La muerte campó a sus anchas por las calles de París, o por las de Damasco pongo por caso, pero curiosamente no se cuentan de la misma manera, ¿es qué hay muertes de primera y de segunda clase?; ¡qué pena!, infeliz de mi, cual príncipe Segismundo en La vida es sueño, pues la vida es el bien precioso que poseemos y nada, ni nadie sobre todo, puede privarnos de ella de un tajo, y menos a manos de seres que ponen en peligro nuestro modo de vida, liberal y despreocupado por preservar unos valores que fueron consagrados desde la Revolución Francesa.
Pero se da el hecho que dichos valores están francamente a la baja y esto es utilizado con fines maléficos por aquellos poseedores de una ideología trufada de totalitarismo con mayúscula, anclado en el tiempo; nosotros a voz de pronto tenemos un adelanto con respecto a ellos de cinco siglos como poco. En este orden de ideas, no debemos olvidar sino defender y nunca obviar que el origen de este continente, fue la fé cristiana desde Carlo Magno en el siglo IX, por tanto no es de recibo retirar los símbolos católicos en favor de otros credos que se erigen en adalides de la "Verdad", por supuesto que nada es blanco ni negro, pero esto me lleva a pensar porqué las ayudas van a parar a personas que detentan una ideología que atenta en muchos casos contra un sistema creado hace más de trescientos años en detrimento de millones de hombres que forman parte de esa sociedad desde antaño.
No debe haber baños calientes cuando se trata de la vida, sembrar el desconcierto, el miedo y la desconfianza no pueden dar buen resultado y sino al tiempo...
Europa a pesar de sus muchas contradicciones es un lugar abierto, acoger a personas necesitadas es un acto humanitario por naturaleza, también adecuarse a las costumbres del país de acogida es cuando menos imprescindible para el recién llegado.
"A donde fueres, haz lo que vieres", del Quijote cuyo autor es Miguel de Cervantes Saavedra.
Gregorio Gigorro
En Aranjuez a 16 de noviembre de 2015