pone al encanto de una ciudad  como la que nos ocupa, os lo aseguro.

Gregorio Gigorro
GREGORIO GIGORRO
"Ojos verdes"
Tinta y acrílico sobre cartón
Firmado  y fechado en 2014
Medidas: 35 x 50 cm



En Aranjuez a 24 de abril de 2014

domingo, 6 de abril de 2014

¡Cuánto ruido!


El vaso se rompió en mil pedazos de cristal, sobre el suelo cerámico de la cocina, mientras el café salía a borbotones echando humo de la cafetera; él bajaba las escaleras a toda mecha, sin apagar el despertador.

¡Zas!, de un portazo cerró la puerta y poco después sonoramente hizo lo mismo con la cancela; encendió el motor del coche, marcha atrás y de otro golpazo la puerta del garaje.

Corre que te corre bajó la cuesta, sonidos de claxon y ruido del autobús que ya estaba en marcha. La carretera era un inmenso y largo tapón y las sirenas de las ambulancias, los coches de policía y así hasta llegar al trabajo, sin duda se había producido un accidente. Y otra vez el ruido de los alumnos, el de la música, los balones rodando por el suelo...Y poco más tarde las pancartas de la manifestación, las consignas formaban un griterío que llenaba la avenida, el humo de las pelotas de goma lanzadas por los cuerpos coercitivos y él corriendo, sorteando de todo, las latas sobre la calzada, los cristales rotos, el olor a basura, y él pensando que no llego a buscar a mi hijo.

Sube, baja del autobús, cruza la calle a toda prisa, y pum, el timbre del colegio; él jadeando y chorreando de sudor esperaba la salida de su pequeño.

Por fin se para, bajo la acacia, el cielo azul se recortaba entre los tímidos brotes verdes del árbol, que no hacen ruido pero que darán sombra verde a los viandantes y cobijo a los pájaros, como tampoco lo hacía el perro moviendo su rabo y levantando las orejas al verlo.

¡Ruido, pero cuánto ruido y qué pocas nueces!

Papá, te estaba esperando, ¿Dónde te habías metido?, le dijo sonriendo.

GREGORIO GIGORRO
"Estamos preparados"
Acrílico sobre lienzo
Firmado y fechado en 1996
Medidas: 60 x 81 cm




En Aranjuez a 7 de abril de 2014

domingo, 16 de marzo de 2014

La casilla



Paseaban sin prisa cogidos de la mano bajo el sol, por una carretera zigzagueante que miraba hacía el oeste, el campo ya olía a primavera; llegaron después de un buen rato a la "casilla", lugar situado al borde de la carretera donde transcurrieron muchos veranos y domingos, donde la familia entera se reunía bajo la sombra de las moreras, él se acordaba de aquellos ratos inolvidables; del olor al guiso que hacía su abuela, cuando paseaba a los más pequeños en su carrito, los hijos de su tía, la mujer de su tío postizo que era caminero y por eso vivían en ese sitio, en medio del campo; cuando la carretera era una recta interminable hasta Toledo. Aquellos veranos llenos de grillos y de calor suavizados por los baños en el arroyo cercano, los paseos al vivero a tiro de piedra de allí, ahora desparecido bajo una enorme autopista y otro vivero de pacotilla había sido colocado en su lugar; el de su infancia tenía una entrada majestuosa bordeada de magnolios relucientes en primavera;  también se acordaba de las caminatas al caer la tarde, hasta la junta de los ríos, escoltados por una nube de mosquitos.

Ahora el lugar era un basurero, una completa ruina, habían arrancado las rejas, las puertas y quemado las paredes; ascendió al piso superior para ver la chimenea en la cual tantas veces se había calentado, donde su tía había colocado una carroza en miniatura de cristal que tanto le había fascinado, donde había un lilo,  un huerto por el que correteaba el agua que hacía crecer a las patatas, donde...

Toda esa infancia se  había convertido en escombros pero de la que reconocía de lejos algún retazo al que aferrarse para seguir caminando. Continuaron cruzando el puente sobre la carretera general que había partido en dos aquel silencio inmaculado bajo el cual a su paso salieron un grupo de palomas blancas, no todo era malo  pensaba con la mano agarrada a la de ella y siguieron la recta interminable hasta ganar la noble entrada de La Flamenca, coronada  por dos  esbeltos jarrones,  arropada por robustos  y altivos plátanos de sombra,, que  distinto aquel paseo  inpoluto cuando su tío le llevó  hasta lo alto, donde se encontraba el  palacio  ducal guarnecido de vegetación; el sol seguía en lo  alto y  el silencio era el dueño y señor de la  tarde, solo  interrumpido por algún coche  que  pasaba.

Regresaron lentamente como habían venido y  pensó: "Nunca regreses a donde un día fuiste feliz, pues ni  tú eres el mismo, como tampoco el lugar  testigo de lo ocurrido  y  que  ahora  trataba de rememorar en vano",


GREGORIO GIGORRO
"Al sol"
Tinta sobre papel
Firmado y fechado en 2014
Medidas: 14,5 x 14 cm



En Aranjuez a 16 de marzo de 2014

martes, 11 de marzo de 2014

El azar


Nuestro príncipe se encontraba ensimismado frente a la ventana desde la que se veía la pared abrazada por  la hiedra, por donde revoloteaban jugueteando con las hojas un tropel de mariposas. Viendo el cielo azul cobalto, recordaba lo mucho que había rogado a sus padres para que le dejaran bajar a este planeta desde la lejana estrella que habitaban.

