sábado, 13 de agosto de 2016

Cerca de ti



Un conjunto imponente en medio del campo sembrado de girasoles sonrientes bajo el cielo añil de agosto.
 
Una fachada orgullosa y mesurada a la vez, aunque su portada sea deliberadamente barroca, mira de frente a la rotunda torre medieval; el monasterio de Uclés edificado sobre un promontorio descolla soberbiamente sobre el exiguo caserío.
 
Una carretera que se retuerce suavemente dejando a la izquierda las ruinas solemnes de la romana Segóvriga.
 
Un castillo que abraza al pueblo de Belmonte a lo largo de su muralla; la inmensa llanura de vides que aparece salpicada de casas para solaz de sus habitantes, perdiéndose hasta Mota de Cuervo con sus molinos.
 
Una capilla del último gótico presidida por un retablo gigante del XVI, donde trabajaron artistas como Francisco de Colonia, Felipe Vigarny y Francisco de Salamanca. La luz se filtra por el ventanal dando justo en la cara de la Virgen, rodeada de ángeles, dotándola por arte de magia de una sonrisa vivaz, como si acabara de ser pintada; emociona y sobrecoge la capilla de la Asunción en Villaescusa de Haro.
 
Una potente luz sobre los campos desiertos donde campan a lo largo y ancho girasoles y más girasoles, y vas y te sumerges en este mar de miles de tortas amarillas y verdes, mientras la chicharra no para de cantar y de vez en cuando pasa algún coche despistado por la vecina carretera.
 
¡Para qué ir más lejos, si aquí se está bien!
 
"Cuenca, ni más ni menos".
 
 
GREGORIO GIGORRO
En Aranjuez a 14 de agosto de 2016
 

domingo, 17 de julio de 2016

Marina


Marina sueña sin saberlo, surca mares tranquilos, hace poco se encontraba en un laguna a sus anchas al abrigo de todo, repleta del calor materno, a salvo de calmas y tempestades; ahora sigue en su mundo, observando, disfrutando, gozando, sintiendo sin pensar; segura, protegida, tan telenda, tan querida como deseada.
 
¿Sueñan los niños pequeños?, se dice que empezamos a recordar algo vivido a partir de los siete años más o menos.
 
Cuando se pierde la frescura, la curiosidad, lo espontaneo; se abandona la infancia definitivamente, le decía mientras ella no quitaba ojo a la criatura.
 
A medida que somos más mayores, nos acordamos de sucesos lejanos nítidamente y sin embargo no recordamos donde hemos puesto las llaves de casa, por ejemplo.
 
Marina seguía durmiendo, sentían su respiración pausada, su olor a agua de colonia fresca, continuaban embobados como si fueran dos niños. Al cabo de un rato, el claxon de un coche repentinamente le hizo abrir los ojos sobresaltados, rompió a llorar, sus brazos se encontraron a los de su madre, aferrándose con fuerza. Se apaciguó, quedándose dormida.
 
Suena el  teléfono, "Papá soy yo, tu hija, voy a llegar tarde, pues me voy con los de la compañía a tomar una copa después de la función, no me esperéis"; "Bueno, ten cuidado, corazón".
 
Se miran los dos y recuerdan cuando aquella niña pizpireta les decía: "Cuando sea mayor, yo, trabajaré en el teatro"; un lagrimón sin freno se desliza por sus mejillas, parece que fue ayer y sin embargo ya han transcurrido veinte años de aquello.
 
GREGORIO GIGORRO
"Marina"
Acrílico sobre cartón
Firmado y fechado en 2016
30 X 40 cm



En Aranjuez a 17 de julio de 2016



 
 

sábado, 18 de junio de 2016

La lectura



Tan ensimismada estaba en su lectura que no se dio cuenta del golpe sobre su cabeza inerte, pero la segunda vez ya se percató;  era rotundo y seco.
 
Miró a través del cristal y vio que al otro lado nada le era familiar; no había rastro del espejo grande sobre el lavabo ni el mueble blanco de cuarterones sobre el cual, descansaba el jarrón de flores secas, tampoco la sonrisa eterna del fauno de arcilla y mucho menos, los trinos del risueño jilguero que madrugaba sin descanso, despertando a los habitantes de aquella casa.
 
