El cartero ya no trae cartas de Amor, se decía Esperanza que no desesperaba a pesar del transcurrir del tiempo aunque fuera en su contra.
Releía una y otra vez aquella, su primera carta y se le representaba con nitidez las veinticuatro horas sentidas como si se tratara de una vida entera, aquella excursión fue el único viaje; qué bien hizo separándose del grupo, marchándose a tomar algo en un cercano café. Sentada con la mirada perdida, se cruzó con la suya, arrolladora, impactante, así empezó todo hasta caerse rendida en sus brazos atléticos, jóvenes, más que los de ella; no le importaba nada el mundo y todas sus obligaciones se habían desvanecido de pronto.
Poco duró la aventura, según se mire porque ella la vivió y revivió desde ese día, con tal intensidad que eso, solo eso la colmó la existencia.
Sonó el timbre de la puerta, bajo las escaleras, recorriendo el jardín hasta llegar a la entrada, no tan deprisa como hubiese deseado; oyó que se marchaba la moto del cartero, subiendo ya la cuesta. Abrió el buzón y recogió las facturas del banco, la publicidad del supermercado... y más cosas por el estilo; pero ninguna carta.
Desde que se conocieron el mundo había cambiado mucho, ahora las personas se enviaban mensajes de texto, de voz, emails, se felicitaban, se daban el pésame o cualquier noticia de esta manera. ¡Qué lástima pensaba, con lo bonito que es escribir cartas!, enviarlas, esperar la respuesta, contando el tiempo.
Subiendo las escaleras, volvió a decir para sus adentros: "No, el cartero ya no trae cartas de Amor, ni para mi ni para nadie".
GREGORIO GIGORRO Un pedacito de "Sabor a ti" Acrílico sobre tabla entelada Firmado y fechado en 2016 Medidas: 26 x 19 cm En Aranjuez a 19 de mayo de 2016 |