GREGORIO GIGORRO Autoretrato Firmado y fechado en 1.992 |
GREGORIO GIGORRO Autoretrato Firmado y fechado en 1.992 |
GREGORIO GIGORRO "Aún recuerdo aquella tarde" Óleo sobre lienzo Firmado y fechado en 2.006 Medidas: 90 x 90 cm |
Las sombrillas multicolores desperdigadas en la orilla, hacían soñar con lugares lejanos y más luminosos.
Las personas se encontraban cobijadas a la sombra o tumbadas al sol.
Otras, sobre mantas en el suelo o en sillas y mesas de plástico degustaban comidas traídas desde sus casas, era muy frecuente la tortilla, los filetes empanados, los pimientos fritos y se bebía vino tinto con gaseosa.
La familia entera (padres, abuelos, tíos y niños) se reunían para pasar un día particular, juntos, eso era la costumbre.
También, era la época de los seiscientos, los gordinis, las vespas, el ruido de las conversaciones, la música de los primeros transistores que amortiguaban el zumbido de las cigarras.
Los niños jugaban al fútbol o a correr ruedas de coches ya en desuso, que también les servían como flotadores cuando se daban un chapuzón .
Era todo más pobre, pero más sencillo y sin embargo la gente me parecía más contenta.
Os aseguro que en Toledo había una playa, más arriba del majestuoso puente de Alcántara, donde yo me bañé más de una vez con toda mi familia, sin miedo a envenenarme con aquel agua, para aliviarme del calor de aquellos meses de verano.
Porque lo corriente era bañarse en los ríos, y cuando se podía en el mar, el mar....
GREGORIO GIGORRO "En Toledo había una playa" Óleo sobre lienzo Firmado y fechado en 2.007 Medidas: 100 x 81 cm |
GREGORIO GIGORRO "Vaya Vista" Óleo sobre lienzo Firmado y fechado en 2.004 Medidas: 46 x 65 cm |
PARA TI:
Para ti, las caricias más largas e intensas, los abrazos más fuertes y frecuentes, los paseos interminables por el parque, donde siempre te duermes, los gorjeos de los pajaritos, los mil y un verde de los árboles que se mueven a tu paso saludándote, estoy seguro.
Para ti, la luna llena que llega sobre los fuegos
artificiales que se ven desde la terraza, mientras el sol descansa.
Para ti, la mejor cucharada, el vaso más cristalino de
agua, el zapatito más cómodo, el gorrito más coqueto que te proteja del sol.
Para ti a borbotones, toneladas, de todo el amor
que somos capaces de regalarte, porque tú eres lo mejor que tenemos.
Ah, sigue durmiendo, no te preocupes de nada.
El peso del mundo es amor. A pesar
del peso de toneladas de odio y rencor, a pesar de la feroz conspiración que se
libra contra la vida, yo siento que el peso del mundo es amor con mayúscula,
sin limitarse a una persona o una cosa, sino que inunda hasta rebosar los más
variados aspectos y niveles de la vida del ser humano.
Yo nací en un país en el que de la
muerte se hizo una fiesta plagada de un ritual hermoso, donde sigue oliendo a
arena recién regada, a humo de puros y a sangre de animal sacrificado.
Yo nací en un país donde los cielos
se cuajan de estrellas cada noche de verano, donde el sol cae de plano como el
plomo y su color y calor te ciegan al igual que lo hacen los verdes campos en
primavera y más tarde los amarillos y anaranjados en el estío.
Yo nací en un país donde cualquier
ciudad es un espejo viviente de la memoria hecha piedra después de tantos
siglos pasados.
Yo me siento romano, árabe, judío y
cristiano a la vez, he cargado con un pesado fardo, lleno de melodías barrocas,
de arabescos, de fuentes que susurran, de colores velazqueños y de formas
góticas, de la exuberancia de Picasso, de la locura por el color de Matisse, de
películas de Almodóvar, y sobre todo de los recuerdos de mi infancia, que en mi
caso no lo son de un patio de Sevilla, de un huerto claro....
Pero después de todo esto, sé que
no hay otro tiempo que el que vives, ni otro día que el presente.
Desearía hacer de mi vida un cuento
o una vida de cuento y ofrecérsela a mis semejantes, en forma de abanico,
de mural, de bandeja, porque nada sería más gratificante para mí, que
los habitantes de cualquier parte del mundo al tomar el metro se toparan
con un mural, o subieran a un autobús cubierto por un anuncio divertido, se
limpiaran con una toalla, se pusieran una camiseta o se tomaran un café delante
de un cuadro, todo ello salido de mi mano.
Una amiga mía me decía: me gusta
sentarme aquí, porque este cuadro me da paz, me relaja, "se llama la
siesta".
Henry Matisse decía que los cuadros
o las obras de arte tenían una especie de poder curativo y otro francés que el
arte es lo que colma la vida humana.
Yo suscribo todo esto y siento que,
si una persona tiene un sueño, debe perseguirlo, porque nunca se debe dejar de
soñar y hacer soñar a los demás.
"EL CIRCO". 2.012 |