Llegaron hasta la puerta de entrada, al no abrirse llamaron al portero electrónico, una voz neutra respondió, accedieron al interior aséptico aunque impoluto del hotel.
Nadie por ningún lado, ni rastro de humanos, de animales ni tampoco de plantas, -¿Y ahora qué hacemos?-, otra vez la voz anterior, explicaciones varias para conseguir la llave de la habitación que después de un ratillo se encontraba en un cajetín que a su vez había que abrir antes con una clave después de colocar sendos documentos nacionales de identidad adecuadamente por ambos lados para que la cámara les fotografiara, eso sí todo esto riéndose porque para ello insisto había que situarlos exactamente ante el susodicho objetivo pues sino era así esa voz amorfa no aprobaba la operación.
Patético, sí pero no menos real, la noche transcurrió plácidamente, la habitación estaba limpia y silenciosa.
Antes de salir a la calle por la mañana, vuelta a empezar para al final acabar las llaves en un simple buzón encima del mostrador que por cierto estaba de adorno, pues supones que detrás va a situarse alguien para darte los buenos días, pongo por caso. Al decir adiós eso sí esta vez la voz era femenina, a la que dejaron muy claro que no regresarían a ese hotel inmundo por nada del mundo.
Después de eso, un segundo más tarde la misma voz anodina pareció sorprendida, incluso contrariada, pero ellos no dudaron en que era humana.
Le pareció todo tan ridículo pero no menos cierto, pues era fantasmal y disparatado porque si la peripecia les sucede en Londres, por poner un ejemplo, por supuesto que no les hubiese gustado, pero no esperaban nada igual en un precioso pueblo del sur, la verdad no me lo esperaba, pero qué se le va a hacer, con no volver y dejando claro y constancia de lo sucedido me quedo más tranquilo.
GREGORIO GIGORRO Dibujo 2021 Bolígrafo sobre papel En Aranjuez a 26 de diciembre de 2021 |