La mirada del rey se deleitaba mientras recorría La Adoración, magnífico lienzo que había sido encargado a Rubens en 1609 para decorar la sala principal del Ayuntamiento de Ámberes con motivo de la tregua de los doce años.
Pronto pasó a ser propiedad de Rodrigo Calderón, diplomático de Felipe III, valido del valido de éste, es decir del Duque de Lerma. Calderón con fuerte influencia en la corte, cayó en desgracia debido a los catorce cargos contra él, urdidos por personas muy próximas a la reina Margarita de Austria, quien no hacia precisamente muchas migas con el diplomático.
Entre la más importante acusación figuraba haber ejercido la brujería contra su majestad, provocándole la muerte; la realidad fue que Margarita murió de resultas de un parto, hecho habitual entre las mujeres de la época; recuérdese el anterior caso de Isabel de Portugal, mujer de Carlos I. Don Rodrigo además de diplomático fue un gran mecenas, más tarde despojado de propiedades, títulos y obras de arte, ésta entre otras muchas; se pudrió en la cárcel durante tres años para acabar decapitado en la Plaza Mayor de Madrid, durante el reinado de Felipe IV.
Cuando fue requerido Rubens por el rey, hacía 1620, encontrándose en el Alcázar, decidió ampliar el famoso lienzo por la parte superior, aumentando su belleza tal y como la conocemos hoy.
Rubens, pintor mimado por sus cualidades pictóricas y diplomáticas fue ennoblecido tanto por Felipe IV como por Carlos I de Inglaterra, provocando el recelo de la aristocracia, además de ser admirado por María de Medici y de nobles como Calderón, retratado por él, quien corrió mejor suerte que el diplomático español; vivió en su palacio de Amberes, se compró más tarde un castillo cerca de Bruselas, dirigió un taller para llevar a cabo los cuantiosos encargos, se casó dos veces con dos hermosas mujeres, su vida fue plena y fecunda.
Este año se festeja a bombo y platillo su trayectoria en su ciudad, concretamente en la residencia que habitó además de las dos iglesias que custodian obras suyas; una ocasión que ni pintada para echar un vistazo in situ a la obra voluptuosa y elegante, de vibrante paleta de un genio de la pintura, representante señero del pleno barroco, vista por los ojos nuestros, los de ahora.