Con frecuencia escuchamos frases como ésta: "Es un payaso, hace payasadas", "¡Menudo circo tengo montado!", otras veces oigo: "Si tuviera un circo me crecerían los enanos", pero siempre son peyorativas.
¡Qué poco humor tenemos, qué ausencia de sentido común, qué imaginación tan nula!
Para mí es un espectáculo fascinante que me lleva a la infancia, aquella época en que llegaban al pueblo los titiriteros, venidos de otros lugares para alegrarnos la vida; en un abrir y cerrar de ojos la carpa estaba preparada para el momento de la actuación por la noche. Aquel niño como tantos otros vibraban de emoción al ver los saltos vertiginosos de los acróbatas, la contorsionista gorda, gordísima se movía gracilmente sobre el caballo, las cabras obedientes, se desplazaban por la pista, los enanos bailaban al ritmo de la música, los leones dóciles se doblegaban al domador sin vacilar en demostrar su valentía ante las fieras; la guinda eran los payasos, esos personajes pintados como puertas, vestidos estramboticamente, haciendo las delicias de los más pequeños con sus payasadas.
Hace poco murió Miliki, un gran payaso con el que toda una generación disfrutó de lo lindo. ¡Qué importante es reirse!, ¡qué maravilla es conseguirlo sin meterse con nadie!
Cuando se iban con su música a otra parte pensaba: "¡Qué vida tan agitada, tan movida, tan poco apegada a las cosas!, sólo con el afán de divertir a los demás, haciendo de tripas corazón, comiéndose la basura que tenemos dentro, para repartirnos flores sin espinas.
La vida es como un circo, donde todos los personajes "bailan" al son del director; la danza como los trajes cambian dependiendo del momento, de la situación que toque; alrededor se encuentra el público, sin éste no hay espectáculo, asiste pero no participa de él, sin embargo lo agradece con ese lenguaje tan sonoro y gratificante como es el aplauso.
¿Tú que prefieres ser, público o payaso?
Con el tiempo aquellos artistas ambulantes fueron desapareciendo en favor de la televisión y otros inventos que nos iban haciendo la vida más cara pero más confortable aunque también con menos gracia. No creo que cualquier tiempo pasado fuese mejor, sencillamente eramos más jóvenes, teniamos menos prejuicios y menos recuerdos, haciendo que el equipaje fuera más ligero, porque lo que pesa son los recuerdos, no los kilos, en un mundo tan preocupado por la apariencia como el nuestro.
De cualquier manera, ambulante o estable, deseo con todo mi corazón que viva siempre el circo. La risa es la mejor arma que desarma a cualquier contrincante.
GREGORIO GIGORRO Bandeja Acrílico sobre cartón Firmado y fechado en 2.011 Medidas: 46 x 56 cm Aranjuez, 14 de febrero de 2.013 |