En aquel verano, descubrió que su cuerpo había cambiado, su estomago se redondeó, las piernas se alargaron y sus ojos se agrandaron y lo más importante, es que cada vez que veía a la chica nueva, risueña, delgadita, sentía un hormigueo por todo el cuerpo, se ponía nervioso cuando estaba cerca de ella. Ésta no parecía indiferente al comportamiento de aquel chaval reservado, ensimismado en sus dibujos y paseos solitarios.
Aurora y Ángel sin darse cuenta comenzaron a dar paseos, esa timidez de él se fue trocando en leves notas simpáticas hacía ella, le gastaba bromas, le hacía de reir; Ángel seguía poniéndose rojo y Aurora parecía mas tranquila, al menos en apariencia, así empezaron un camino juntos, se veían fuera del colegio, él también se mostraba mas comunicativo con sus compañeros, a veces ella se ausentaba, le decía que tenía su padre delicado de salud, al ser la única hija estaba entregada a él, pues la había criado al morir su madre cuando tenía siete años; aunque es verdad que desde el principio observó que su compañera siempre tenía muchas ojeras rodeando sus penetrantes ojos negros, que al poco rato de caminar pedía descansar y cosas por el estilo, él insistía en que debía comer mas debido a su extrema delgadez, en cualquier caso el roce hace el cariño y la relación se estaba haciendo mas estrecha, mas placentera, llegando a una dependencia enfermiza hacia la muchacha, a pesar de todo llevaba bien las idas y venidas a la casa paterna.
Un día habían quedado para ir a una charca no lejos del colegio donde pasaban un montón de cigüeñas y de grullas para después viajar a tierras más cálidas. Pero ella no se presentó, la esperó tanto tiempo que ya estaba anocheciendo cuando se despertó, al volver al colegio preguntó al conserje por ella - A la señorita Aurora se la han llevado al hospital, de repente- Le respondió sin mas.
En Aranjuez a 24 de marzo de 2020 |