Después de empaparse de hermosura en la ciudad de los canales, era la primera vez que viajaba hasta Venecia, quedó deslumbrado habiendo recorrido cada palmo, a los dos días estaba empachado y decidió regresar; cuando uno está solo, todo el tiempo le pertenece.
Tomó un tren hasta la frontera pero se paró en Milán porque había soppero, huelga en nuestro idioma y se encontró de golpe y porrazo en la estación central de Milán sin saber que hacer, a los diecinueve años los recursos son menos que con cuarenta; el lugar era un monumento del siglo XIX con amplias escalinatas, salas de espera... que le recordaba a la estación de Atocha de Madrid, pero a lo que ibamos, no sabía si tendría que pasar la noche allí, afuera se sentía el ruido de los coches, la humedad del ambiente, la noche seguía avanzando y el continuaba esperando, se instaló para dormir en un banco vigilando su exiguo equipaje, se adormiló y cuando despertó éste había desaparecido, poco más tarde lo recuperó, no debía de tener ningún interés para quien se lo llevó.
Por fín el tren partió hasta Vintimiglia, no llevaba billete pero milagrosamente no tuvo ningún problema.
Todo esto le relataba mientras estaban sentados tomando un café en La Galería Vittorio Enmanuelle, "Il salotto di Milano, una galería comercial de lujo de finales del siglo XIX mucho antes de que se inventaran los centros comerciales, de planta de cruz latina profusamente decorada con una apariencia imponente, donde se utilizó por primera vez el cristal y el hierro para las cubiertas, a dos pasos del Teatro Scala, templo del bel canto mundial y frente a otro templo El Duomo de la la ciudad, una de las iglesias más grandes de la cristiandad, cuya dilatada construcción se llevó a cabo a lo largo de quinientos años.
Se encontraba de nuevo en la capital de la Lombardía, la ciudad industrial y la más dinámica de Italia, pero de otra manera, no estaba solo, era primavera aunque se sentía la humedad de los Alpes y de la llanura Padana.
Habiendo llegado el día anterior por la noche, después de desayunar en el hotel comenzaron a inspeccionar desde lo alto y se subieron al ático de la catedral donde un ejército de esculturas erguidas parecían mirarles sin parpadear, desde allí los edificios antiguos convivían con los rascacielos como el Pirelli o el Velasca, los barrios nuevos, la campiña y a lo lejos los Alpes.
La ciudad daba para muchos paseos y visitas. Desde la colonización romana en el año 222 A.C. había llovido mucho; más tarde los Lombardos una tribu bárbara llegaron después de que entrara en vigor el famoso edicto, el mundo a partir del sigo IV D.C. se convirtió en cristiano, merced a su promulgación por el emperador Constantino, ya en el medievo empezaron a destacar en la banca y el comercio, siendo una región discola frente al poder del Sacro Imperio Germánico hasta derivar en la liga del norte actual. frente al resto del país; ellos también dicen Roma nos roba.
En los albores del renacimiento, los señores de Milán: Visconti, Sforza, le dotaron de construcciones que aún podemos admirar y que han servido de inspiración a generaciones posteriores.
Auna por un lado la industria encaminada al diseño en todas las facetas del hogar con la agricultura, se han especializado en artículos de moda, calzados, complementos, pero todo ello con el marchamo de la calidad y el buen gusto, sus ferias son un verdadero escaparate para mostrarse ante el mundo, por cierto ver escaparates es una fiesta cuando uno se da una vuelta por las vías Manzoni, Spiga, Montenapoleoni y otras desperdigadas por el centro, donde se ve la pujanza de una ciudad rica y donde se tiene por la calle una sensación estilosa.
Uno no puede dejar de ver la pinacoteca Brera, palacio del XVII que alberga obras de Piero della Francesca, Canaletto, Caravaggio aunque el Cristo muerto de Mantegna y Los desposorios de Rafael les dejó boquiabiertos, pero si se quiere continuar se puede ir después a la pinacoteca Ambrosiana que también tiene tela que cortar; ellos prefirieron entrar en una pastelería a probar alguna delicia local, en una de ellas un día entro Luchino Visconti a comprar marron glase y se encontró a una bella dependienta que más tarde conoceriamos como Lucia Bosé, cosas de la vida y esta continua y está por todas partes; se acercaron al Parco Sempione para descansar su vista y ver a los demás pasear.
En el Corso Garibaldi saciaron sus ganas de comer con un risotto de pescado, ñoquis de pan, espinacas con mantequilla y de postre tiramisú, siguieron viendo tiendas de diseñadores más jóvenes, ya no sonaban por aquellos lares Cerragano, Gucci, Prada, Corneliani ni Armani, algunos de los citados nacieron aquí pero no por ser desconocidos eran menos interesantes que los citados.
Les hizo mucha ilusión asistir a la ópera, encima cantaban Ahinoa Arteta y Plácido Domingo, en La Traviata, en fín un lujo, además dicho sea de paso en el teatro hay un museo interesantísimo que custodia vestuario, decorados, libretos y un sinfín de enseres a lo largo de la historia; tampoco quisieron perderse el mercado de antiguedades del barrio de Brera, porque lo de los trastos y el ambiente que rezuma les encanta, como imprescindible fue visitar Santa Maria Delle Grazie, para admirar El Cenáculo de Leonardo Da Vinci, bellísimo a pesar de su estado de conservación, las tropas napoleónicas a su paso por la región hicieron de las suyas, ahora la obra está sujeta a un sofisticado sistema de filtración.
Tampoco podían olvidar La Cartuja de Pavia a ocho kilómetros de esta ciudad, una obra maestra gótica y renacentista, mandada construir por Gian Galeozzo Visconti a partir de 1396, repleta de obras de arte y habitada aún por cartujos.
Tuvieron suerte al conocer a una chica que les indicó un restaurante cercano donde pudieron degustar Ossobuco con una copa de Barolo, muy rico, una cassata y un capuccino, por cierto en Lombardia es la región donde se produce la mejor carne de Italia.
Regresaron al hotel para recoger la bolsa y de vuelta a casa esa misma noche; habían hecho el recado por el que habían viajado hasta allí, habían transcurrido tres días, no tenían ni lista de cosas que ver, nada imprescindible, solamente quedarse con buen sabor de boca, lo que habían degustado no era ni mucho ni poco, así se quedaron con ganas de regresar pronto,
GREGORIO GIGORRO Pañuelo de seda |