Qué extraño, no me suena nada de nada, eso sí, oía conversaciones, trasiego de trastos, de personas que se movían, desembalaban objetos curiosos y distintos para ella; entonces cayó en la cuenta de que sin duda le habían trasladado a otro lugar. A pesar de eso, seguía con su lectura, como siempre; desde los últimos diez o más años, no acertaba a recordar con exactitud.
 
El tiempo transcurría plácidamente, llegó la tarde, los humanos se marcharon y después el silencio de la noche reinó por aquellos lares. De pronto le invadió un olor suave, delicado, seductor que penetraba hasta el más recóndito rincón; tan potente era que le entraron unas ganas irrefrenables de perder los papeles, de salirse de "cuadro", de éste no sería posible escaparse físicamente pero su alma sí lo lograría.
 
Enseguida vagó lentamente, husmeando todo hasta empaparse de la fiesta de fragancias que destilaban la multitud de flores y plantas esparcidas a lo largo de los paseos sinuosos bajo los cipreses, las madreselvas, los naranjos, pinos y palmeras.
 
Llegó a un claro del frondoso jardín, desde allí pudo vislumbrar luces lejanas reflejadas en un inmenso espejo negro, quieto y sin orillas: era el mar, podía sentirlo, pues su brisa llegaba hasta allí. Agotada por aquel garbeo, miró al cielo, ya empezaba a clarear, los cientos de pájaros que poblaban aquel paraíso, no tardarían en despertarse, así que regresó a su lugar de siempre, tumbada sobre la alfombra persa preñada de vivos colores, absorta en el mismo quehacer, vigilada de cerca por el toro de fieltro que tanto le gustaba, como si nada hubiese sucedido.
 
Una mirada incisiva al otro lado se clavó en el cuadro: "Parece un cuento", le comentó a su acompañante, esta asintió con una leve sonrisa.
 
GREGORIO GIGORRO
"Pilar y los toros"
Óleo sobre lienzo
Firmado y fechado en 2002
Medidas: 100 x 81 cm



En Aranjuez a 18 de junio de 2016
 

miércoles, 18 de mayo de 2016

La carta


El cartero  ya no trae cartas de Amor, se decía Esperanza que no desesperaba a pesar del transcurrir del tiempo aunque fuera en su contra.

Releía una y otra vez aquella, su primera carta y se le representaba con nitidez las veinticuatro horas sentidas como si se tratara de una vida entera, aquella excursión fue el único viaje; qué bien hizo separándose del grupo, marchándose a tomar algo en un cercano café. Sentada con la mirada perdida, se cruzó con la suya, arrolladora, impactante, así empezó todo hasta caerse rendida en sus brazos atléticos, jóvenes, más que los de ella; no le importaba nada el mundo y todas sus obligaciones se habían desvanecido de pronto.

Poco duró la aventura, según se mire porque ella la vivió y revivió desde ese día, con tal intensidad que eso, solo eso la colmó la existencia.

Sonó el timbre de la puerta, bajo las escaleras, recorriendo el jardín hasta llegar a la entrada, no tan deprisa como hubiese deseado; oyó que se marchaba la moto del cartero, subiendo ya la cuesta. Abrió el buzón y recogió las facturas del banco, la publicidad del supermercado... y más cosas por el estilo; pero ninguna carta.

Desde que se conocieron el mundo había cambiado mucho, ahora las personas se enviaban mensajes de texto, de voz, emails, se felicitaban, se daban el pésame o cualquier noticia de esta manera. ¡Qué lástima pensaba, con lo bonito que es escribir cartas!, enviarlas, esperar la respuesta, contando el tiempo.

Subiendo las escaleras, volvió a decir para sus adentros: "No, el cartero ya no trae cartas de Amor, ni  para mi ni para nadie".

GREGORIO GIGORRO
GREGORIO GIGORRO
Un pedacito de "Sabor a ti"
Acrílico sobre tabla entelada
Firmado  y fechado en 2016
Medidas: 26 x 19 cm


En Aranjuez a 19 de mayo de 2016

lunes, 16 de mayo de 2016

Juegos infantiles


Los niños sonrientes, lanzaban al aire sus cometas multicolores, en aquella mañana ventosa, en la que el sol también resplandecía.
 