Por azar había caído sobre sus manos un libro dedicado a la decoración  de una pequeña iglesia donde  se representaba el cielo plagado de ángelas y ángeles alrededor de un señor que llevaba una especie de sombrero redondo y amarillento, hacia el que se dirigían todas las miradas absortas de un grupo numeroso y variopinto de personas.

Recibió tal arrebato al descubrir aquellas imágenes, que resolvió ir allá donde se encontrara esa obra pintada al parecer  por un terrícola, hacía más de doscientos años; después de muchas conversaciones con sus padres los cuales desaconsejaron el viaje, tanto se empeñó,  que ellos cedieron ante el  joven entusiasmo de  su hijo.

Y llegó a la tierra  y tomó la apariencia de un estudiante de arte, venido de un país que carecía de dicha tradición. El choque de nuestro príncipe fue brutal tras descubrir el ruido de las personas que se trasladaban en máquinas inmundas  y malolientes, desplazándose de un  lado a otro deprisa  y a gritos, de como vivían apilados unos  encima de  otros, consumiendo mucho tiempo en comer, comprando cosas y más cosas que luego tiraban una vez usadas;  y sobre todo, le sorprendían sus  caras tristes, histéricas, alegres, pensativas...
Aquellos frescos pensaba merecían  la pena, pero lo demás dejaba mucho que desear, mientras que  los gatos sentados le escrutaban, él les devolvía su  fosforescente mirada diciéndose que eso también merecía la pena, al igual que el canto de las aves que los  humanos se empeñaban  en guardar entre rejas  impidiendo su natural vuelo. Él, venido de un mundo en el  cual predominaba el silencio  y el bienestar, donde se había anulado  todo sentimiento de culpa, también de amor y desamor, en el que el tiempo no lo medían los relojes, esos trastos que tampoco acertaba a saber su verdadera utilidad, para él los días y las noches lo regían los astros, no los inventos humanos que según su opinión conspiraban contra la vida, no ayudaban a vivir plenamente sino a ser  esclavos de si mismos .

Pero al final de todo lo que constataba a su alrededor siempre volvía aquel espacio magnífico  y sobrecogedor, donde reinaba la paz y la  armonía en medio de aquella ciudad bulliciosa, solo  y solamente disfrutaba de la  calma del lugar, lo cual le colmaba con creces todo el  resto.


GREGORIO GIGORRO
GREGORIO GIGORRO
"Boceto para la gracia"
Acrílico y tinta sobre cartón
Firmado y fechado en 2014
Medidas: 60 x 40 cm



En Aranjuez a 11 de marzo de 2014





domingo, 16 de febrero de 2014

Pequeñas perlas


La verdad es que cuando abres los ojos y admiras la aurora de rutilantes destellos junto a los briosos caballos de Faetón, recorriendo el firmamento, te sientes privilegiado por lo que ves, lo mismo que al oír el llanto de tu hijo pidiendo comida, o cuando juguetea con sus manos dándose cuenta de su existencia, mientras ella se sorprende del sabor de una fresa al probarla por primera vez o del olor del romero o de los colores de las margaritas.
Cuando aspiras el aire después de llover  y todo se muestra reluciente a tu alrededor y cerca de ti ves a unos niños con trajes de baño multicolores que se zambullen en el agua, dando sus primeros pasos para nadar.
Cuando tus ojos se reflejan en los suyos, limpios como un lago de transparente calma, o escuchas el maullido del gatito buscando a la madre.
Cuando corres chorreando de sudor  y los trinos de los pájaros van formando una especie de bóveda verde llena de sonidos envolventes.
Mientras sentado bajo la nave de la basílica escuchas el órgano cogiendo su mano y la música sin pretenderlo te da alas, verdaderas alas que te sobrecogen  y emocionan, lo mismo que esos truenos que desgarran el cielo antes de descargar la tormenta, para después hacer aguas, aguas torrenciales que colmaran los paseos, llenaran los campos de charcos, desbordarán ríos...
Cuando llega la noche te desnudas de todos tus disfraces, la abrazas sin condiciones, porque sí, y el viento afuera como un monstruo deforme, ulula sin descanso, el chapoteo de la lluvia golpea los cristales de la buhardilla y tú te encuentras calentito bajo el manto de la noche.
A decir verdad, todo esto y muchas otras pequeñas perlas engarzadas unas con otras forman una cadena desde el amanecer hasta la noche que por breves momentos te hacen olvidar el resto que a ciencia cierta es mentira, la gran mentira de un mundo que no sabe adonde va, como un gigantesco buque sin timón, a la deriva.


GREGORIO GIGORRO
GREGORIO GIGORRO
"Pepi and the sailboat"
Acrílico sobre cartón
Firmado y fechado en 2013
Medidas: 60 x 40 cm



En Aranjuez a 15 de febrero de 2014