Cruzaron la calle sorteando los charcos y los coches que la surcaban en ambas direcciones, la lluvia no cesaba, el cielo era plomizo salpicado de oscuros nubarrones.
Abrió la puerta de La Rosa del Azafrán, así se llamaba el bar, cediéndole el paso ella agradecida esbozó una sonrisa; al entrar el calor les dio de sopetón en la cara, estaba atestado de gente que venía a trabajar al lugar, las voces se oían subidas de tono mientras el camarero no paraba de servir a los parroquianos, hombres en su mayoría.
Se sentaron en la única mesa libre, pegada a la ventana, los cristales chorreaban sin descanso. Enseguida llegó el chico limpiándola con rapidez, mirándole con voz sonora le dijo- ¿Lo de siempre Genaro y la señora qué va a tomar, igual que el señor? ´-Le advierto que aquí los churros y las porras son de categoría- y le responde ella-Ah pues yo los quiero probar-
-Entonces Miguel tráenos dos cafés con leche y seis porras-
-A la orden don Genaro-le respondió el chaval.
-¿Qué hace una mujer como usted por estos andurriales?
-Recurrente respuesta, a lo que ella respondió lo que leyó en aquel periódico olvidado, ¿Quiere bajar de cinco a veinte kilos?
Genaro soltó una carcajada bien sonora al escuchar la razón de "la visita"
-Verá, estaba hasta la coronilla de buscar personal para la descarga de camiones que afortunadamente va a más y se me ocurrió la frasecita de marras, de veras que siento el equívoco.
Ella le miraba y después de un breve silencio le respondió resuelta.
-Mire Genaro no hay mal que por bien no venga, aquí estamos dos desconocidos sentados, la vida sigue y la verdad me parece una buena ocurrencia la que usted ha tenido, por cierto, ¿Ha conseguido lo que perseguía? a lo cual apostilló -Estamos en ello-
Las porras y los churros estaban muy ricos, el cielo seguía haciendo aguas, de pronto el móvil de Genaro sonó con insistencia, sus obligaciones le reclamaban; se despidieron con un apretón de manos volviendo a disculparse por lo sucedido a lo que ella le repitió-Nos volveremos a ver en otras circunstancias- Eso espero, dijo él.
Transcurrieron dos meses de aquello, por desgracia un operario sufrió un fatal accidente, Genaro como jefe que era se marchó a dar el pésame a la familia, en la sala donde se encontraba vió a una señora de espaldas que hablaba con los allegados del difunto, al acercarse ella se volvió, era Ascensión sin duda pero manifiestamente cambiada.
¿Pero qué hace una flor fuera de su maceta?, Ascensión esbozó una sonrisa-¡Genaro, qué sorpresa!, ¡Por Dios me va usted a sonrojar!-le dijo con cierta timidez.
GREGORIO GIGORRO "Pepi y el pez" (fragmento) Acrílico sobre cartón Firmado y fechado en 2013 En Aranjuez a 11 de octubre de 2022 |
Me recuerda en el ambiente y las formas a aquellas canciones de la Piquer, salvo por el móvil que por aquel entonces no existía....
ResponderEliminarMe gusta la historia de Genaro y Ascensión, espero la próxima entrega...Y Pepi y el pez ¡divinos!
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