Sin dejar de mirarles, la imaginación le envolvió y de pronto, se vio rodeado de parejas ataviadas a la moda de finales del siglo XIX, las damas con atuendos claros, largos y vaporosos, adornadas con sombreros generosos y sombrillas a juego; los caballeros con trajes blancos y canotiers, paseaban bordeando la baranda de la Concha: sinfonía metálica en blanco, una corona de laurel interminable, forjada a fuego y con mucho gusto.
 
Pocos palacetes decimonónicos quedan en pie de aquel tiempo, sustituidos por inmuebles menos agraciados aunque guardando cierta armonía en cuanto a la altura y colores de éstos, sin embargo diseminados por la ciudad podemos disfrutar de las farolas altivas, de los puentes majestuosos, del casino elegante y grande a la vera del mar, con el telón de fondo del Urgull y del casco viejo.
 
Atrás dejó la algarabía infantil y respiró el yodo, la humedad del Cantábrico sentado delante de la balaustrada redonda y decadente dando la espalda al palacio de Miramar, frente a la isla de Santa Clara.
 
A pesar de todo lo desaparecido, la ciudad guarda en la memoria, el sabor de aquel lujo, cuando la realeza y su corte decidió veranear aquí; gracias a este hecho y al buen hacer de gobernantes y poderosos de aquella y otras épocas posteriores, se ha preservado ese aire tan distinguido y señorial que caracteriza a San Sebastián.
 
¿Cualquier tiempo pasado fue mejor?, no lo creo, sólo tengo la certeza de la existencia del actual, es lo que debemos aprovechar, sin olvidar que hubo otros.
 
Somos hijos, herederos del pasado, pero no presos de él.

GREGORIO GIGORRO
GREGORIO GIGORRO
De Sabor a ti
Acrílico y tinta sobre tabla entelada
Firmado y fechado en 2016
Medidas: 26 x 19 cm


En Aranjuez el 16 de mayo de 2016

domingo, 24 de abril de 2016

Un grano de arena




La ilusión a pesar de todo pervive, el rescoldo de la juventud ya marchita da calor y todavía cuando llega este día y este momento memorable sigo poniéndome nervioso. Estoy vivo, porque continuo emocionándome.

En Aranjuez a 24 de abril de 2016


domingo, 3 de abril de 2016

En septiembre



La tenue lluvia se deslizaba por la hermosa cristalera que daba sobre la avenida, a media tarde comenzaron a llegar hasta la puerta del hotel, coches despampanantes de los que descendían rutilantes estrellas del celuloide internacional; los fotógrafos prestos en su trabajo disparaban a las celebridades y acompañantes que subían la escalinata como Pedro por su casa.
En el interior, el servicio impecablemente uniformado, sonreía sin levantar una ceja, como si les hubieran servido desde siempre. La mesa del vestíbulo se hallaba coronada por un gran centro de liliums blancos, desplegando su perfume daba la bienvenida a tanto lustre y postín.
A la derecha, se encontraba una elegante nave, escoltada por columnas de capiteles jónicos, adornada por palmeras, veladores de luz tamizada y vestida por alfombras de la Granja; era un enorme salón de estar donde los grupos de personas departían tranquilamente ante un café o un té ajenos a tanto ajetreo.
Entre tanto el piano desgranaba las notas sugestivas de un bolero, la voz aterciopelada de una mujer de piel cobriza encandilaba hasta las copas, que parecían vibrar.
Señor, le dio  un golpecito en el hombro el camarero; él, abrió sus ojos saliendo del sueñecito mientras escuchaba la misma canción con la que estaba soñando, sentado en el mismo lugar y teniendo conocimiento del espectáculo de los recién llegados al hotel en aquel cálido mes de septiembre y continuó embelesado esperando su consumición.


GREGORIO GIGORRO
GREGORIO GIGORRO
De la serie "Sabor a ti"
Exposición de pintura y objetos de autor
en Metrópolis Platz
Donosti 2016
Del 9 de abril a fines de mayo

twitter@gregoriogigorro
En Aranjuez  a 3 de abril de 2016