El sol retrasa su partida, tiene tanto en que entretenerse,
que mientras tanto recorre todos los rincones del jardín,
del caserón, del bosque que le rodea.
Las plantas se agarran a las paredes de los bancales,
trepan por los árboles;
las esculturas mudas no perciben la presencia de ellos,
paseando sin prisa, aspirando la fragancia de tanta rosa,
dalia, jazmín, madreselva...,
les envuelve la paz que se respira, sienten sus pies sobre el albero,
se dejan acariciar por el aire tibio, igual que las altas palmeras despeinadas,
descubren butacas de mimbre que invitan a descansar en umbrosos miradores,
salones espaciosos decorados profusamente con encanto y elegancia,
cerámicas que tachonan las paredes, sombreros colgados después de un paseo,
el surtidor del patio suena sin cesar entre las calas, ocultando la taza de la fuente,
bajando terrazas ven saltar las ranas al borde de la piscina que surge del paisaje,
para ser espejo de naranjos, cipreses y olivos,
la arquitectura allí es un mero pretexto para que la naturaleza vista sus mejores galas,
todo en Alcuzcuz es un derroche de hermosura para solaz del alma,
es más es un alma tumbada al sol, un lugar para el sosiego en perfecta armonía.
Está resguardado como un íntimo tesoro pero cerca de todo el barullo mundano,
un remanso en este mundo simplón, con mucha trampa y más cartón.
Paraísos como éste existen pero hay que descubrirlos,
para ello hay que darse cuenta de lo que cuenta aunque el que cuenta es el que lleva uno dentro.
GREGORIO GIGORRO Alcuzcuz (La Heredia- Málaga) En Aranjuez a 18 de mayo de 2019 |