viernes, 27 de marzo de 2020

La vida es un sueño


Donde se pueden revivir mil situaciones y personajes variopintos que nunca seremos.


Quien no se ha sentido un Don Juan o se ha subido a Un tranvía llamado deseo, saltado como Una gata sobre un tejado de zinc caliente o ha asistido a Una cena de idiotas Esperando a Godot, 
en Un sueño de una noche de verano; ser Otello desgranando Divinas palabras, transformarse en Juan Rana en un corral de comedias, escuchar Una diatriba de amor frente a un hombre sentado, para después iniciar Un viaje a ninguna parte y finalizar con Un crimen y un telón.

La vida es sueño, gracias Don Pedro Calderón de la Barca por habernos regalado tantos mundos en Este gran teatro del mundo, mil gracias mas a tantísimos autores y actores de todos los tiempos por hacernos vivir multitud de sueños, porque sino, qué sería la vida, sino un entremés continuo esperando a la muerte.

Pues se mire como se mire, la nuestra, la de cada cual bien podría ser una pieza teatral que en ningún caso tiene un desenlace feliz, aunque yo personalmente no tengo ninguna prisa porque llegue el final.

Mientras tanto que se alce el telón para gozo y disfrute de todos nosotros.

GREGORIO GIGORRO
"Escena oriental"
Acrílico y lápices de colores sobre papel
43 X 55 cm
Firmado y fechado en 2020




En el día internacional del teatro
Aranjuez a 27 de marzo de 2020

martes, 24 de marzo de 2020

Angel (continuación)-2


En aquel verano, descubrió que su cuerpo había cambiado, su estomago se redondeó, las piernas se alargaron y sus ojos se agrandaron y lo más importante, es que cada vez que veía a la chica nueva, risueña, delgadita, sentía un hormigueo por todo el cuerpo, se ponía nervioso cuando estaba cerca de ella. Ésta no parecía indiferente al comportamiento de aquel chaval reservado, ensimismado en sus dibujos y paseos solitarios.

Aurora y Ángel sin darse cuenta comenzaron a dar paseos, esa timidez de él se fue trocando en leves notas simpáticas hacía ella, le gastaba bromas, le hacía de reir; Ángel seguía poniéndose rojo y Aurora parecía mas tranquila, al menos en apariencia, así empezaron un camino juntos, se veían fuera del colegio, él también se mostraba mas comunicativo con sus compañeros, a veces ella se ausentaba, le decía que tenía su padre delicado de salud, al ser la única hija estaba entregada a él, pues la había criado al morir su madre cuando tenía siete años; aunque es verdad que desde el principio observó que su compañera siempre tenía muchas ojeras rodeando sus penetrantes ojos negros, que al poco rato de caminar pedía descansar y cosas por el estilo, él insistía en que debía comer mas debido a su extrema delgadez, en cualquier caso el roce hace el cariño y la relación se estaba haciendo mas estrecha, mas placentera, llegando a una dependencia enfermiza hacia la muchacha, a pesar de todo llevaba bien las idas y venidas a la casa paterna.

Un día habían quedado para ir a  una charca no lejos del colegio donde pasaban un montón de cigüeñas y de grullas para después viajar a tierras más cálidas. Pero ella no se presentó, la esperó tanto tiempo que ya estaba anocheciendo cuando se despertó, al volver al colegio preguntó al conserje por ella - A la señorita Aurora se la han llevado al hospital, de repente- Le respondió sin mas.


GREGORIO GIGORRO
En Aranjuez a 24 de marzo de 2020














domingo, 22 de marzo de 2020

A diario


Me estremezco de gusto al contemplar los amarillos chillones de los macizos de flores silvestres que bordean por partida doble la carretera, no son obra de Le Nôtre o de Boutelou, pero cuando llega la primavera el jardinero desconocido se hace tan presente que inunda toda la tierra de colores y olores, es así, sin haber ido a la escuela; al subir la cuesta esos colores se desparraman por todos los rincones, detrás las casas que podrían ser más afortunadas, me digo para mis adentros, menos mal que las percibo en segundo plano, aplastadas por un firmamento añil potente como la vida que se me representa.

Al mismo tiempo en la radio suena Ojos verdes, de pronto recuerdo a mis padres echándose un paso doble hace unos cuantos años siendo yo pequeño; siento todo esto, lo veo porque tengo ojos más para ver que para mirar, para rememorar hechos que me llegan al corazón porque tengo memoria, porque sigo viviendo y nada mas y es que puede uno hacerse mayor, la otra opción la contemplo pero no la considero creo que mientras busque la belleza en cualquier lugar, persona o cosa no envejeceré, seguiré estando vivo aunque con mas años.


GREGORIO GIGORRO
GREGORIO GIGORRO
Fragmento de capricho
Acrílico, rotulador y lápiz de colores
Medidas 105 X 75 cm
En realización



En Aranjuez a 22 de marzo de 2020







miércoles, 18 de marzo de 2020

Edelmiro


No tenía un pelo de tonto, el mostacho canoso lo compensaba, su rostro era regordete de tez sonrojada con unos ojos pequeños y vivaces detrás de unas gafas redonditas, de corta estatura y generosa barriga.

Edelmiro se hallaba repanchingado recorriendo con su mirada la mesa atestada de informes en el despacho luminoso del último piso de aquel vetusto inmueble.

