Las luces de los candelabros iluminan las estancias, ruido de instrumentos musicales, de risas y copas de cristal; tras la fachada rosa del palacio que se va apagando por la marcha del sol, como cada tarde.
Pasean los invitados a través del jardín, recortados de bojes y olorosas rosas sobre la enorme terraza delante del edificio, parece un gran balcón con escalinatas para descender a los otros jardines hasta continuar en el bosque de encinas, mientras las fuentes por boca de sus esculturas cantan de trecho en trecho.
Comienzan a subir la escalera hasta el salón, donde va a tener lugar la velada musical a cargo de Bocherini; los anfitriones, el Infante Don Luis de Borbón y su su esposa Doña Teresa de Vallabriga y Rozas, entre tanto saludan a sus convidados.
Ya es septiembre de 2015, la vista desde el bosque va recorriendo las terrazas del jardín bajo, ahora yermo, hasta llegar a la más majestuosa, de raigambre bramantesca, su jardín recién recuperado da paso a la fachada sobria, elegante y rectangular que forma el edificio, coronado por dos torrecillas que le dan una nota peculiar, con el solo adorno de jarrones coronando a lo largo la parte superior, y con esa tonalidad rosácea realzada por el verde del bosque arropándola.
A pesar de las vicisitudes del tiempo, la Guerra Civil fue la puntilla para su conservación, pese a todo lo ocurrido, los despojos del palacio mandado construir por el Infante Don Luis, verdadero mecenas de las artes, hermano del rey Carlos III, son un auténtico derroche de buen gusto; su artífice Ventura Rodríguez supo armonizar el arte con la naturaleza integrando el uno con la otra en pleno siglo dieciocho, obras como el Cristo de Velázquez o la Fuente de las Conchas, ambas actualmente en Madrid, formaron parte de su ornato.
Dicho Infante que no pudo asentarse en Madrid debido a la orden de su hermano, el Rey, a causa de su matrimonio morganático, optó por erigir este palacio cerca de la corte, en Boadilla del Monte; si bien es verdad que no lo habitó mucho tiempo, pasando temporadas en el de Arenas de San Pedro.
De un tiempo a esta parte se está restaurando, intentando devolverle su pasado esplendor. Ojalá pronto podamos disfrutar de un concierto como antaño y nos sintamos invadidos por la fuerza de Goya, de la Condesa de Chinchón, enterrada por cierto en la capilla y de tantos personajes que frecuentaron este lugar delicioso; sobre todo cuando no hay público y paseas a la sombra de la fachada posterior y tu vista se pierde en verdes hasta convertirse en azules vaporosos, amarillentos, rojizos..., según éste ese día, la tarde.
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Palacio de Boadilla Madrid
En Aranjuez a 26 de septiembre de 2015 |