Los últimos arreboles de la tarde iluminaban el velero, que él manejaba como pez en el agua, ella le miraba complacida, saludándolo, recibiendo igual respuesta; el barco se aleja deslizándose a lo largo del mar, serenamente sin prisa ella se sumerge lentamente en su sueño.
Suena el teléfono-Dígame- preguntan por él, continúa al otro lado una voz ronca-Sus padres han sufrido un grave accidente, le indica la misma voz adonde tiene que dirigirse. Cuelga el teléfono, frío, pasea por la habitación, se da la vuelta, titubea, hace una llamada a su hermana, no sin antes de respirar profundamente, -Inés, soy Juan- Si te he reconocido, ¿Qué tal?- Bien- le responde secamente- se oyen a lo lejos voces infantiles y música barroca.
-Dime, le dice ella- Pues verás.. me acaban de telefonear..., tose, titubea..., nuestros padres han sufrido un serio accidente- ¿Han muerto?, -Mujer no digas eso..., espero que no, por favor ven lo antes posible.
El matrimonio se dirigía a su casa desde Toledo, ciudad que les encantaba, aquella tarde habían paseado sin rumbo fijo después de haber tenido una cita de trabajo; se les hizo de noche, muy habitual para ellos pues llevaban tiempo tomándose la vida de una forma relajada aunque él seguía resistiéndose de su operación en el ojo derecho, no obstante con frecuencia decía: "Por quejarse no desaparecen los problemas".
El caso es que les fascinaba ver la ciudad iluminada desde la Virgen del Valle o desde El Parador, siempre era una fiesta para la pareja.
El conjunto monumental se lo sabían de memoría, igual que sus hijos, pues desde pequeños era frecuente encaramarse a la baranda y recitar los nombres de los monumentos a cambio de un refresco, así que podría conducir como quien dice con los ojos cerrados para llegar a disfrutar de esa vista aunque él seguía siendo prudente.
Tomando una curva se encontró de bruces con una ambulancia a toda velocidad, por esquivarla y sin contar con la falta de reflejos que quita el tiempo, su vehículo saltando el quitamiedos se precipitó por el barranco dando unas cuantas vueltas de campana, incendiándose acto seguido para acabar completamente hecho un amasijo de hierros calcinados al borde del Tajo.
Esa fue la explicación recibida, -Ah, su madre iba durmiendo mientras que su padre se quedo ciego un segundo antes; es todo lo que les puedo decir-, -añadió el empleado, entregándoles los objetos personales que se salvaron de la quema.
La misma ambulancia ante tal estruendo de llamas dio la vuelta pero no se pudo hacer nada por los ocupantes del coche siniestrado.
La ciudad seguía iluminada y el firmamento preñado de estrellas.
GREGORIO GIGORRO
Retrato de Isabel
Conte y carboncillo sobre papel Canson
Firmado y fechado en 2007
Tremenda historia, desgraciadamente muchas personas se reconocerán en esta experiencia de dolor...de trágica pérdida
ResponderEliminar¡Qué historia más triste!
ResponderEliminarSi...una historia desgarradora, pero muy bien narrada. Y precioso dibujo, como siempre. Un abrazo.
ResponderEliminarHistoria triste,pero muy bien contada y la niña muy guapa
ResponderEliminarUna historia muy triste, el retrato es precioso!
ResponderEliminarExcelente historia, te felicito eres un maestro en el arte tu si q vale te quiero
ResponderEliminarEstremecedora historia 😲
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