Doblan las campanas, cada toque es seco, rotundo, entre uno y otro hay un espacio solitario que invita a la reflexión.
Mientras las golondrinas dibujan enrevesados caminos en el azul del cielo, un avión vuela bajo y va lento, el aeropuerto se encuentra cerca; se escucha sorda la pelota sobre la pista, los niños corretean y dan voces.
Una mariposa se ha posado sobre una campanilla blanca que sobresale de una ranura en el cemento.
El ruido de las cajas del camión que reparte bebida no deja apreciar la conversación de unas señoras que van a la compra. ¿Quién será?, - ¿Has oído tú algo?, una de ellas les dice que estaba muy malito, en fín cosas por el estilo.
Las campanas continúan sonando monótonas, es la cita a la que todos estamos convocados sin excepción, entretanto hacemos planes, pasamos el tiempo en definitiva porque lo realmente seguro es la muerte, lo insoslayable, la ineludible cita a la que todos acudiremos sin remedio.
Lo difícil, lo extraordinario es vivir, si lo tuvieramos grabado a fuego perderíamos menos el tiempo, pues no es que no lo tengamos, sencillamente lo desperdiciamos con frecuencia.
Venimos desnudos, nos vamos de igual manera sin nada, excepto con las buenas obras que hayamos llevado a cabo a lo largo del camino que es nuestra vida.
"Recuerde el alma dormida,
avive el seso y despierte,
contemplando como se pasa la vida,
como se viene la muerte,
tan callando..."
Jorge Manrique "Coplas a la muerte de su padre"
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Fotografía Gregorio Gigorro
En Aranjuez a 2 de julio de 2024 |