La muralla la circunda completamente, la protege, la convierte en una ciudad recoleta y a vista de pájaro parece una maqueta. En el interior atesora una montón de conventos, iglesias y palacios recios, sus calles vieron pasear los desvelos de Santa Teresa, insigne doctora de la iglesia; precisamente este año se conmemora el quinto centenario de su nacimiento, con una nutrida representación de su vida en exposiciones que se pueden ver aquí y en Alba de Tormes.
Avila es un auténtico patrimonio para la humanidad. Su catedral alberga un espacio soberbio, muy personal, el trascoro es una delicia renaciente labrada en piedra, el retablo mayor un sueño de Pedro Berruguete y otros pintores del quince. A extramuros encontramos la iglesia de San Pedro tan armoniosa de proporciones como majestuoso es el monasterio de Santo Tomás, ejemplo del primer renacimiento; cuenta con tres claustros muy hermosos de arcos rebajados y austera decoración. La iglesia de una sola nave, con el altar subido coronado por un magnífico retablo renacentista, desde el coro a la misma altura que aquel, los Reyes Católicos asistían a la misa cuando descansaban en los pabellones reales del monasterio.
Bajo el altar, yace el túmulo del príncipe Juan, fallecido en 1497 a los diecinueve años de edad, elegantísima obra en mármol de Carrara, del italiano Fancelli y por cierto no contiene los restos del único hijo varón de los monarcas, debido a las tropelías del ejercito francés.
Tomamos un respiro antes de continuar, en una pastelería de la plaza de Santa Teresa, conversando con la dueña, nos comentó que no lograba acostumbrarse al mamotreto colocado al sur de la plaza y erigido por Moneo, justo enfrente del establecimiento; dicho edificio prácticamente deshabitado, ha desgraciado un espacio agradable, por sus proporciones desmesuradas con respecto a todo lo que le rodea.
Es penoso que el buen gusto nos haya abandonado en aras de la presumible ganancia rápida, Avila no se puede permitir tales desmanes, en el mismo sentido cerca del rio Adaja se construyó, no hace mucho tiempo, un palacio de exposiciones cerca de la muralla y de los cuatro postes, donde se dice que la Santa se sacudió el polvo antes de partir.
Si a un lugar se le distingue como patrimonio de la humanidad debe preservarse éste, eso como poco, si además se vive de cara al turismo, este año la afluencia de visitantes está batiendo records, habría que poner más celo en el embellecimiento de las ciudades con este distintivo sin menoscabo del resto.
En fin, continuamos paseando, recorriendo los conventos de San José, primera fundación carmelita, el de Gracia y el de la Encarnación; nos topamos con la austera basílica de San Vicente, construida sobre el lugar del martirio de Vicente, Sabina y Cristeta, de románico pleno pero con tímidos guiños al gótico que venia empujando desde Francia. Una sonrisa del ángel anunciando la venida del Señor a la Virgen sobre las jambas de la puerta del crucero sur, nos recuerda al maestro Mateo en la lejana Compostela. ¡ Qué mejor despedida que alguien te sonría desde la fría piedra y después de tanto tiempo!
GREGORIO GIGORRO En la plaza de Santa Teresa Avila En Aranjuez a 23 julio de 2015 |