La santa cena de escayola de un color plateado sobre la cómoda del comedor de sus abuelos le abrió las ganas de saber que era aquello, tenía trece años solamente. Mucho más tarde estudió historia del arte antes ni que decir tiene tuvo que convencer a sus padres, pero él demostró tanto tesón que acabó los susodichos estudios con la nota de excelencia, posteriormente obtuvo la beca para ampliar sus conocimientos fuera de su país y por ello se trasladó a España dejando a su amado Ecuador; cayó rendido ante los tesoros españoles y a los pies de los encantos de su futura mujer y claro se quedó a vivir siempre.
Suena el teléfono- Dígame.
- Una voz grave le responde: Bonjour, C,est moi

GREGORIO GIGORRO
GREGORIO GIGORRO
"Sosiego"
Tinta y Acrilico sobre cartón
25 X 35 cm
Firmado y fechado 2013




En Aranjuez a 18 de marzo de 2020

lunes, 16 de marzo de 2020

Coronavirus


Las calles se han quedado sin gente, salvo algún despistado o necesitado de comprar lo necesario, los bares, restaurantes, centros de ocio, de cultura... todo cerrado a cal y canto; el viento y el silencio se han adueñado de todas las ciudades.

Un coche de la guardia civil cruza la plaza, la desolación campa por el país entero, la nueva peste tiene nombre propio, gran parte del planeta está amenazado, todo el mundo confinado en sus casas, el ruido de los niños ha desaparecido de los jardines, ahora permanecen con sus abuelos o sus padres.

Hay que impedir a toda costa el contagio, vuelve la desconfianza, las fronteras se cierran, se comienza a despedir a la gente de los trabajos, el turismo cae en picado.

Quizá sea el tiempo para saber qué es lo importante, para parar y cuidar la familia, para sentir que si somos una piña con sentido común, confianza y solidaridad saldremos de esta, para saber que todos y cada uno de nosotros no estamos libres de la enfermedad, somos corrientes y molientes seres, lo mismo le puede suceder a un limpiador que a un ministro, a un niño o a un anciano, estos últimos mucho mas vulnerables.

El ser humano es poca cosa cuando sucede algo realmente implacable, tal vez sea la hora de plantearse qué es lo que nos une, no solo como país sino como la idea de cambiar un mundo lleno de mucho ruido y de demasiada histeria, puede que tengamos que aferrarnos a un asidero firme y sólido, "Quien a Dios tiene, nada le falta, Dios no se muda, solo Dios basta" (Santa Teresa de Jesús).

Los vagabundos, la mayor parte hombres seguirán durmiendo en los cajeros de los bancos si no se remedia mientras tanto los demás lo haremos en nuestras casas, los árboles de flores blancas seguirán adornando la avenida, el sol lucirá en lo alto y como ya he dicho, esto se acabará si todos y cada uno de nosotros de una vez por todas pensamos en el prójimo como pensamos en nosotros mismos y obedecemos sin dudarlo a los profesionales de la sanidad que tenemos la gran suerte de contar con los mejores.

Mucha fuerza y mucha paciencia, ni más ni menos.

GREGORIO GIGORRO
GREGORIO GIGORRO
¿Qué miras princesa?
Tinta y Acrílico sobre papel
Medidas: 40,5 X 50cm
Firmado y fechado en 2013

domingo, 15 de marzo de 2020

En el estanque



Azucena otea a su alrededor encaramada sobre el islote entre los lirios que anuncian a la primavera y los carrizos que recuerdan a las orillas de un río, tiene un caparazón rotundo y voluminoso de un verde que tira a botella confundiéndose con el agua donde habita; cuando la trajeron de lejanas y calurosas tierras siendo jovencita no era lo gorda que es, no se sabe si primero fue la tortuga o la charca ni creyó posiblemente llegar a sentirse tan a gusto junto a otras dos tortugas mas pequeñas y al parecer muy íntimas según cuenta la cuidadora del lugar.


Al principio se disputaban las carnes naranjas de los pececillos de colores pero pronto cada animal ocupó su lugar sobre todo porque ellos viendo el peligro se despabilaron y ellas se las ingeniaron para no morir en el intento, a fin de cuentas había alimento para las tortugas, los peces y los pájaros que ocasionalmente siguen viniendo a beber agua aunque hay que decirlo todo, deben de tener mucha sed y más valor para ingerir dicho elemento, lo que parece claro es que Azucena crecía y sigue creciendo de igual manera que el cariño con el que todas las personas grandes y pequeños la tratan  pues para todos ellos Azucena "la tortuga" es el mayor atractivo para un sitio tan tranquilo y sin sobresaltos, cuando llega el buen tiempo le gusta salir del silencio del fondo y sentir el sol amable a la vez que estirando el cuello parece entender los piropos que le dedican todo el que la ve.



GREGORIO GIGORRO
GREGORIO GIGORRO
"La niña de amarillo"
Tinta y acrílico sobre cartón
22  X 33,5 cm
Firmado y fechado en 2016





En Aranjuez  a 15 de marzo de 2020





domingo, 8 de marzo de 2020

El almacén de las estrellas


La noche estaba quieta,
tanto que la calma y el silencio espesos se podían cortar,
sentado con su pipa en los labios echando el humo al aire tibio,
asiste al espectáculo sobrecogedor, 
del firmamento raso como una carta, 
abarrotado de estrellas de esos mundos lejanos ajenos a él,
de miles y miles de lucecitas paradas, rutilantes, 
suspendidas allá arriba,
se fija en el fulgor de Venús, en el gajo de la luna,
en el avión a punto de aterrizar,
y comienza a contarlas, hasta quedar exhausto,
entorna los ojos dejándose acariciar por la brisa nocturna,
mañana será otro día, y seguirá con su tarea preferida,
contar estrellas en ese gran almacén,
sabe que están todas o por lo menos aquellas que él puede llegar a vislumbrar.

GREGORIO GIGORRO
GREGORIO GIGORRO
"Desde Brooklyn"
Tinta y acrílico sobre cartón
53 x 35 cm
2013


En Aranjuez a 8 de marzo de 2020